De nueva cuenta queda demostrado que ser una figura pública puede no ser muy bueno, si no, pregúntenle al Papa Francisco, quien fue captado en un banquete poco habitual.

En su visita a Brasil y en medio de protestas, su Santidad se despidió del país sudamericano en medio de una ola de personas que le ovacionaban y salían las calles para que les diera una bendición. Desde el avión saludó gustoso a la gente.

Mientras esto sucedía, al parecer el Papa tuvo un exorcismo en su nariz y había que exterminar al mal de alguna manera, fue por eso que introdujo su dedo, sacó un moco verde que no lo dejaba vivir a gusto y optó por comerlo para acabar de una vez con él.

Un punto a su favor es que el producto de su fosa nasal era suyo y de igual manera no se lo embarró a nadie en la calle a la hora de persignarlo; pudo haber pedido un pañuelo pero al parecer, el hambre fue más fuerte que su ímpetu higiénico.

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