El día de ayer, durante la ceremonia en la que recibió la espada y sable de las Fuerzas Armadas (símbolos que lo colocan como comandante en jefe), el presidente Enrique Peña Nieto quiso tratar a sus subordinados como iguales, nomás que no le siguieron el juego, dejando con la mano estirada al Ejecutivo.
No sabemos cuánto le está costando a Enrique Peña Nieto tomar las riendas de un país que no fue dejado en las mejores condiciones… lo que sí se nota es que le está resultando muy difícil aprenderse las reglas básicas de protocolo.
Quizá el secretario de Defensa, Salvador Cienfuegos, no le quiso dar la mano a EPN porque vio que fue al baño y no se lavó las manos… o igual porque era un evento oficial y había que respetar ciertas formas, pero lo bueno es que estaba “en casa” y casi nadie se dio cuenta.
Seguramente en salidas al extranjero el presidente si se aprende lo básico para no regarla, ¿verdad?