Por Fernando Bustos Gorozpe
Ove (Rolf Lassgård) es un viejo enfadoso que recién perdió a su esposa y su empleo. Vive en la neurosis de la repetición, de los hábitos y de la soledad. Todos los días recorre su fraccionamiento en busca de anomalías y discute con todas aquellas personas que han decidido habitar fuera de las normas. Se aferra a esto como quien sabe que es el único lugar donde aún puede tener control.
Algunos de sus vecinos le temen, otros, a pesar de su conducta, permanecen atentos de él. No siempre ha sido gruñón, es más bien una consecuencia de haber perdido a su esposa. Antes de esto, en vez de estar enojado con la vida era ante todo un sujeto honesto que luchaba por lo justo.
Es tanto su malestar y tanto lo que extraña a Sonja (Ida Engvoll), su ex esposa, que ha decidido quitarse la vida con tal de alcanzarla en el más allá. Pero una serie de eventualidades siempre terminan por frustrar estos intentos; invariablemente, hay alguien tocando allá afuera en busca de su ayuda. Sobre todo los nuevos vecinos de enfrente, una mujer musulmana y un sueco que tienen un par de hijas, las cuales, a pesar de Ove, lo adoptan como abuelo putativo.
El argumento de Un hombre gruñón (Hannes Holm, 2015) es bastante sencillo, a la vez que el título dado en México a la cinta le queda corto. Es la historia de un hombre que, con la suma de la edad y las desilusiones de la vida, ha perdido el sentido de ésta: “¿para qué vivir si no es con el amor de mi vida?” Así, la cinta es un recorrido por una serie de vivencias que le recuerdan a Ove de qué va vivir, que le enseñan también otras formas de querer y en donde mucho tendrá que ver la familia musulmana: el otro, el extranjero, que a menudo en este estilo de cintas en que algún habitante de primer mundo se echa ante problemáticas existenciales, lo sacan de ahí en un suerte de refrendo de que la barbarie está en la civilización misma. El otro siempre es más feliz por obligación y por necesidad, y termina por compartir esta visión a aquel que ya no ve en el futuro una esperanza. No es gratuito aquí que sea una mujer musulmana la encargada de revitalizar a Ove.
Un hombre gruñón recibió diferentes premios e incluso dos nominaciones al Oscar en el 2015, una de ellas a mejor película extranjera. Es una cinta ‘buena onda’ que, desde una estética sueca, desde una lógica primermundista, nos deja ver algunas de las problemáticas que todos podemos transitar por el mero hecho de ser humanos. Es ciertamente una película simpática, risible y hasta cierto punto optimista. De ésas que de vez en cuando se vale ver para recordar que el amor, aunque a veces trágico, es también motor y que, detrás de esos entes que a veces vemos como monstruos, puede haber una serie de preocupaciones y/o dolencias a la espera de ser escuchadas y sanadas. Siempre hay una historia que merece ser escuchada detrás de aquel que ha decidido cerrarse al mundo.
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Fernando Bustos Gorozpe es filósofo y profesor de la Universidad Anáhuac Norte. Estudia el Doctorado en Filosofía de la UIA y es colaborador de la revista Nexos.
Twitter: @ferbustos