De entre los muchos secretos e historias que guarda el barrio de San Ángel, sobresale el de las 12 momias que se encuentran en las entrañas del Museo del Carmen. Visitarlas se convierte en una experiencia ampliamente recomendable.
La extraña fascinación por las momias
“¿Sabias que hay momias en el Distrito Federal?”, esas palabras bastaron para que quisieras ir y descubrir si aquello era cierto. Desde niño sentiste una especial atracción por esos cadáveres que por circunstancias naturales se conservan en estado aceptable a pesar del tiempo. Cuando a los 5 años visitaste el Museo de las Momias en Guanajuato quedaste impresionado, después viste Las Momias de Guanajuato, película protagonizada por Blue Demon, Mil Mascaras y el Santo, en la que los encapuchados luchaban contra momias vivientes, haciendo que tu apego a esos seres inanimados creciera.
Podías escuchar mil y un historias terroríficas acercas de hombres lobo, vampiros, extraterrestres o monstros de la laguna verde, pero a todos los sentías ajenos, irreales; en cambio a las momias ya las habías visto y sabías que si en algún momento tendrías un encuentro con las fuerzas sobrenaturales, lo más lógico era que fuera con ellas.
Su piel acartonada, sus vestimentas viejas, sus rostros expresivos y acongojados. Todo eso hacía que les temieras pero a la vez idolatrarás a estas criaturas de ultratumba.
Por eso no te sorprendió que cuando supiste que había momias en la Ciudad de México te sintieras emocionado y el niño que eras a los cinco años te exigiera con ir a su encuentro.
El Colegio que le dio nombre a un barrio
En 1597 el cacique indígena de Coyoacán, don Felipe de Guzmán Itzolinque, Andrés de Mondragón y Elvira Gutiérrez, le donaron a la orden religiosa de los carmelitas un terreno para la construcción de un colegio que sirviera para preparar a los frailes en teología escolástica. Este lugar se encontraba en una comunidad que entonces se llamaba San Jacinto Tenanitla, a sólo unos kilómetros de la capital.
El 29 de junio de 1615 se colocó la primera piedra del colegio que sería dedicado a San Ángel; el diseño y dirección de la obra estuvo a cargo de Fray Andrés de San Miguel. Dos años después, las obras estaban tan avanzadas que comenzó el traslado de estudiantes a uno de los nuevos edificios. La construcción se fue ampliando hasta que en 1928 se concluyeron los trabajos principales y un templo anexo dedicado a la Virgen del Carmen.
Años después se agregaron obras hidráulicas y agrícolas que ocupan parte de lo que hoy es la colonia Chimalistac. También contó con una prolífica huerta que daba perones, peras, manzanas y muchas flores; así como una biblioteca con un acervo de 12 mil volúmenes. Finalmente, en 1634 al colegio se le dio el nombre Señora de Santa Ana, aunque cotidianamente se le continuó llamando San Ángel, nombre que a la postre adoptaría el barrio.
“El Nazi del Museo”
Siempre disfrutas mucho ir al barrio de San Ángel. Las calles empedradas, los parquecitos apacibles y los negocios locales le dan un saborcito muy especial al rumbo. No obstante, en esta ocasión decidiste ir entre semana, en una tarde nublada que amenazaba con una intensa lluvia.
Te estacionas cerca de la Plaza de San Jacinto, hueles ese aire pueblerino que aun conservan esas calles y de forma pausada te diriges hacia el Museo del Carmen, sitio en el que te dijeron se encuentran las momias que tanto ansías ver. Atraviesas Avenida Revolución y te topas con ese imponente recinto que de entrada te sorprende por su tamaño. Aunque muchas veces pasaste por ahí nunca habías advertido que había un museo.
