En 2011, una macaca conocida como Naruto tomó la cámara del fotógrafo galés David Slater y accionó el artefacto en repetidas ocasiones ante su propio rostro. Tras recuperar su equipo de trabajo, Slater se dio cuenta de algo increíble: el primate se había sacado una serie de selfies espectaculares con la selva de Silaweis, Indonesia, como fondo. Las instantáneas fueron publicadas en un libro llamado Wildlife Personalities y el crédito de las fotos se lo llevó el dueño del dispositivo. Fue ahí cuando empezó una disputa legal. La organización defensora de los derechos de los animales, PETA, demandó a la compañía que publicó el libro y al retratista, después de considerar que los derechos de autor le pertenecían a Naruto.
La organización no gubernamental buscaba que simia fuera declarada “autora y propietaria de sus propias fotografías”. En enero de 2016, un juez de San Francisco falló en contra del simio, toda vez que no había “indicación de que ellos (los animales) estén amparados por la Ley de Derechos de Autor”. PETA no se quedó con los brazos cruzados y apeló la decisión argumentando que, de alguna manera, Naruto debía beneficiarse. Esta apelación también fue desestimada, aunque el fotógrafo David Slater accedió a destinar 25% de los ingresos futuros que genere la selfie de la macaca a organizaciones de caridad “dedicadas a la protección del bienestar o hábitat de Naruto”.
El caso, sin duda, ha generado un gran debate. David Slater, quien se asume como ecologista, aseguró que invirtió mucho tiempo y esfuerzo —tuvo que ganarse la confianza de los monos— para conseguir la fotografía, por lo cual, podía reclamar los derechos de autor. La organización no gubernamental indicó que se tienen que extender estos derechos fundamentales a los animales. A través de un comunicado conjunto, ambas partes señalaron que este caso “aborda importantes e innovadores asuntos respecto a la expansión de los derechos de animales no humanos”. Al parecer, esta fue otra victoria para el ser humano.