Lo que necesitas saber:
En el Centro Histórico de la CDMX hay cinco tumbas de personajes importantísimos para México, como la de Hernán Cortés y la de Benito Juárez.
Esta vez, en Joyas de la CDMX, nos sumamos a las celebraciones del Día de Muertos y les contamos sobre cinco tumbas secretas que se encuentran en el mismísimo Centro Histórico. Sí, nos referimos a los sepulcros de importantes personajes de la historia de México, como Hernán Cortés, Benito Juárez o Sor Juana Inés de la Cruz.
Las tumbas secretas del Centro Histórico de la CDMX
La mayoría de nosotros sabemos dónde se encuentran los restos de importantes personajes de la historia de México, pues se guardan en catacumbas creadas especialmente para ellos en el Ángel de la Independencia y en el Monumento a la Revolución.
Sin embargo, hay algunos cadáveres de personajes históricos y muy relevantes para nuestro país que no tienen un lugar especial y, en cambio, sus tumbas resultan ser algo secretas para la mayoría de los capitalinos, pues se encuentran escondidas en el Centro Histórico de la CDMX.
Acá les contamos sobre cinco de ellas:
Hernán Cortés
Personaje bastante polémico en la historia de nuestro país, Hernán Cortés fue el conquistador español que llegó y ocupó nuestro territorio en nombre de la corona española, acabando con los habitantes de la antigua Tenochtitlán, y convirtiéndose en el primer gobernante de la Nueva España.
Murió en Sevilla, España, el 2 de diciembre de 1547, y a pesar de que sus restos fueron sepultados en un inicio en una iglesia de esta ciudad, su familia decidió trasladarlos a nuestro país, en donde pasaron una odisea hasta llegar a su destino final.
Sí, de acuerdo con Torcuato Luca de Tena, en el diario español ABC, los huesos de Hernán Cortes fueron enterrados hasta en siete ocasiones: primero, en la villa de Santiponce; la segunda, en un convento de franciscanos en Texcoco, en el Estado de México; la tercera, en la iglesia de San Francisco el Grande, en la Ciudad de México; la cuarta, en un monumento funerario que talló Manuel Tolsa para el Templo de Jesús Nazareno; la quinta, en los sótanos del mismo recinto, bajo el altar mayor; la sexta, en un nicho que quedó tapiado durante un siglo, hasta que fue descubierto en 1946; la séptima, en el mismo lugar, luego de seis meses en que permaneció insepulto.
Así es; el historiador mexicano Luis González Obregón cuenta que fue hasta 1979, por iniciativa del entonces virrey de la Nueva España, el Conde de Revillagigedo, que los huesos del conquistador se trasladaron al Templo de Jesús Nazareno, el cual se encuentra junto al hospital que el mismísimo Hernán Cortés fundó, pues según su familia, así lo había dispuesto antes de fallecer.
Aunque con la Independencia de México los restos se ocultaron y cambiaron de lugar varias veces, pues para los nacionales representaban la represión contra la civilización mexica y muchos de ellos querían destruirlos.
De esta manera, los huesos de Hernán Cortés pasaron ocultos en un nicho hasta que en 1946, según El País, se descubrió un documento escrito por Lucas Alemán en el que le informaba a la Embajada de España el lugar exacto en el que se encontraban.
Tras hallarlos, analizarlos y confirmar que se trataban de los del conquistador español, el 9 de julio de 1947, los restos fueron sepultados por última vez en la Iglesia del Hospital de Jesús Nazareno, la cual se encuentra en la calle República de El Salvador número 119 en el Centro Histórico de la CDMX.
Agustín de Iturbide
Un caso parecido al de Hernán Cortés ocurrió con quien fue el primer emperador de México, Agustín de Iturbide, pues a pesar de ser uno de los principales artífices de la Independencia de México, muchos lo consideraron un traidor por impulsar el llamado Imperio Mexicano en 1822.
Después de que Antonio López de Santa Anna proclamó la república, Iturbide abdicó y se exilió en Europa. Y aunque 1823 regresó a México, fue detenido y fusilado cuando tenía apenas 41 años.
Sería hasta 1838 que, bajo la presidencia de Anastasio Bustamante, fue reconocido como padre de la patria, por lo que sus restos fueron llevados a la Capilla de San Felipe de Jesús de la Catedral Metropolitana, en donde estaban los huesos de otros héroes de la Independencia.
Entonces, ¿por qué no lo llevaron al Ángel? Según el libro “Nuevo rostro de la ciudad”, aunque el 16 de septiembre de 1925 se depositaron los restos de personajes como Miguel Hidalgo, José María Morelos y otros más en la Columna de la Independencia, el entonces presidente de México, Plutarco Elías Calles, decidió que los de Iturbide se quedaran en la Catedral, donde actualmente siguen guardados en una caja transparente, de acuerdo con Jorge Pedro Uribe Llamas del Fideicomiso del Centro Histórico de la CDMX.