Entras y el señor que vende boletos te advierte de forma un tanto brusca que faltan dos horas para que cierren. Intentas hacerle un chiste pero al parecer eso lo pone de malas. Su forma “golpeada” de hablarte te recordó al Nazi de la Sopa de Seinfield. Prefieres no hacerlo enojar y pagas tu entrada. Ves que en el programa se anuncian varias exposiciones, pero no les prestas mucha atención pues lo que verdaderamente te importa es encontrar a las que dicen, son las únicas momias en exhibición de la Ciudad de México.
El abandono de los frailes y un macabro descubrimiento
El colegio y convento de la Señora de Santa Ana funcionó prósperamente por siglo y medio. La calma se rompió cuando entre 1847 y 1848 las tropas norteamericanas llevaron a cabo la ocupación de San Ángel, motivo por el cual varias partes del edificio fueron destruidas y sus bienes saqueados. Incluso se presentó la tala y quema de los árboles de los jardines y de la huerta.
Tras la ocupación estadounidense, el convento volvió a la calma por unos años; para 1861 las Reyes de Reforma obligaron a que los frailes abandonaran definitivamente el convento. El ayuntamiento de San Ángel estableció una cárcel en el colegio, otras partes fueron vendidas a particulares o abandonadas.
Con el inicio de la Revolución Mexicana, el edificio nuevamente fue ocupado y saqueado en busca de tesoros escondidos. Durante estas excavaciones no apareció ningún tesoro, pero sí varios cuerpos momificados.
Museo del Carmen
Apenas llevas cinco minutos dentro del Museo del Carmen y ya estás sorprendido. La pulcritud le daba un toque sencillo pero lleno de armonía al lugar. Te sientes como en un inmenso palacio en el que recorres pasillos y te encuentras con varios escenarios que son dignos de una película de época.
La mayoría de las piezas con las que te topas pertenecen al arte sacro virreinal, herencia de los monjes carmelitas entre las que se encuentran obras de artistas sobresalientes de esa época, como Miguel Cabrera, Cristóbal de Villalpando o Juan Correa.
Aunque habías visitado otros monasterios y colegios virreinales, ninguno te había parecido tan impresionante. Los vestigios de la forma de vida que llevaban los monjes y que está implícito en muchos de los rincones te transportaron siglos atrás. Subes escaleras, sales a un patio, descubres esculturas, ves paredes con pinturas al óleo, y en el camino sigues encontrando más y más salas.
Te topas con un claustro con increíbles juegos de luz y sombra, una impresionante sacristía y un jardín que rememora los antiguos huertos de los frailes. Es entonces cuando el cielo comienza a tronar y el aire a oler a lluvia.
No quieres que la tormenta te sorprenda antes de que encuentres a la momias. Sigues yendo y viniendo, te topas con un patio y su acueducto que te lleva a una sala destinada a las exposiciones temporales.
Sí, todo lo que ves te ha resultado un grato descubrimiento, pero de las momias aun no encuentras ni un pequeño rastro. Piensas en preguntarle a uno de los trabajadores del museo con los que constantemente te topas, pero tu orgullo y terquedad por querer encontrar las cosas por ti mismo hace que desistas de pedir ayuda.
Comienza a llover intensamente, el sonido del agua cayendo a borbotones le da una atmosfera muy especial al Museo.
Las momias del Carmen
12 cuerpos conservados y momificados de manera natural entre 1916 y 1917. La noticia de este descubrimiento corrió como pólvora por todo el barrio de San Ángel. El origen de los cuerpos es incierto, aunque se cree que en vida fueron pobladores del rumbo que al morir fueron enterrados por sus familiares en la zona de criptas del Colegio (que está justo debajo de la nave principal de la Iglesia del Carmen), quienes aprovecharon que el recinto estuvo abandonado tras la exclaustración de los monjes a causa de las Leyes de Reforma.
Saber la identidad de estas doce momias fue imposible pues los ataúdes en los que originalmente se encontraban fueron destruidos durante el saqueo en la Revolución.
En este caso, la momificación se debió a que el terreno donde fueron enterrados está compuesto de tepetate, lo que contribuyo a que el proceso de deshidratación de los cuerpos se acelerara y se inhibiera la proliferación de bacterias, enzimas y hongos que descomponen los tejidos y producen la descomposición de los cadáveres.
