Por Ricardo Quintana Vallejo

Hay veces que no queda más remedio que reír. Ante la frustración de gobiernos que toman malas decisiones y de no poder defenderse, no queda más que reírse. Y es que la risa es una forma de resistir cuando se agotan otras opciones. Pero el humor no siempre es un respiro para los débiles o un ataque a la autoridad, el humor es también un arma de los poderosos, para hacer inteligible aquello de lo que no se “debe” hablar. El humor también sirve para hacer amigos, empezar conversaciones, coquetear, etcétera. Pero dos casos de la semana pasada —el del youtuber PewDiePie y el del anuncio de Súper X— me han llevado a preguntar: ¿de qué se vale reírse?

¿Sólo un chiste?

Felix Kjellberg, PewDiePie, tiene una cantidad ridícula de suscriptores en YouTube. La magnitud de su alcance mediático es difícil siquiera de imaginar. Basta con decir que, si Felix tiene algo que decir, docenas de millones de personas en todo el mundo se enterarán. La premisa del canal de Felix es simple: una persona agradable y carismática juega videojuegos, hace una broma de vez en cuando y comparte algunos aspectos de su vida personal. Para Felix resulta particularmente chistoso bromear sobre el Nazismo, como lo puso en evidencia un artículo del Wall Street Journal.

En un video, sonriente, Felix porta un uniforme militar al mismo tiempo que reproduce un video de Hitler. En otro, Felix les paga a dos muchachos en India para que muestren un letrero que dice “Muerte a todos los judíos” [Death To All Jews]. Y, como estos dos videos, Felix tiene nueve en total.

Después del artículo del Wall Street Journal, Felix tuvo toda clase de problemas con sus patrocinadores. Y se disculpó, diciendo que el objetivo del letrero era comprobar que se le puede pagar a cualquier persona en el mundo para decir cualquier tontería, sin importar qué tan terrible es la tontería. El mensaje, explica Felix, podría haber sido cualquier mensaje, lo importante era que el letrero fuera provocador. Además, Felix explica que para él no hay temas de los que no se puede bromear; para Felix no es lo mismo decir “Death to All Jews” de broma que decirlo en serio.

Tal vez no es lo mismo incitar a la violencia —y celebrar un genocidio— de broma que hacerlo en serio, pero el hecho es que hay consecuencias reales a esta clase de humor. Para empezar, muchos grupos fascistas apoyan abiertamente a Felix. Sus videos convierten un tema tabú, el genocidio, en algo normal. No para prevenirlo, sino para banalizarlo, como si los discursos de Hitler y los videojuegos fueran igual de mundanos.

¿El humor divide?

Pero, sobre todo, establece quién es cool y quién no. Si no te ríes del chiste de Felix, seguramente eres obtuso, demasiado sensible o exagerado. La norma es, entonces, reírse del holocausto, porque la alternativa es no pertenecer.

Hay muchos chistes que sirven para que un grupo se burle de otro. Si un chiste no te da risa, seguramente es porque no perteneces a ese grupo. Así, el humor sirve para confirmar de qué grupo eres miembro y para mantener a la gente que no pertenece fuera de él.

Los hombres de la India, sin camisa ni noción del mensaje en su letrero, son parte del chiste. Un hombre blanco europeo inmensamente rico puede hacer que dos hombres de color hagan lo que quiere —y ni siquiera tiene que gastar mucho dinero para lograrlo.

Quien se ríe del chiste de Felix, confirma que pertenece al grupo de Felix. Ve a estos hombres como algo ajeno, ve el sufrimiento que causó (y causa) el antisemitismo como algo ajeno. Tal vez es más fácil decir que se puede bromear de cualquier tema cuando hay pocos chistes que te pueden ofender. Es más fácil reírse de un chiste ofensivo cuando perteneces a un grupo privilegiado y el chiste no te saca de tu círculo de amigos.

El humor puede ser una herramienta de los poderosos. Alguien quiere ofender, exponer sus inclinaciones fascistas, pero usa el humor para poder hablar de lo que no se debe sin tener que hacerse responsable. Y luego dice: es un chiste, ¿por qué se ofenden?

¿Y qué pasa con el anuncio de Súper X?

El anuncio muestra un “héroe” que usa su telequinesis para levantarle la falda a una chica. Esto frente a un metro que necesita tener dos vagones exclusivos para mujeres con el objetivo de evitar acoso sexual.   

Es una característica del personaje y, tal vez en el contexto de la serie —que no he visto—, tenga una razón de ser. Pero el hecho es que, como el chiste de Felix, establece quién está adentro y quién está afuera del grupo. Establece una jerarquía social en la que, si te ríes, perteneces.

Las mujeres a quienes les han intentado levantar la falta probablemente no se reirán. Tal vez se reirán las personas que se benefician del acoso callejero porque lo llevan a cabo, porque les gusta saber que podrían llevarlo a cabo (aunque nunca lo han hecho), porque les parece normal o porque no les ha tocado.

Entonces, en lugar de preguntar si se vale o no reírse, propongo la pregunta: ¿a quién beneficia el chiste? Y, con la respuesta en mano, ¿sí me quiero reír?

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Ricardo Quintana Vallejo es crítico cultural y traductor. Actualmente estudia el doctorado en literatura comparada de la Universidad de Purdue.

Twitter: @quintanavallejo

Sobre Alocado y dislocado: Nuestras identidades (condición socioeconómica, género, sexualidad, nacionalidad, raza), tanto individuales como colectivas, están en constante cambio. Los mexicanos somos versátiles; replanteamos el valor de nuestra historia, cultura y literatura constantemente. Nuestras identidades nos dan mucho de qué hablar. En Alocado y Dislocado ofrezco el análisis de temas actuales y de nuestros símbolos, de nuestras posibilidades identitarias en este momento, desde la dis-locada perspectiva de un mexicano queer en el Midwest estadounidense.

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