Por Miguel Cane
La mancuerna director/actor creada entre Peter Berg y Mark Wahlberg ha sido una coincidencia bastante afortunada en el aspecto cinematográfico. Sus tres cintas juntos — El sobreviviente, Horizonte profundo y El día del atentado— tienen en común estar basadas en historias reales y, también, el hecho indiscutible de que (quizá esto se deba a la manera de abordar la temática) este trío de cintas es muy superior a otros trabajos recientes de Berg —El reino y, sobre todo, Battleship fueron churros infames, aunque su trabajo en el piloto de la excepcional serie de HBO The Leftovers es muy sólido y ayuda a establecer una inquietante atmósfera en la trama creada por Tom Perrotta y Damon Lindelof—.
En esta película, Berg toma como punto de partida el libro Boston Strong, de Casey Sherman y Dave Wedge, una detallada —y desapasionada— crónica de los acontecimientos ocurridos en esa ciudad el 15 de abril de 2013 cuando los hermanos Tamerlan y Dzhokhar Tsarnaev, residentes estadounidenses de origen checheno, colocaron bombas cerca de la línea de meta del maratón de Boston, causando la muerte de tres personas y heridas a centenares, incluyendo a 16 personas que perdieron extremidades, y cuenta un relato que mezcla realidad y ficción en el mismo tono realista de sus filmes anteriores con Wahlberg. La cinta -a pesar de su propio título original en inglés, Patriots Day– evita en gran medida la tentación de caer en el lugar común de otros filmes estadounidenses que se envuelven en la bandera de las barras y estrellas y muestran a sus protagonistas como perfectos —sí, Michael Bay y Clint Eastwood, les hablo a ustedes— y pierden toda perspectiva buscando dar un discurso pleno de patrioterismo. Por el contrario, Berg, tal como hizo en Horizonte profundo, se enfoca más en retratar la sinergia de una comunidad de hombres y mujeres enfrentando un momento de crisis y que hallan fortaleza en esa unión, más que en un solo personaje heroico.
El film centra su punto de vista en un personaje ficticio, Tommy Saunders (Mark Whalberg, por cierto, nativo de Boston), y de ahí parte para contar las diversas tramas que se entrelazan: el matrimonio que es separado por una de las explosiones, el trágico destino de una joven, la búsqueda angustiosa por un niño perdido: cómo todo el pánico y peligro se mezclan también con una mirada imparcial al descenso de los Tsarnaev a la desesperación y la violencia y cómo esto afecta sus vidas y a quienes los rodean —notable Melissa Benoist, como Karima Tsarnaev (nacida Katharine Russell), la esposa estadounidense de Tamerlan y madre de su pequeña hija, Zahara—.
Es importante notar que Berg se acerca a la violencia intrínseca de esta cinta, de un modo sutil, casi documental, desprovisto de morbo y con una noción estética que ayuda a mostrar el contraste de los dos mundos: el de la gente ordinaria antes y después del atentado. Obviamente, hay crudeza en la narración visual, pero nunca se cae en el exceso, en el sensacionalismo o en el gore gratuito al estilo The Walking Dead. Tampoco se trata de una película sensiblera o con “mensaje” — es más un retrato de los ciudadanos de Boston y cómo reaccionan, cómo se unen ante este momento de terror delirante, haciendo muestra de resiliencia, valor, e incluso, de piedad.
Es este realismo el que imprime Berg, el que salva a su película de ser ordinaria y chantajista (como la horrenda 13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi de Michael Bay, que es vomitiva en su chabacanería) y se acerca más a la labor de cineastas como Paul Greengrass, cuya Vuelo 93 sigue siendo un ejemplo de cómo hacer una cinta de estas características sin perder la atención de los espectadores.
El resto del elenco lo completan apariciones que son casi cameos de actores de la talla de John Goodman, Kevin Bacon y J.K. Simmons, quienes contribuyen a la fluidez de la trama, en sus interpretaciones, ellos sí, de personajes reales que enmarcan la historia y guían su pulso, mientras que la cacería por los Tsarnaev — si tú leíste los periódicos en esos días sabes bien cómo acabó la cosa, pero eso no importa— se convierte en el clímax de la historia que Berg cuenta con solidez.
El día del atentado no es una película ni de acción ni de suspenso. Se trata de un filme a medio camino entre el thriller y el docudrama, que apela al interés humano del espectador, sin dejar de lado una manera a veces frenética manera de mostrar las cosas, para retratar una ciudad, una comunidad y un mundo en estado de shock, con las consecuencias de estos actos, que aún hacen eco en la historia reciente. No es entretenimiento; es una pieza de reflexión y angustia, y es una película sumamente recomendable.
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Miguel Cane es narrador, periodista cinematográfico, crítico y dramaturgo –desde hace 20 años vive de escribir y no se explica todavía cómo le hace. Es autor de las novelas Todas las fiestas de mañana y Corazón caníbal y las obras Somos eternos, Laura Dieste y Almas perdidas. También del inclasificable Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs. Tiene un gato llamado Llewyn y su película favorita es El bebé de Rosemary (Polanski, 1968).
Twitter: @aliascane