¿Te acuerdas de por qué te fuiste de aquel lugar? Piensa, ese lugar en el que querías construir algo, ese lugar que podía ser una persona, una escuela, una casa. Cuesta trabajo descubrir por qué nos vamos, como si realmente fuera más fácil irse que explicar por qué.

 

Pero no hay que ser tan trágicos, no se podría empezar sin irse. Como dicen por ahí, para escoger hay que renunciar y esa es la cuestión de la mayoría de nuestros asuntos. Cuando nos vamos perdemos pero inauguramos.

 

La cuestión puede siempre ser cómica también y Alejandro Ricaño, director de Más pequeños que el Guggenheim lo sabe muy bien. La obra lleva más de cinco años presentándose y la noche del viernes, al salir de una de las funciones para prensa, él mismo me dijo “que lo que es triste y padre de esta temporada es que es la última. Nos vamos, esto es lo que queda de nosotros y ya es momento de dejarlo. Así que esta es la última oportunidad para verla”.

 

Más pequeños que el Guggenheim es una obra que cuenta la historia de dos amigos que vuelven de Bilbao y nada más. Pero los viajes son de las trampas más queridas de la literatura y sabemos que no importa tanto el hecho de ir o venir sino por qué y cómo. Así que bueno, lo que vemos ahí, en el escenario es qué pasó con dos amigos que vuelven e intentan explicar a través de un obra de teatro cómo fue el viaje y por qué volvieron.

Más pequeños que el Guggenheim

Una obra de teatro de dos amigos que hacen una obra de teatro de dos amigos y en medio de eso, una de las puestas más graciosas que he visto en mi vida. Y sí, hace tiempo que no reía tanto en el teatro, los cuatro actores que suben a tarima han logrado en estos años dominar los papeles y se nota una relación madura entre actores y personajes.

 

Ese humor negro de Ricaño hace que nos podamos carcajear del cáncer y los albinos abandonados, de los tontos bienintencionados y de los homosexuales de closet mientras entre risas, casi sin darnos cuenta, algo terrible se está anunciando en el espectador: sentimos el dolor de la pérdida, de la duda de qué carajos estamos haciendo luego de habernos ido (de ese lugar, de esa persona), de si realmente valió la pena. El miedo de dejar y el miedo de seguir nunca había sido tan gracioso.

 

Además, claro, de una anécdota sinceramente cagada y que nos confronta con nuestras partidas, la obra tiene además un logro que si bien no es más grande que el de contar una buena historia, sí que le da una actitud única a la experiencia: esta obra es un juego inteligentísimo de autorreferencialidad, es decir, formalmente, la manera en que esa buena historia es contada, es magnifica.

 

El juego entre la historia que vemos montada (la que escribió Ricaño), la historia que viven los personajes, y la historia que los actores montan en ese mundo ficticio que ocurre en el escenario borra las líneas temporales a las que estamos acostumbrados y esto, lo más importante, resulta muy entretenido. Tal vez uno de los aciertos más grandes del director sea lograr que este complicado juego resulte tan natural y risible a la hora de la ejecución.

Más pequeños que el Guggenheim 4

Y para hacerlo todavía más interesante, Ricaño me recuerda al finalizar la función que “si bien el cine se puede reproducir a perpetuidad el teatro no y la gente cree que esa es su gran desventaja y no, precisamente esa es su mayor ventaja; cada espectador que ve una obra es un privilegiado de algo que nadie más va a poder volver a ver y eso lo hace tan especial”.

 

Ricaño ha dejado bien claro que el ciclo de la obra está por terminar, ya ha dado mucho y este último empujón y despedida se presenta con todas las ganas del mundo desde luego y como una oportunidad perfecta para que no se pierdan, ustedes lectores, de una de las mejores piezas que se han montado en los últimos años, además de que puede haber un plan para llevarla al cine próximamente.

 

Si alguna vez te has preguntado si valió la pena irse de ese lugar, si para irse hay que ser muy cobarde o muy valiente o si has sentido ese vacío de cuando te das cuenta que somos más pequeños que nuestros sueños, entonces debes ver Más pequeños que el Guggenheim. 

Más pequeños que el Guggenheim. se presenta una corta temporada, hasta el 24 de septiembre, aquí pueden compara su boletos.

 

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