El 18 de julio de 1992 Tool ya había pisado México. Fue en el legendario Iguana’s de Tijuana. Un concierto que en los registros históricos ha pasado completamente desapercibido, como si el show jamás hubiera sucedido. Es por ello que esta noche, la visita de Tool en verdad se puede calificar como la primera vez que el grupo tocaba en México.

Para 1992 Tool no era más que una curiosidad perdida entre los videos de madrugada de MTV. Pocos eran los elegidos a su llamado. Ya en la segunda década del siglo XXI el grupo goza de una nutrida legión de seguidores que literalmente salivan con cada movimiento que hace la banda. Este concierto se antojaba histórico e irrepetible.

Los años de espera finalmente terminaron a las nueve de la noche en punto cuando sonaron los primeros acordes de “Hooker With a Penis”, tema proveniente del álbum Ænima. Las gargantas se desgarraron en un tremendo alarido ensordecedor y la emoción de al fin tener frente a los ojos a Tool, muchos caían en el paroxismo absoluto, saltando, retorciéndose, locos de euforia.

Le siguió “Vicarious”, un tema largo, prolongado, de los grandes favoritos del público que aún no lo podía creer. Ya para entonces era claro que la batuta la llevaba Danny Carey el baterista, quien siempre bajo la luminaria dio cátedra de cómo se tocan los tambores, en este tema, persiguiendo y a veces “sobrevolando” los riffs del guitarrista Adam Jones.

Llegaba ahora “Pushit”. Maynard James Keenan con efectos en la voz y en la oscuridad como siempre. A mitad de la canción hay una parte en la que Danny Carey explota con todo poder sobre los tambores y platillos, haciendo gala de destreza lo que desata los gritos de todo el público. El domo de cobre luce lleno. En la pista aun hay buenos espacios para circular sin problemas. Siguen los buenos visuales que simulan paredes celulares y animaciones varias.

Si en los discos Tool es una máquina de matar, en vivo es una estampida de dinosaurios aplastante. El sonido es impecable y contundente lo suficiente para callar cualquier conversación que distraiga de la música. “Intension” sigue en el setlist. Una intro entre luces moradas y verdes. Ahí sobre el escenario sólo hay cuatro tipos haciendo un escándalo como si fuera una orquesta. Caras y cráneos de luz se asoman tras el escenario mientras figuras humanoides danzan sobre sus cabezas. Imágenes de una “caverna/templo” azul enmarcada (parecido al arte del álbum 10,000 Days). Un largo zumbido introductorio. Maynard, o su sombra, manipula un tablero electrónico que tuerce las frecuencias a placer. De repente vuelan papeles metálicos bajo una luz roja de una estructura en medio de la pista, misma en la que está oculta por unas pequeñas telas una bola de espejos, una disco ball. Este es un tema muy stoner y no tarda en emerger por el aire el olor a petate quemado.

La estructura de luces desciende sobre el escenario, se va yendo para dar paso a la pantalla y los gritos se desatan a los primeros sonidos de “Lateralus”, el tema que encierra la secuencia Fibonacci. Una llama de colores con un ojo enmarca el inicio. Mandalas y fractales se funden en las imágenes. Atrás un cuarteto de chicas gritonas aúllan como si las estuvieran destripando. La emoción las consume como esa misma llama digital. Una espiral (otra pista de Fibonacci) nos lleva hacia un ojo rojo. Un humanoide se empieza a “encarnar” a partir de algo que parecen raíces de un árbol, una doble hélix y partes mecánicas robotizadas. En las sombras la silueta de Maynard con su mini mohawk espera paciente a que sus compañeros terminen de improvisar en esta muy extendida versión de la canción. Retoma la voz y en pantalla el cuerpo se divide en varios, uno sobre los hombros del otro que se golpean la cabeza hasta el infinito. El mismo cuerpo los reintegra dentro de sí hasta que vuelven a caer por la espiral del ojo rojo. Todo un viaje hasta para quienes nunca han experimentado los efectos de la lisergia.

Habría un intermedio de 12 minutos, mismo que todo el mundo aprovechó para ir a descargar la cerveza consumida, sentarse o encontrar a los amigos desperdigados. Al culminar la pausa, formas geométricas se despliegan en pantalla en lo que la gente regresa de lo que esté haciendo. Sin más Danny Carey (que además porta un uniforme completo de los Lakers de Los Ángeles, el equipo de basketball) se arranca con un cover de King Crimson, “B’Boom”. El baterista toca al ritmo de la secuencia y en la pantalla gira una criatura amorfa.

Después del sólo comienzan los primeros riffs de “Jambi” y los gritos irrumpen de nuevo. El guitarrista Adan Jones hace unas notas con vocoder entre volutas de fuego digital que se consumen al tiempo que el bajista Justin Chancellor sostiene las mismas con sus frecuencias graves. El concierto se incendia de nueva cuando irrumpe en nuestros oídos “Forty Six & 2”. Sonidos metálicos como de cencerros dan paso a la melodía de tintes orientales. Ahora la pantalla se coloca frente al grupo. Encerrándolos. Una araña roja pasea por la pantalla y se transforma en un reptil amorfo que se yergue y se vuelve humanoide. Todos cantan a voz de cuello. El riff es hipnótico casi como de música hindú. Danny Carey de nuevo hace gala de golpes diestros y certeros, doble bombo y rápidos redobles.

“Muchas muchas muchas muchas muchas gracias” dice Maynard en la única ocasión que se ha dirigido al público. “Nos vemos el viernes” sentencia para quienes los verán en Veracruz en el festival Cumbre Tajín. “Ænema” comienza entre rayos láser que son repartidos por todo el recinto mediante la bola disco que emerge en medio de la pista. De nuevo Maynard y el público hacen una sola voz durante todo el tema.

Se presagia el final. El coso se cimbra ante los saltos de todo el público al sonar “Stinkfist”. El sonido electrificados, metálicos, anuncian lo que será el último tema de la noche. Criaturas sin piernas conectados por un cable/tripa empanizados de polvo se sacuden a ritmo de los riffs. La pantalla está escalonada lo cual le da un efecto tridimensional a las imágenes que mezclan escenas del video oficial de la rola. Al final el escenario estalla en papeles de plata y oro. Las luces se encienden. Es entonces cuando finalmente se aprecia a Maynard plenamente. Saluda al público y se retira rápidamente. No hay encore pese a que el público permanece en el recinto un buen rato. En la pantalla aparece el letrero que dice “Muchas gracias” y “Tool los ama” despidiendo tantos años de espera en dos horas que, aunque no fueron suficientes, sí dejaron un gran sabor de boca.

Reseña por: @ivannieblas

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