A lo largo de la vida seguramente escucharon frases como: “nadie tiene comprada la felicidad” o “no existe una fórmula para ser feliz”.

¿Pues qué creen? Sí la hay, y no, no les vamos a salir con el cuento ese de que “la felicidad está en las cosas simples de la vida”. Al contrario, la fórmula para predecir la felicidad proviene de una complicada ecuación matemática.

¿Dices que las matemáticas no sirven para nada? Pues tendrás que tragarte tus palabras. Un grupo de investigadores de la Universidad del Colegio de Londres realizaron varias pruebas a un grupo de 26 personas, a quienes aplicaron exámenes repetitivos en los que a veces se obtenían recompensas y otras pérdidas económicas. Mientras se realizaba el proceso, se le pedía que evaluaran su nivel de felicidad.

Después, con resonancias magnéticas cerebrales, se observó la actividad en dos áreas de sus cerebros para ver qué tanta relación había con el nivel de felicidad reportado. Estas áreas cerebrales son el núcleo estriado ventral, fuente fundamental de dopamina, y la ínsula, sustancias importantes a la hora de generar emociones como la felicidad.

Así, dieron con la ecuación matemática que predice la felicidad. Se las dejamos para que le echen ojo:

Si viste esta mentada ecuación y no entendiste nada, no te preocupes, nosotros estamos igual. Sin embargo, todo se resume en esta premisa: La felicidad no depende únicamente de la satisfacción, sino de las expectativas; no se trata sólo de los logros pues el gozo aumenta cuando nos va mejor de lo que esperábamos.

¡Quihubo!

Tras formular dicha teoría matemática, estos científicos ingleses quisieron ponerla a prueba y realizaron una encuesta a 18 mil personas por medio de una aplicación para smartphones a la que llamaron The Great Brain Experiment.

Robb Rutledge, autor principal de este estudio publicado en la revista científica PNAS, dijo sobre esta ecuación que…

“Podemos tomar en cuenta decisiones pasadas y resultados y predecir exactamente qué tan feliz una persona dirá que se siente en cualquier momento.

El cerebro está tratando de averiguar qué deberías estar haciendo para obtener satisfacciones, así que todas las decisiones, expectativas y resultados son información que utiliza para asegurarse de que tomes buenas decisiones en el futuro. Todas las expectativas y satisfacciones recientes se combinan para determinar tu actual estado de felicidad”.

Para entenderlo mejor, demos un ejemplo de la vida cotidiana: Cuando vamos a un restaurante de renombre y tenemos bajas expectativas, podemos tener una grata experiencia si la comida es mucho mejor de lo que creíamos; ahora bien, si antes de ir nuestras expectativas ya son positivas, nuestra felicidad comienza desde antes de que probemos los alimentos, pues ya nos estamos anticipando al evento.

De acuerdo al propio Rutledge, esta formula puede emplearse para estudiar los trastornos emocionales y la felicidad.

“Nuestra ecuación hizo un buen trabajo explicando la felicidad. Incluso con este amplio espectro de participantes, hay una relación sorprendentemente consistente entre satisfacción, expectativas y felicidad.

Espero que esta ecuación matemática nos permita comprender mejor las cosas que a todos nos importan, como qué tan felices somos en general”.

Tom Stafford, científico cognitivo de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, fue consultado sobre la viabilidad de esta ecuación. En su opinión, la teoría de Rutledge es asombrosa pues pude predecir con precisión la felicidad, algo que se antojaba muy complejo debido a lo impredecibles que son las personas.

“La importancia de este estudio está en la forma en que combina la actividad cerebral, el recuento computacional de satisfacción y la información a gran escala obtenida sobre cómo se siente la gente”.

Aún así, Stafford dejó claro que aún no se precisa si la ecuación es capaz de responder a las grandes interrogantes sobre la felicidad en la vida real, como podría ser a qué pareja debemos elegir.

Por su parte, Andrew Oswald, economista conductual de la Universidad de Warwick e investigador independiente, mencionó que es curioso que los patrones cerebrales coincidan con las respuestas de la gente al contestar las encuestas acerca de la felicidad.

“El estudio sugiere que la sensación inmediata de felicidad depende de la distancia entre lo que puedes conseguir y lo que esperas.

Si quieres saber qué tan feliz soy, no me preguntes por mi salario. Pregúntame cómo se compara mi salario al de otros profesores o al mío propio en el pasado. Es la diferencia, positiva o negativa, la que realmente importa. Somos criaturas de comparaciones y somos, por lo tanto, prisioneros de expectativas implícitas”.

Después de tanta palabrería y fórmulas, el asunto nos queda más claro: podemos saber qué tan felices nos hará determinado evento, con base en nuestras experiencias del pasado y en la forma que las comparamos con nuestras expectativas sobre el futuro.

*** Vía BBC Mundo

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