En una de esas noticias que nos hacen pensar que para que las organizaciones gubernamentales sean justas con nosotros sólo hay que ser vástagos de algún funcionario importante, el titular de la PROFECO mandó cerrar un restaurante porque, según su hija, la atendieron mal.
***Actualización
Tras el revuelo que ha causado el caso, @AndyBenitezz, hija del titular de la Procuraduría Federal del Consumidor, ofreció disculpas en su cuenta de Twitter; aunque hace falta ver si se levantarán los sellos de clausura del Máximo Bistrot.
Independientemente de ello, es una vergüenza que en pleno 2013, se sigan repitiendo aquellos episodios de prepotencia que durante siglos gobernaron en nuestro país.
¿Una disculpa basta?
De la misma forma, horas más tarde, Humberto Benitez Treviño, titular de la Procuraduría Federal del Consumidor, ofreció una disculpa a través de su cuenta de Twitter por “la conducta inapropiada” de su hija, así como por la “sobrerreacción” de los verificadores de la PROFECO, al clausurar un lugar; destacando, que según él, “Privilegio sólo para la ley”.
¿De verdad con una disculpa basta?
El problema no es que los funcionarios tengan hijos prepotentes, sino que se presten a cumplir los caprichos de sus juniors, echando a andar la maquinaria de una institución pública para vengarse de los que “maltrataron a sus mijitos”.
Todo sucedió cuando Andrea Benítez González, hija de Humberto Benítez Treviño, encargado de la Procuraduría Federal del Consumidor, decidió visitar el restaurante “Maximo Bistrot“, ubicado en la calle de Tonalá 133, colonia Roma. De acuerdo al testimonio de Andrea, los meseros del lugar fueron negligentes al darle el lugar que quería y, según ella, mostraron preferencia a otros clientes, lo que la enojó.
“La señorita se molestó, dijo que a ella ya le tocaba y que ella también quería afuera. Le expliqué que teníamos que seguir el orden y que le podía ofrecer una mesa adentro, y cuando la iba metiendo al restaurante me empezó a amenazar y me dijo que su papá era el Procurador, que le iba hablar y que a ver a quién le creían más si a ella o a nosotros”.
Para intentar aminorar los arrebatos y amenazas de la pequeña Andrea, los meseros del lugar le explicaron que el lugar estaba lleno y que ella había llegado sin reservación, por lo que para sentarla en el lugar que quería debía esperar como el resto de los clientes; sin embargo, los intentos fueron en vano pues Andrea, enojada por el mal servicio del restaurante, creyó que podía echar a andar toda la maquinaria de la Profeco para su uso personal, y le contó a su papá, el titular de la dependencia de protección al consumidor, sobre su experiencia en aquél establecimiento.
Y fue así, como si se tratara de defender a cualquier hijo de vecina que sufrió un abuso por parte de “Tortillas Chonita” en su colonia antes de las tres de la tarde (hora de cierre de servicio de la PROFECO), cuando el sr. Benítez Treviño decidió intervenir en el asunto, enviando a tres inspectores de la Profeco que inmediatamente solicitaron información sobre el sistema de reservaciones, además de datos sobre la carta y bebidas que se servían en “Maximo Bistrot”, el restaurante en cuestión.
Durante la inspección, la hija del procurador se quejó sobre el restaurante a través de su cuenta de Twitter @AndyBenitezz. “Pésimo servicio, no tienen educación…No volería nunca,” escribió.
De acuerdo a la gerente del lugar, los inspectores intentaron clausurar el establecimiento bajo el argumento de que éste no podía servir un mezcal que no fuera del tipo de agave “espadín”, cosa que resulta imposible si hablamos de un restaurante que ofrece distintas variedades de esta bebida tradicional.
Otro de los argumentos que se dieron para clausurar el establecimiento es que, según los inspectores, en la entrada no hay un anuncio que explique el funcionamiento del sistema de reservaciones, razón suficiente para cerrar cualquier restaurante.
Sin embargo, según reporta PROCESO, durante el momento en el que los inspectores comienzan a colocar las clásicas calcomanías de “Clausurado”, uno de ellos empujó a un comensal, hecho que ocasionó que la mayoría de los clientes se indignara y comenzaran a increpar a los trabajadores de la Profeco sobre sus funciones en ese lugar.
Al final, los inspectores interrumpieron sus actividades, salieron del lugar y se escondieron en su camioneta hasta que los representantes legales de la Profeco llegaran, cosa que sucedió momentos más tarde y que entorpeció la labor de clausura instigada por un procurador que decidió cerrar un restaurante porque a su hija no le dieron el lugar que quería, a la hora que quería.
Las calcomanías de “Clausurado” permanecerán en el lugar hasta que todo el incidente sea solucionado tanto por el abogado del restaurante como por el equipo legal de la Profeco.
Y es así como funciona nuestro bello país, ¡Arre!