Si mi abuela viera el siguiente photoshoot, se espantaría más por los tatuajes que por el desnudo. Tenía una extraña manera de juzgar a los hombres tatuados –“Presidiarios, marinos, infrasociales” (terribles palabras)– con la que secretamente combatí toda mi infancia. Para ella, la palabra mujer y el adjetivo tatuada, no podrían jamás ir en la misma oración.
Me pregunto qué pensaría ahora, si me sorprendiera visitando páginas y revistas como Blick-Gitl Magazine, en cuya portada luce topless la señorita Triinu Kivilaan, una cantante y ex modelo estonia, que tiene, al contrario de mi abuela, una afición especial por los tatuajes.