Por Hannia Quezada
Desde que era pequeña me di cuenta de que la política es un espacio que no permite ser ocupado por mujeres. Y con el paso del tiempo comprendí que la lógica y prácticas con las que se ha hecho política hasta ahora no son incluyentes y mucho menos equitativas. Fue entonces cuando me di cuenta de que a pesar de las cuotas de género que existen, la realidad es que son los hombres quienes deciden sobre los temas que nos involucran a nosotras. Hemos sido testigos de que los espacios de decisión no han sido paritarios y, por lo mismo, no han tenido una visión en la que la disminución de la brecha de género sea una parte clave.
Actualmente en México nos encontramos en la legislatura de la paridad, una solución que busca responder a esta necesidad de presencia de mujeres en la política. En los últimos 15 años, el número de mujeres en el congreso ha aumentado notoriamente; en el periodo de 2003-2006 eran únicamente 115 mujeres y 385 hombres en la cámara de diputados, actualmente se conforma de 243 y 256 respectivamente. El senado no es excepción: en el periodo de 2000-2006 había 20 mujeres y 108 hombres, ahora son 63 mujeres y 65 hombres. La democracia no es posible sin mujeres, y este hecho histórico es sólo un primer paso ya que más allá de que haya mujeres en espacios de representación, es importante que el objetivo sea feminizar la política.
Este término se refiere a cambiar las formas de hacer política y no sólo a incorporar a mujeres en la misma. Busca responder a la necesidad de que haya mujeres en puestos de decisión haciendo uso de su derecho. E incluso lograr que estas mujeres sean feministas buscando promover una política de cuidado e incluyente, transformando el orden de prioridades, donde la vida y dignidad de las personas sean el centro de las políticas públicas de nuestro país.
Feminizar la política implica generar espacios de deconstrucción para todas y todos; el libre uso de nuestro derecho a hacer política sin la presencia de obstáculos sólo por nuestro género; que se hagan visibles necesidades que hasta el día de hoy se han ignorado; que se nombren las violencias y haya consecuencias al respecto; que no exista un techo de cristal o un piso pegajoso que nos detenga a desarrollarnos libremente en la vida pública; que haya una democracia real y que se asegure un futuro que nos incluya a todas. La agenda de género debe ser fundamental y debe ser aplicada a cada política pública que se genere. La brecha que existe entre hombres y mujeres no sólo debe desaparecer cuantitativamente, sino que no debe de ser una realidad a nivel cualitativo.
En mi opinión, uno de los principales retos a combatir es convertir el feminismo en un eje central, no sólo en la política sino también en lo cotidiano. Más allá de sólo concientizar un 8 de marzo, hay que lograr que el feminismo se convierta en una prioridad en nuestra vida diaria. Feminizar la política sólo será posible generando un cambio transversal. Cambiando no sólo las lógicas y prácticas de hacer política sino también de la convivencia y comunicación cotidiana. Llevando la política del cuidado a una forma de vivir; teniendo la empatía como prioridad y valorando la vida y dignidad de cada persona en nuestro día a día. El cambio será feminista y será a través de una deconstrucción y construcción en común. La lucha por feminizar la política es colectiva e implica reescribir las reglas del juego con una visión feminista, en la que volvamos a construir desde otra lógica lo que conocemos hasta ahora.
*****
Hannia Quezada es una tapatía de 19 de años, estudiante de gestión pública y políticas globales en ITESO. Feminista y parte del equipo de territorio en Futuro Jalisco.
Twitter: @_hanniaq | @FuturoJal