Lo que quizás fue la despedida de los californianos deathcoreros, As Blood Runs Black, tuvo como marco el escenario de El Plaza Condesa, recinto que aunque no tuvo la asistencia que debió causar la posibilidad de ver al grupo por última vez, sí dio cabida a numerosos fans que gozaron este show de principio a fin.

Y es que el lugar apenas lucía un lleno a poco más de la mitad de su pista. En su mayoría adolescentes, veinteañeros y uno que otro cuarenteenager perdido por ahí. Tres bandas fueron seleccionadas para comenzar a calentar el ambiente a partir de las 6 de la tarde. Insane Portrait, una estrafalaria banda de Death Metal de reciente formación, ejecutado con precisión y a velocidades verdaderamente vertiginosas; The Arcane Hate, oriundos de Querétaro con apenas dos años de carrera y grandes riffs llenos de odio y poder;  y Drop The Silence, banda con un estilo (y logo) bastante similar al de los headliners de esta noche. Los tres grupos locales apenas lograron encender por momentos al escaso público que seguía llegando en el transcurso de la velada y varios de los que prefirieron escuchar desde afuera que pagar $250 pesos en la taquilla (un precio que, aunque el dinero no crece en los árboles, comparado con el resto de los conciertos fue bastante económico).

En punto de las 9 de la noche, As Blood Runs Black tomó el escenario entre un gran alarido del público. Desafortunadamente el audio no estaba siendo el mejor, pero aun así los asistentes se prendieron y arremolinaron frente al escenario para gritar junto al vocalista Christopher Bartholomew. El chaparrín Nick Stewart, estaba aportando las tremendas frecuencias graves, características del género, por medio de su Music Man. Flanqueando el escenario se encontraban los guitarristas Greg Kirkpatrick y Dan Sugarman, quienes disparaban riffs con sus guitarras de gruesas cuerdas cual si fueran ametralladoras. Detrás de ellos estaba Héctor “Lech” De Santiago, quien tuvo algunos contratiempos con la batería, pero nada que no se resolviera rápidamente para que el señor pudiera fungir como la fuente rítmica sobre la que los demás integrantes cabalgaron durante el concierto.

El público estaba como loco, en un principio se habían integrado dos moshpits que circulaban casi en paralelo, y luego se vieron separados por esta tendencia nueva de tirar golpes y patadas de karate a diestra y siniestra, provocando que incluso algunos de los agitados asistentes cayeran estrepitosamente al suelo y por ahí algún pobre chavo le sacaron el aire con una certera patada en el estómago. Incómodo, pero así son los nuevos tiempos.

El grupo asestó una tras otra sus mejores rolas, incluidas varias de su nueva producción, Ground Zero, polémico disco que le valió al grupo ser acusados de fraude por sus propios fans; al tiempo que arrojaban playeras al público y preguntaban en champurrado español “¿dónde están las panochas?”. Incluso por ahí alguna aventurada le arrojó su sostén al cantante (“ay, tan caros que están” se escuchó).

Sorprendentemente, el grupo tocó sólo una hora, aún cuando los presentes demandaban un poco más; sólo una canción sonó durante el encore y se convocó a un wall of death como cierre de una noche corta pero sustanciosa. Al parecer los integrantes de la banda estaban más ansiosos por bajar a convivir con sus fans e irse de fiesta que por tocar más.

Setlist:

City Limits
Divided
Resist
In Honor
All or Nothing
My Fears Have Become Phobias
Vision
Survival Rites
Angel City Gamble
Instinct
Intro
In Dying Days
Hester Prynne

Fotos: Diego Figueroa

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