Las negociaciones del TLC están llegando a un punto crítico: en México se vienen las elecciones más grandes de la historia y en Estados Unidos también van a tener uno que otro cambio electoral. Entonces, si no se aplican en esta semana la cosa se les puede poner color de hormiga. “Tenemos una ventana de oportunidad en las próximas dos o tres semanas (…) considerando dos cosas: dónde están las conversaciones ahora y los calendarios políticos”, le decía a Reforma el jefe del brazo de negociación internacional del CCE, que representa al sector privado en la mesa de discusión.

Esperando que el periodo de aprendizaje ya haya terminado, México mandó a sus cartas fuertes —no se rían— para la negociación. Esta semana, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray, el secretario de Relaciones Exteriores pasarán los días trabajando con el representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer y otras reuniones con el director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, Larry Kudlow.

Las discusiones de esta semana son importantes porque —además de la urgencia— hablarán tres temas vitales para la supervivencia del Tratado: el primero, es la propuesta estadounidense de reglas de origen en la industria automotriz; el otro, es la idea de resolver controversias en las cortes gabachas y el último, es el berrinche de Trump de querer renegociar cada cinco años el pacto.

Entonces, vámonos por partes, ¿qué piden sobre la industria automotriz?

La propuesta de Estados Unidos es que el 40 por ciento del valor de los vehículos normalitos y el 45 por ciento de las camionetas sean construidas en áreas con salarios equivalentes a 16 dólares la hora o más. Como se imaginarán, eso es un problema para México porque acá —según Reforma— no llegamos a los seis dólares la hora y los trabajadores de las plantas de autopartes con trabajos llegan a los tres.

La otra idea es intentar mover las disputas de los tribunales internacionales al sistema legal de Estados Unidos. Esta propuesta no le gusta a los mexicanos y menos a los canadienses.

La tercer propuesta de Estados Unidos es una de las más controvertidas. En la mesa de negociación, solamente los gringous quieren crear una cláusula de expiración en el nuevo tratado. Esto, significaría que cada cinco años nos tendríamos que aventar el mismo proceso de renovación. Además, según sus más acérrimos críticos, esta decisión le quitaría certeza a las inversiones de los empresarios.

Entonces, para que las conversaciones avancen, Estados Unidos tiene que ser un poco más flexible. Eso, o que México y Canadá den su brazo a torcer con tal de tener algo firmado pronto. Por eso, a pesar de la urgencia y la necesidad de tener algo listo en las próximas semanas, Reforma dice que “hay una sensación creciente de incertidumbre y pesimismo”, o sea, no es muy alentador.

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Soy Max Carranza y me he pasado la vida rodeado de memes, cultura digital y bastantes horas frente a las pantallas. En el camino me encontré la pasión por abordar los temas sociales más urgentes e intentar...

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