El barrio de Greenwood —en la ciudad de Tulsa, Oklahoma— era conocido como el Black Wall Street de Estados Unidos porque la comunidad afroamericana, descendiente de esclavos y esclavas, había logrado levantar un vecindario que al menos contaba con los servicios que la ciudadanía blanca tenía, pero no por eso dejaba de ser una zona segregada.
Entre la noche del 31 de mayo y la madrugada del 1º de junio en Tulsa ocurrió un hecho que marcó la historia de Estados Unidos —aunque el gobierno en distintas etapas y niveles intentó esconderla o minimizarla, pero se trató de la expresión de discriminación y racismo que ha predominado durante décadas en el país de las barras y las estrellas.
La masacre en Tulsa
Entre el 31 de mayo y el 1º de junio una multitud de personas blancas atacó, saqueó y quemó las casas y negocios del barrio de Greenwood.
Al menos 300 personas murieron y ocho mil se quedaron sin casa —aunque en realidad no hay cifras oficiales de la masacre en Tulsa.
A cien años de esta masacre y en contexto del Black Lives Matter, tres sobrevivientes siguen en la lucha por la justicia y para que agresiones como estas no se repitan en Estados Unidos.
#BlackLivesMatter: El racismo es histórico, es cultural y todos formamos parte de ello
Viola Ford Fletcher, hija de Lucinda Ellis y John Wesley
“Aún puedo oler el humo”. Viola Ford Fletcher es una sobreviviente de la masacre en Tulsa y el 19 de mayo de este 2021 —a cien años de las agresiones— testificó ante el Congreso de Estados Unidos para exigir justicia.
Viola Ford tiene 107 años de edad y aún recuerda el olor del humo que desprendían las casas incendiadas y el temor vivió el barrio de Greenwood. ¿Por qué es necesaria su voz?
Los disturbios en Tulsa comenzaron por una cadena de mentiras basada en la discriminación y el racismo. Todo inició cuando Dick Rowland —un joven de 19 años— tropezó con una chica blanca en un elevador.
En aquel momento se escuchó a la adolescente Sarah Page quejarse, pues Rowland había pisado su pie, pero este quejido desencadenó los rumores, el “temor” y odio contra la comunidad afroamericana.
Hubo quienes aseguraron que Rowland había intentado abusar de Page, lo detuvieron y llevaron preso. Aquel día, para evitar su linchamiento, un grupo de afroamericanos se presentó en el juzgado y la de malas fue que también estaba presente un grupo de hombres blancos exigiendo un proceso contra el joven.
¿Qué sucedió después?
Se desató la violencia y poco a poco una multitud —al parecer impulsada hasta por las propias autoridades de Tulsa— se juntó para atacar el barrio de Greenwood, donde vivían artesanos, comerciantes, profesionistas y hasta personas que pelearon por Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
Esta multitud arrasó contra el barrio afroamericano de Tulsa, dejando como saldo cientos de personas heridas, al menos 300 fallecidos y alrededor de ocho mil personas se quedaron sin un hogar.
A esta agresión le siguió la omisión de las autoridades. Es decir, no hubo arrestos o procesos por la masacre, los y las habitantes de Greenwood no recibieron indemnización y Estados Unidos se encargó de borrar estos hechos violentos de su historia.
Justicia
Pero no pudo hacerlo. Las voces permanecieron y siguieron empujando una lucha por la justicia. Junto con Viola Ford Fletcher hay otros dos sobrevivientes: Lessie Benningfield Randle y Hughes Van Ellis, hermano de Viola.
Hughes, Viola y Lessie, con al menos cien años cumplidos, han comparecido ante el Congreso de Estados Unidos para exigir una reparación económica pero también histórica —con el objetivo también de que estos hechos no se repitan, aún más cuando el racismo sigue latente en este país.
¿Qué pasará con las voces de los sobrevivientes? A cien años de la masacre, un presidente de Estados Unidos ha viajado hasta esta ciudad de Oklahoma… con la promesa de construir la justicia pendiente para la comunidad afroamericana.