Y el ‘No lo sé, Rick’ se escuchó hasta en la Estación Espacial Internacional. Esta semana, las autoridades de Estados Unidos hicieron una extraña propuesta médica que provocó más preocupaciones que alegrías. Resulta que el gobierno de Donald Trump anunció que está metiéndole velocidad a la vacuna contra el COVID-19 y presentaron una fecha estimada de salida en este 2020.
¿Dónde está lo raro? Pues… dieron a entender que llegaría poquito antes de la elección presidencial, en los primeros días de noviembre. Menos de dos meses.
El reporte publicado por el New York Times se basa en una publicación del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) en la que le avisó a las autoridades de los 50 estados del gabacho para que se vayan preparando para recibir la dichosa vacuna.
Las primeras dosis de la vacuna llegarían en los primeros días de noviembre. Justo a tiempo para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
Además, en una carta publicada por los medios estadounidenses, también se puede ver que el CDC le pidió a todas las autoridades locales que ignoraran permisos (o que los hicieran en modo exprés) para poner en marcha las instalaciones de McKesson, una empresa dedicada a la distribución de medicinas. ¿La fecha límite? El primer día de noviembre.
Sobra decir que estas fechas estimadas han levantado serias dudas sobre la seguridad de la vacuna. Ya saben… como casi nunca sucede que los políticos ignoren las dudas de los científicos.
¿Qué se sabe de esta dichosa vacuna veloz?
Sobre la vacuna se sabe poco, en realidad.
La información pública, retomada por el New York Times, habla de dos tratamientos distintos que se están desarrollando en modo exprés y se espera que terminen sus pruebas, a más tardar, en octubre. La primera es la llamada Vacuna A (que parece coincidir con la elaborada por Pfizer) y la segunda es la Vacuna B (que tiene cara de ser de Moderna).
Ambas esperan tener un millón de dosis listas para la fecha prometida de inicios de noviembre.
Eso sí, se espera que la repartición de este tratamiento (que llegaría en un momento crítico para salvar las aspiraciones electorales de Donald Trump) sea únicamente a personas de riesgo y profesionales de la salud. Ya después, con calmita, presentarían un programa más amplio.