Es difícil comprender lo que sucede actualmente en Oaxaca; en todo México, para ser sincero. Es síntoma de una enfermedad que padecemos desde hace largo tiempo. Los últimos 21 días me han servido para entender la dimensión de lo que vivimos, crear conciencia y prestar atención a diversos aspectos olvidados; a mi comunidad, mi nación.

Llegué a Oaxaca el pasado 30 de mayo, todo parecía transcurrir de manera habitual. Esa semana salí a conocer la ciudad y disfrutar de su inmensa variedad cultural. El primer fin de semana (3 – 5 de junio), se llevaron a cabo elecciones y un par de manifestaciones. Platicando en la calle con comerciantes, taxistas y habitantes de la zona, me di cuenta de que había optimismo acerca de los movimientos y bloqueos –que en los últimos años se han vuelto parte del folclor–, lo que me pareció muy sensato. La semana transcurrió sin otro acontecimiento de importancia.

El segundo fin de semana (10 – 12 junio), aparentemente todo estaba tranquilo. Me tocaron un par de bloqueos dentro de la ciudad. Sin embargo, el sábado a medianoche recibí una llamada de familiares que viven en la ciudad de Oaxaca pidiendo que me resguardara en casa. Lo que estaba por suceder era la llegada de un contingente al centro de Oaxaca después de haber sido desalojados del IEEPO y la captura de dos dirigentes importantes del movimiento. Salí del restaurante donde me encontraba y caminé 3 cuadras para llegar a casa. Después de revisar redes sociales puede ver la magnitud del problema: barricadas y bloqueos en el centro, llantas y basura incendiadas para evitar el desalojo de los campamentos del centro. El domingo por la mañana pareció que todo había sido algo pasajero, un pequeño altercado en la ciudad.

Nadie veía venir lo sucedido este último fin de semana. Comenzó anunciándose con bloqueos en autopistas importantes durante la semana. Las marchas y el descontento ciudadano eran frecuentes. Pensé que todo era consecuencia de lo sucedido, que no llegaría a más. Desafortunadamente no fue así. Hoy sabemos que hay muertos, represión, encarcelamientos injustos, destrozos y vandalismo, impotencia y descontento social.

El pasado domingo (19 de junio), yo me encontraba en una comida familiar, relativamente cerca del centro histórico de Oaxaca. Empezaron a correr rumores de enfrentamientos en alguna autopista pero nadie prestó atención. Minutos más tarde se convirtió en muertes, agresión y miedo. A pesar de todo, mantuvimos el optimismo y esperamos que terminara pronto, que sólo fuera un bloqueo más. No fue así.

A las 11 de la noche todo mutó. Saqueos en la ciudad, enfrentamientos, barricadas. Revisé diversos medios en redes sociales y las fotos eran impactantes, al mismo tiempo que aumentaban los muertos en un altercado que sucedió lejos de la ciudad. Abrí la puerta de la vecindad donde me hospedo, para saber qué tan cerca o lejos estaba del problema. Eran 4 cuadras y no me preocupé, hasta que vi dos motos montadas por dos pasajeros cada una. Los de la parte trasera cargaban pantallas planas. Decidí volver por la cámara y tomar una foto a distancia.

El pasado lunes por la mañana (20 de junio), todo fue más claro. Los daños quedaron tatuados en las calles de la ciudad, se respiraba un ambiente tenso. Incertidumbre y miedo, los habitantes hablaban de impotencia y temor. Algunos en pro del movimiento, otros en contra. Hubo movilizaciones a lo largo de todo el día de diversos sectores, demostrando el apoyo a los maestros o repudiando las acciones del estado. Las calles parecían heridas.

Tristemente debo abandonar Oaxaca de Juárez, me voy de esta ciudad con mucha tristeza. No sólo por lo que sucede en este estado, sino por el país entero. Después de 21 días en la capital de tan bello estado, me doy cuenta de nuestra realidad, me doy cuenta de que Oaxaca no merece esto. En una opinión muy personal, me parece como si me medicaran paracetamol para tratar cáncer, las medidas del pasado fin de semana simplemente son inaceptables; la violencia nunca ha sido la solución de nada.

De las tantas personas que conocí en Oaxaca, me llevo una frase: debemos ser ciudadanos de todos los días, no sólo de 5 minutos cuando hacemos válido nuestro voto.

Oaxaca tiene tanto que ofrecer, tanto que enseñar. Lo ha hecho conmigo y espero que así sea con todo el país.

Por Ricardo Olivares

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