El sujeto de la fotorgafía se llama Héctor Wrotniak y es un chavo (ni tan chavo) de onda. Tiene sus rastas, su barba coyoacanesca y varios tatuajes. Le gusta ir a los raves para bailar, tomar y ponerse loco. Tanto que casi pierde la vida por andar en la fiesta…

Sucede que Wrotniak fue al Festival de Música Creamfields, que se celebró el pasado domingo en Sydney. Animado por unas cuantas copitas de más y por el set de música de un DJ invitado, para divertirse a este barbudo personaje se le ocurrió trepar por un andamio ubicado a un costado del escenario principal.

La juventud que se encontraba congregada en el lugar, bailaba y disfrutaba al ritmo de la música cuando de pronto vieron a Wrotniak (quien no sabemos si estaba en calzones o con un short similar a los que usaban los jugadores en el Mundial del 86) subir por uno de los lados de la torre y ponerse a bailar agitando unas mascadas.

Y prendió a la muchachada… La gente le aplaudía. Él reía y silbaba. Música, la libertad de encontrarse en las alturas y la atención de los asistentes. Sin duda Héctor vivía el momento más importante y feliz de su vida.

De pronto, por querer lucirse todavía más, extendió ambos brazos, sacó el pecho, miró hacia el cielo… y el peso corporal le ganó y se fue para atrás…

Entonces la multitud estalló en gritos de terror y varios asistentes denotaron cara de preocupación. Esta juventud de hoy, primero bien animados, pasa algo y ponen cara de compungidos.

Quienes presenciaron la caída pensaron que Wrotniac había muerto, pero cuando vieron que estaba vivo siguieron saltando y bailando como si nada. Varios paramédicos trasladaron ‘al caído’ al hospital.

Unas horas después Wrotniac fue dado de alta pues milagrosamente sólo tenía unos cuantos golpes y rasguños en su festivo cuerpo.

Sin embargo, en lugar de irse a meditar a su casa sobre lo sucedido, volvió al recinto en donde se llevaba a cabo el festival. Lo malo es que ya no le permitieron la entrada y se quedó con ganas de seguir la fiesta.

Ya más sereno, en una entrevista a la televisión Wrotniak admitió que sus acciones eran el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer en un festival de música.

Al menos esta nota idiota terminó con moraleja.

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