Por Ricardo Quintana Vallejo
Después de la enorme cantidad de comentarios —algunos algo más violentos de lo que estoy acostumbrado— que recibí (y agradezco) a partir de mi artículo sobre Breath of the Wild, y del interesante texto de Rodrigo Casillas del Caso, quise escribir un poco al respecto (fuera del contexto de mi columna de los lunes). Aunque sí atiendo su texto directamente (su comentario sobre Star Wars es particularmente interesante), quiero pensar en “lo que se vale interpretar” y la intensidad con la que reaccionamos ante la ideología.
Toda obra de arte está sujeta a interpretación. Pensar que un videojuego es menos meritorio de análisis que, digamos, una película, una serie o una pintura, es perezoso. ¿Por qué sí se podría decir que Heart of Darkness de Conrad tiene rasgos colonialistas, que la connotación sexual de la esclavitud de Leia en The Return of the Jedi resulta problemática o que está todo mal que en series como Law and Order los latinos siempre seamos criminales? Tal vez porque los videojuegos tienen tan poco prestigio en la academia y porque sólo recientemente se han empezado a reseñar en términos más serios. Pero conforme la complejidad de los juegos incremente, y más gente los estudie de forma profesional, más tesis se imprimirán al respecto, más congresos habrá. Y qué bueno, porque los videojuegos merecen la atención.
De hecho, creo que pensar que los videojuegos no merecen el rigor analítico del cine o la literatura responde al desprecio por el medio. Pero los videojuegos merecen que los tomemos en serio, tanto en su estética como en su contenido.
Los videojuegos no existen en el vacío; no están fuera de la ideología. Tal vez lo importante no es preguntarse por qué Breath of the Wild imagina al mundo desde el punto de vista de un explorador europeo que se encuentra con civilizaciones subdesarrolladas que hay que salvar (hasta la portada del videojuego alude a la famosa pintura de Caspar David Friedrich que tantas veces se ha interpretado como un explorador europeo ilustrado por encima de un mundo salvaje). Y bueno, hasta un artículo crítico me da la razón. Dice Rodrigo Casillas “Suena descabellado, pero curiosamente la lectura hecha por Ricardo del juego es acertada”.
Lo interesante es preguntarse, ¿por qué un estudio japonés decide que esta forma de imaginar el mundo es relevante y mucha gente la disfrutará? Será, seguramente, que el colonialismo europeo nos resulta tan natural y un discurso en el que estamos tan inmersos, que no lo cuestionamos.
Y por supuesto que este análisis, y los análisis de Star Wars o de Law and Order, encuentran resistencia y enojo. De hecho, es común que se encuentren con un: “¿por qué te lo tomas tan en serio?”
Muchas de mis amigas que marcharon el día de la mujer, se encuentran con algo similar: “Qué ridículas, ¿por qué marchan si tienen derechos?”. O descubren que mucha gente no cree que las mujeres se enfrentan a problemas diferentes a los hombres. No creen en la diferencia de salario, por ejemplo, aunque la evidencia pruebe su existencia. En Estados Unidos, muchos conservadores ni siquiera creen que haya racismo en su sociedad y se burlan de #blacklivesmatter o de quienes tienen miedo que los detenga un policía, porque… ¿por qué se lo toman tan en serio?
El “no te lo tomes así” es un mecanismo de poder que sirve para menospreciar lo subalterno.
Y no es que se deje de jugar Assassin’s Creed II porque sea anti-católico, que se deje de jugar Grand Theft Auto porque es racista o Breath of the Wild porque reproduce el sistema jerárquico al que estamos tan acostumbrados (de hecho, yo he estado jugando casi sin parar). Pero ¿por qué dejar de interpretarlo? ¿Por qué no darse cuenta de cómo se reproduce la hegemonía racial en nuestras propias salas? El racismo no siempre es un muro en la frontera o un cuerpo linchado, opera de formas sutiles y, para desmantelarlo, hay que darle la seriedad que merece.
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Ricardo Quintana Vallejo es crítico cultural y traductor. Actualmente estudia el doctorado en literatura comparada de la Universidad de Purdue.
Twitter: @realquir
Sobre Alocado y dislocado: Nuestras identidades (condición socioeconómica, género, sexualidad, nacionalidad, raza), tanto individuales como colectivas, están en constante cambio. Los mexicanos somos versátiles; replanteamos el valor de nuestra historia, cultura y literatura constantemente. Nuestras identidades nos dan mucho de qué hablar. En Alocado y Dislocado ofrezco el análisis de temas actuales y de nuestros símbolos, de nuestras posibilidades identitarias en este momento, desde la dis-locada perspectiva de un mexicano queer en el Midwest estadounidense.