Las tensiones entre Corea del Norte y Estados Unidos cada vez más parecen pleito de vecindad, si no es que de arenero en el kinder.

A lo largo de los últimos días, hemos visto cómo las relaciones diplomáticas se encuentran en plena guerra de desgaste… pero de a ver quién amenaza en público más fuerte.

En este caso en particular, comenzó Donald Trump diciendo que toda amenaza a Estados Unidos sería recibida con “fuego y furia”, teniendo en mente la intensificación de pruebas armamentistas de Corea del Norte a lo largo de los últimos meses. Pyongyang no tardó en responder, comentando que se estaba considerando atacar Guam, territorio en el Pacífico con bases norteamericanas.

Algunas horas más tarde, la Fuerza Aérea norteamericana movió bombarderos B1 de Hawaii a la base Andersen de Guam, especificando que estaban listos para pelear, de ser necesario.

Obviamente, la cosa no acabó ahí y hoy, jueves 10 de agosto, el Ejército Popular de Corea le puso fecha a su posible ataque a Guam: mediados de agosto (es decir, en cuestión de unos días).

Como Donald Trump no puede dejar que alguien más tenga la última palabra —o dejar que las negociaciones diplomáticas o estratégicas sean ejecutadas por quienes tienen que ser ejecutadas— ya salió a responder a todo lo que está pasando con Corea del Norte. Y, desde su club de golf en Nueva Jersey, comentó que tal vez su amenaza de fuego y furia no fue lo suficientemente dura; asimismo, “invitó” a Corea del Norte a recapacitar o estará en problemas “como muy pocas naciones lo han estado”.

Tanto dime y direte, tanto ruido y pocas nueces, sería gracioso, si no fuera espetado por personas con acceso a códigos nucleares y órdenes militares directas.

Corea del Norte, seguramente, no tardará en responder.

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