Por Diego Castañeda
A estas alturas ya todo mundo sabe del terror post-apocalíptico tipo The Walking Dead que la administración Trump produce en muchos de los políticos mexicanos y, sobre todo, entre las autoridades económicas del país. Parte de este miedo es justificado, ya que el daño, al menos en el corto plazo, que puede sufrir la economía si esas acciones sucedieran sería devastador en la ya prácticamente zombieficada economía mexicana.
Sin embargo, existe la posibilidad de que esos sucesos no ocurran por el tremendo costo que representarían para la misma economía de Estados Unidos y, sobre todo, para muchos de sus habitantes de menores ingresos (un número importante de ellos siendo el mismo electorado de Trump).
De acuerdo a un estudio reciente de Jason Furman y Katherin Russ, el costo de imponer tarifas elevadas a los socios comerciales de Estados Unidos recae de forma más fuerte en las personas de menor ingreso en Estados Unidos (y todavía más sobre mujeres) que experimentan pérdidas de bienestar sustanciales al encarecer sus canastas de consumo (principalmente dominadas por mercancías importadas de ropa, electrónicos y algunos tipos de alimentos).
Estados Unidos obtiene aproximadamente $33 mil millones de dólares de ganancias fiscales por esas tarifas, pero la pérdida causada a los consumidores sería de $27 mil millones de dólares: prácticamente toda ganancia obtenida vía tarifas se ve cancelada por una pérdida parecida del lado de consumo. En el largo plazo, este efecto puede llevar a mayor inflación y menos consumo, una combinación mortal para cualquier gobierno en el mundo; algo así como el fallido y horrendamente tonto plan del Lex Luthor interpretado por Kevin Spacey en Superman Returns.
La política de tarifas de Trump —si llegara a existir— demostraría que el miedo sí es el camino al lado oscuro y que éste lleva al odio y, sin duda, al sufrimiento (al menos dentro la población de menores ingresos de su país y en México); demostraría, además, que las tácticas de terror comercial, lejos de generar prosperidad, bien pueden terminar a la larga por costar su propio capital político. Por este tipo de cosas es que existe una posibilidad real de que las negociaciones comerciales que encabecen México y Estados Unidos sean menos extremas de lo que muchos esperan, pues todos los intereses económicos de los dos lados de la frontera tienen más que perder que ganar.
El mundo no tiene por qué seguir alguna lógica y es perfectamente probable que —a pesar de ser una medida que termine siendo autodestructiva— todo lo que planea Trump pueda ocurrir. En ese caso, el gobierno mexicano y aquellos que participen de la negociación deben poder entender dos cosas con claridad: 1) que la economía mexicana no está funcionando desde hace mucho tiempo porque no se han dado a la tarea de diagnosticar correctamente sus obstáculos para crecer; 2) y que negociar es más fácil desde una posición sólida que lleva tiempo construir. Entrar a negociar en las condiciones que la economía tiene hoy es peligroso, porque la economía mexicana es como la primera Estrella de la Muerte. Tiene una gran falla estructural dentro de ella, que parece invisible para sus comandantes, pero que cualquier impacto directo en ella puede hacer colapsar toda su estructura. Esa falla es la debilidad de sus finanzas públicas.
A estas alturas es tarde para replantear una reestructuración de toda la economía pensando en la negociación del TLC, pero aún estamos a tiempo para hacer un esfuerzo de saneamiento de las finanzas públicas y enlistar a todos los intereses económicos de Estados Unidos a nuestro favor. De no hacer al menos esto, nos encontraremos en la peor situación para negociar, como Rick con Negan en The Walking Dead o Lando Calrissian con Darth Vader en Empire Strikes Back.
***
Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda