Mucho ha cambiado en el tema de la salud mental en México desde la época de La Castañeda. El primer centro de atención psiquiátrica del país abrió sus puertas en 1910 para atender trastornos mentales, que incluían —para la época— la prostitución, la homosexualidad y la “imbecilidad”. En nuestros días, hay avances en la desestigmatización del trabajo sexual y de la diversidad sexo-genérica, así como el diagnóstico de trastornos del neurodesarrollo. Sin embargo, hay mucho por hacer para atender la salud mental, desde quienes siguen viendo la salud mental como asunto de “loquitos”, hasta los tabúes relacionados con la atención hospitalaria psiquiátrica.
México apenas se está quitando los complejos alrededor de buscar ayuda tanto psiquiátrica como psicológica. La primera es una especialidad médica que estudia las alteraciones neuroquímicas, incluidas las adicciones. La segunda es una disciplina que estudia el pensamiento y el comportamiento, tanto normal como alteraciones. Ambas van de la mano para un cabal tratamiento y son complementarias.
Pero aún queda el estigma sobre los trastornos mentales que vuelven al tema incómodo. Todavía hay personas que no buscan tratamiento porque “no están locas”, personas que creen que alguna divinidad es la que les habla en la cabeza, o quienes creen que la depresión se quita “echándole ganas”.
Dejar de lado la salud mental tiene consecuencias. Si bien México está alejado del top mundial en tasa de suicidios, es un problema que no deja de crecer. Mientras que en 1994 se reportaron 2,600 suicidios en el país, la cifra llega a casi 6,600 en el 2017, según el INEGI (y seguramente está subregistrada). El instituto también reporta que el 32.5% de los mexicanos se ha sentido deprimido en algún momento, con 10% externando la presencia de sentimientos negativos diariamente.
Los trastornos mentales también marginalizan. No hay cifras certeras, pero muchas personas no reciben tratamiento, son expulsadas de sus hogares y terminan en situación de calle, donde se exponen a una infinidad de amenazas y se vulneran entre sus trastornos y las adicciones.
La CDMX es la ciudad con la mayor atención psiquiátrica hospitalaria en el país, aunque es bastante limitada. Hay estados sin hospitales públicos psiquiátricos como lo es Quintana Roo. En el caso del ISSSTE, no tiene un hospital psiquiátrico en todo el país.
Sin embargo, la atención hospitalaria psiquiátrica en la capital está rebasada. Hay seis hospitales públicos y un pabellón privado que atienden la materia para capitalinos y personas de toda la república hasta los tabúes relacionados con la atención hospitalaria psiquiátrica y requieren instalaciones específicas para atender los peligros que presentan para sí y los demás. En caso de no tener derechohabiencia al IMSS o al ISSSTE, sólo pueden ser atendidos en tres hospitales de la Secretaría de Salud. Si no hay camas, tienen que ser enviados al Edomex a buscar atención.
En muchos países no existen los hospitales psiquiátricos porque los hospitales generales cuentan con unidades psiquiátricas. No es el caso de México. Podría serlo. La Secretaría de Salud podría hacer una inversión para extender la cobertura psiquiátrica en el país. Es momento de dejar atrás el estigma y avanzar a donde podamos hablar de nuestros problemas mentales sin miedo ni rechazo.
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Adrián Montemayor escribe para Apuntes chilangos.
Twitter: @montemx