La nueva portada de TIME nos presenta la América que todo conocíamos, pero que nadie había querido definir. La imagen de una niña latina llorando frente a una sonrisa de Donald Trump, se ha convertido en la portada de esta revista para mostrar la indiferencia de él y sus colaboradores ante la separación de las familias y el reclamo del mundo. Sin embargo, no es de sorprenderse.
La cultura –política y social– de los estadounidenses es relativamente nueva. Mientras algunos países como el nuestro y gran parte del continente americano, sin mencionar todo Europa y el Oriente, resguardan una cultura que se suma a la increíble historia de la humanidad, la de Estados Unidos “apenas” comienza a definirse después de un exterminio, la construcción de una colonia inglesa y, en cuestión de un par de siglos, convertirse en la nación más poderosa del mundo.
Durante todo este tiempo bajo el liderazgo de 44 personas distintas que van desde George Washington hasta Barack Obama, se ha forjado una imagen –que no necesariamente se ha materializado en todos los casos– de democracia y defensa de los derechos humanos… algo que se ha roto de manera pública con la llegada de Donald Trump a la presidencia, un hombre de dos caras que por un lado representaba el futuro económico de su país al ser uno de los empresarios más exitosos, y por el otro, la indiferencia ante casos de violencia, racismo y falta de humanidad dentro y fuera de su país.
Esta última etapa de América –como se hacen llamar ante todos– dejó de lado todos los preceptos de libertad que tanto han defendido para dar paso a una nueva imagen que dice más de lo que hubiéramos imaginado: que no sólo Estados Unidos, sino el mundo, se encuentra vulnerable ante la palabra de un hombre que no tiene ideales, o al menos no los que de forma utópica hemos buscado y compartido.
De acuerdo con TIME, en sus 18 meses de gestión, Trump ha mencionado la palabra “democracia” menos de 100 veces; la palabra “igualdad” 12 veces; “derechos humanos” sólo 10… y las políticas migratorias aplicadas en la frontera de México con Estados Unidos han cuestionado, una vez más, qué clase de país es y quiere ser.
El 12 de junio de 2018, el fotógrafo John Moore en su paso por McAllen, Texas, tomó la imagen de una niña hondureña de dos que llora mientras la policía fronteriza revisa a su mamá para detenerla, someterla a un proceso y, finalmente, separarlas. La fotografía se ha convertido en la representación del dolor y, al mismo tiempo, la frialdad en la toma de decisiones de un grupo pequeño de personas.
Todo esto surgió a partir del 6 de abril cuando Jeff Sessions anunció la política de cero tolerancia que criminaliza a todos los que intentan cruzar la frontera de forma ilegal. En unas semanas, más de dos mil niños fueron separados de sus padres y puestos a disposición de algunas autoridades en condiciones poco humanas.
En el artículo de TIME de Karl Vick titulado “A Reckoning After Trump’s Border Separation Policy: What Kind of Country Are We?” (Un recuento de la política de separación de Trump en la frontera: ¿Qué clase de país somos?), el periodista hace una reflexión de cómo esta política migratoria puso a los americanos frente a sí mismos, de forma individual y social, a pesar de no ser la primera vez que su supuesta identidad se pone a prueba.
“¿Qué clase de país somos? El mundo se lo ha preguntado ansiosamente desde noviembre de 2016. Y mientras Trump terminó con la separación forzada de los niños, su nuevo mando sugiere que las familias serán detenidas juntas, pero de manera indefinida. Para muchos americanos, la separación forzada de las familias de migrantes les permitió mirar más de cerca el vacío de donde surgió la brutalidad policiaca: el espacio que viene de las palabras que Trump pronuncia”.
El choque contra sí mismos –a nivel cultural, social y político– se hizo público durante los disturbios de Charlottesville donde supremacistas blancos y grupos contrarios se enfrentaron. ¿Qué dijo Trump? “Creo que son culpables ambos lados. Por un lado tienes un grupo que fue malo. Por el otro tienes un grupo que también actuó de forma violenta. Nadie quiere decir eso. Lo diré ahora mismo”, dijo frente a reporteros en la Trump Tower de Manhattan.
El discurso del presidente sobre la violencia con armas también lo sabemos de memoria. De acuerdo con Business Insider, en lo que va de 2018 se han registrado más de 100 tiroteos en el país. Después de la tragedia en Parkland, Florida, Trump se fue por la vieja confiable y señaló una enfermedad mental como protagonista de la masacre donde 17 personas murieron. ¿Y qué hay de los otros 99?, ¿han sido los videojuegos, películas violentas y las medicinas con prescripción las culpables de la violencia?, ¿culpables del acceso de grupos vulnerables a las armas gracias a las políticas respaldadas por la Asociación Nacional del Rifle?
El famoso slogan de “América primero”, como dice Vick, y el cual surgió en la Segunda Guerra Mundial para evitar que Estados Unidos entrara al conflicto bélico, ha sido retomado de forma errónea por Trump, tirando la estructura política y económica en la que se construyó la imagen de su propio país: como la potencia económica más grande y la que dictamina los preceptos morales a seguir.
¿Y ahora a quién seguiremos? Estados Unidos se autoproclamó policía del mundo sin que nadie se lo pidiera; sin embargo, muchos decidieron seguirlo y sobrevivir en un lugar donde la economía, al final, dicta las reglas del juego. Y a pesar de que otras naciones han adquirido el mismo tipo de poder y se han desprendido del cuidado parental que este país ponía sobre ellos, otros países siguen detrás, esos que envían miles de migrantes al año a cruzar una ruta tan peligrosa como la de México para llegar al lugar donde las oportunidades están en cualquier lugar… si no es que los agarran en la frontera y terminan con todo.
La política de cero tolerancia sólo tiene un final para ambas partes: desgracia para todos a pesar de haberse firmado un tratado engañoso. Los migrantes que se encuentran separados de sus hijos ya fueron afectados, y encontrar a sus familiares será otro paso complicado desde sus respectivos lugares de origen. Pero también termina en tragedia para Estados Unidos y su sociedad a raíz de la necedad de su presidente para construir un muro. “Sin una frontera, no tenemos un país”, escribió Trump. La respuesta de Vick es una interrogante que no responde a nada: “Todos saben eso. La pregunta es, ¿qué clase de país?”.
TIME’s new cover: A reckoning after Trump’s border separation policy: What kind of country are we? https://t.co/U4Uf8bffoR pic.twitter.com/sBCMdHuPGc
— TIME (@TIME) 21 de junio de 2018