Los conflictos entre la policía y los ejércitos clandestinos de los traficantes de las favelas han sido el acontecer diario en Río de Janeiro durante décadas. La autoridades, sin embargo, han comenzado una nueva forma de intervención en estos territorios que promete acabar con este sangriento periodo de la historia brasileña. Le llaman pacificación y este fin de semana rindió uno de sus más jugosos frutos.
La pacificación tiene como objetivo preparar a Brasil para ser sede del mundial de fútbol 2014 y de las olimpiadas en 2016. Ya en meses anteriores se habían desarrollado intervenciones de esta naturaleza en algunos barrios de Río de Janeiro y, como era de esperarse, los criminales desplazados corrieron a buscar refugio con sus aliados de favelas vecinas. Tan sólo en enero, fueron pacificadas las barridas de Manguinhos y Jacarezinho.
Este domingo, 590 agentes del batallón de choque de la policía militarizada, 180 marinos y 14 tanques del ejército hicieron su imponente entrada a la zona de Lins de Vasconcelos, sede de nada menos que 12 favelas, y que cuenta en total con unos 15 mil habitantes. La ocupación de la zona entera se logró en 50 minutos sin un sólo disparo, según informaron las autoridades.
Una vez retiradas las tropas de choque, han sido puestas, como en otras ocasiones, unidades pacificadoras con el fin de evitar el retorno de los líderes de las mafias. Hasta la fecha han sido puestas 36 unidades pacificadoras en la ciudad.
Para lograr una reconquista de esta clase, la policía ha optado por dar aviso previo en la zona, dando tiempo de huir a los criminales. José Mariano Beltrame, secretario de seguridad de Río, afirma que ese método es mucho mejor que la intervención sorpresa para proteger a la sociedad civil. Ya en otra oportunidad se encargarán de la captura de capos, en un terreno mucho mejor dominado. Con todo, hasta el momento se han detenido 170 personas, incautado 74 armas y fuertes cantidades de droga.
La policía de Río, comenzando por las tropas de élite, no es en lo absoluto la más popular del mundo. Entre los pobladores siguen presentes los múltiples casos de exceso y tortura que han tenido lugar desde 2009, cuando los operativos de recuperación de territorio comenzaron de forma intensiva.
La ocupación militar de las calles por parte de las unidades pacificadoras también representa motivos de sospecha. La tranquila ocupación tuvo lugar en el marco de un Río preocupado por el último de los excesos realizados: la reciente tortura y asesinato de un albañil por parte de la policía en julio pasado.
¿Hasta qué niveles está dispuesto un estado a presionar por todos los medios posibles para lograr una imagen de paz y estabilidad en vísperas de un evento deportivo de tales magnitudes? México ya conoce esa respuesta.
Vía: La Jornada edición impresa