Un fraile del templo carmelita quiso volver a darles sepultura, pero los habitantes en San Ángel se opusieron alegando que eran parte de la comunidad. Su destino fue el mismo Colegio del Carmen, en donde el gobierno federal creó un pequeño museo en 1921 donde además de las momias, se resguardaron las obras que habían dejado los frailes. Tras la muerte de Álvaro Obregón en 1929, el barrio de San Ángel adquirió relevancia en la capital, por lo que se constituyó formalmente el Museo del Carmen, que fue 10 años después fue adoptado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Mi encuentro con las momias
Faltaba media hora para que cerraran el museo, cuando en tu ir y venir por los recovecos del museo diste con una escalera que descendía hasta las criptas del monasterio. Ahí viste el letrero que anunciaba lo que tanto buscabas: “Momias ni identificadas”. Lentamente descendiste por los escalones, apreciando entre aterrorizado y fascinado la arquitectura de aquel sótano.
Dejaste de escuchar el sonido de la intensa lluvia y el silencio te envolvió. Sólo tus pisadas rompían la nada auditiva. Visualmente la zona de criptas es hermosa, revestida con talavera poblana del siglo XVII, pilas de agua bendita de alabastro y un retablo dorado que te dan la impresión de estar en una pequeña iglesia.
Entonces voltas y descubres un cuarto contiguo en el que se encuentran distribuidos 12 ataúdes. Un par de pasos más y ya te encuentras en el interior con las momias. Despacio vas mirando una por una, grabándote en la mente esos rostros en los que aun se ven rasgos humanos. Los viejos ropajes, la posición en la que se encuentran, la sensación de estar sólo y tu alma con 12 de esos seres a los que toda tu infancia idolatraste y temiste.
Pierdes la noción del tiempo. La soledad de ese espacio te inquieta pero a la vez no te quieres ir. Tienes la sensación de no estar solo, de ser un visitante en un mundo en el que los vivos no pueden evitar sentirse extraños. 12 momias, algunas más perturbadoras que otras, pero cada una con una historia de más de 100 años a cuestas.
Pasas ahí 10 minutos. Aun varios días después no sabrás explicar muy bien cuando te preguntan qué hiciste durante casi 30 minutos en un cuarto lleno de momias. Lo cierto es que podrías repetir la experiencia varias veces más.
Abandonas la cripta y recorres nuevamente los pasillos y salas hasta llegar a la salida del museo. Te despides del “Nazi del Museo” que apenas y te devuelve un gesto, y sales al aire fresco. Dejó de llover y ahora todo luce melancólico. Antes de irte pasas a la Iglesia del Carmen, cuya belleza también es arrebatadora.
Luego te vas caminando por una de las calles empedradas del barrio y comprendes por qué la gente de San Ángel convirtió a estas momias en uno de sus símbolos icónicos. A ti también te resultó imposible no quererlas y adoptarlas al instante.
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“Dicen los custodios encargados de limpiar la capilla, que cada día dejan limpia el área de las criptas, pero al otro día suelen encontrar bolitas de cabello en el piso, pues se comenta que las momias salen a peinarse por las noches”.
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El Museo del Carmen se encuentra en Avenida Revolución 4 y 6, esquina Monasterio, San Ángel, Álvaro Obregón, en la Ciudad de México. Su horario es de 10:00 a 17:00 hrs. de martes a domingo, el costo de entrada es de 46 pesos, aunque el acceso es gratuito para personas de la tercera edad, estudiantes y maestros con credencial vigente.
Para checar más información del Museo del Carmen, así como sus exposiciones temporales da clic aquí.
Por @gabrielrevelo
Muchas gracias a Guillermo Diaz Moleres, quien nos pasó el tip de visitar este museo. Si tienes algún sitio interesante y poco conocido que quieras compartir, no dejes de mandar un mail a: gabriel@sopitas.com