Benito Juárez
Quizá los restos del llamado “Benemérito de las Américas” no estén en una de las tumbas más secretas del Centro Histórico de la CDMX, pero la verdad es que pocos saben el lugar exacto en el que se encuentran (incluso unos creen que están dentro del Hemiciclo).
A diferencia de los dos anteriores personajes históricos de México, Benito Juárez es uno de los recordados positivamente, pues impulsó la reforma agraria, la libertad de prensa, la separación entre la Iglesia y el Estado, entre otras cosas.
Luego de sobrevivir a la Guerra de Reforma, a la Intervención Francesa y a varios enemigos políticos, problemas cardiacos provocaron su muerte el 18 de julio de 1872.
Sí, de acuerdo con archivos de la Cámara de Diputados, a los 66 años de edad falleció por un infarto al miocardio. Luego de ser embalsamado y expuesto a la población, lo sepultaron en el Panteón de San Fernando, en la calle San Fernando número 17 de la colonia Guerrero, en la CDMX, donde aún sigue.
“Ante la tumba, dieciocho oradores pronunciaron discursos. Durante el sepelio hubo cañonazos cada hora, moños negros en los edificios públicos, incontables coronas de flores y llanto general”, cuenta el Congreso de la Unión.
Dato curioso: De acuerdo con Relatos e Historias en México, después de que falleciera Benito Juárez, la viuda del general conservador Miguel Miramón, Concepción Lombardo, decidió exhumar los restos de su marido para llevarlos a Puebla, pues sentía que no podría descansar junto a su eterno enemigo oaxaqueño.
Sor Juana Inés de la Cruz
La mayor representante de las letras mexicanas del siglo XVII, es una de las principales figuras literarias de México y América Latina, pues se enfrentó a las antiguas costumbres e ideas retrógradas de que las mujeres no debían desarrollarse en el campo intelectual.
Sor Juana Inés de la Cruz, autora de la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, murió de cólera el 17 de abril 1695, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), durante una de las tantas epidemias que azotaron la capital de la Nueva España.
De hecho, cuentan los historiadores que meses antes, en un libro de profesiones del convento, escribió lo que debía ponerse en su epitafio: “Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico por amor de Dios y de su purísima madre, a mis amadas hermanas las religiosas las que son y en adelante fuesen, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su madre. Yo, la peor del mundo, Juana Inés de la Cruz”.
Según el cronista Enrique Ortíz, fue entre 1974 y 1981 que investigadores encontraron los supuestos restos y el medallón de Sor Juana Inés de la Cruz en la catacumbas del Ex Convento de San Jerónimo, en la calle Izazaga número 92, en el Centro Histórico de la CDMX.
Peeero, con la finalidad de saber si realmente se trataba de los huesos de la poeta, en 2018 se decidió hacerles un análisis, pues a pesar de que el cadáver tenía una vestimenta poco común entre las monjas de aquellos años, la antropóloga María Teresa Jaén Esquivel señaló a El Universal que “aún no se tenía la certeza” de que fuera así.
Incluso, años antes, en 2011, una bióloga del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, María de Lourdes Muñoz, inició un estudio del ADN de los supuestos restos de Sor Juana para compararlos con los de su hermana y los de su madre, pero el estudio pasó al olvido y nunca se conocieron los resultados.
En fin… Aunque la poeta fue enterrada originalmente en el Ex Convento de San Jerónimo, hoy Universidad del Claustro de Sor Juana, el 18 de abril de 2022, por decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador, sus presuntos restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres.
Ahuitzotl
En 2018, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó que habían terminado con excavaciones e investigaciones en la Ofrenda 174 del Templo Mayor, donde se localizó el Cuauhxicalco, una estructura donde posiblemente fueron sepultados los restos de algunos gobernantes de Tenochtitlán.
Al respecto, en 2022, en entrevista con DW, el director del proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján, indicó que en este sitio encontraron varias ofrendas conformadas por corales, estrellas de mar, conchas marinas y otros restos más; así como el esqueleto de un jaguar vestido de guerrero y asociado con Huitzilopochtli, dios de la guerra azteca.
¡No es todo! En una fosa cercana, igual hallaron una docena de cráneos de niños sacrificados vinculados con Huitzilopochtli; todo esto en una caja rectangular que no ha podido ser excavada por completo, y en la cual los expertos creen que podría encontrarse la tumba del emperador mexica Ahuitzotl (considerado el jefe militar más destacado entre todos los tlatoque mexicas, según Arqueología Mexicana), pues todos los elementos hallados hasta ahora así lo apuntan.
De confirmarse todo esto, y encontrar esta sepultura, sería uno de los mayores descubrimientos arqueológicos del siglo XXI, y de igual trascendencia que el hallazgo de Tutankamón en Egipto.
¿Conocían alguna de estas tumbas secretas que están en el Centro Histórico de la CDMX?