Parece que el Gran Premio de Japón nunca debió correrse. Primero corría peligro por la erupción del volcán Ontake y luego gracias a un tifón llamado Phanfone la situación comenzó a agravarse, pero los organizadores no desistieron y la carrera se llevó a cabo entre mucha desorganización y un accidente muy grave.
Cuando se corría la vuelta 43 en Suzuka, todo parecía estar bajo control, restaban siete vueltas para terminar la carrera y para que los contratiempos no fueran más que eso, una anécdota. Pero en el siguiente giro, Adrian Sutil sufrió un accidente que provocó la entrada de una grúa que se llevaba el monoplaza y que al final provocaría el peor accidente del año.
Después de que el piloto de Sauber perdiera el control de su auto en la curva siete, una de las más peligrosas del circuito, Charlie Whitting optó por no mandar el safety car, sino simplemente sacar banderas amarillas para que los conductores tomaran sus precauciones, pero algo falló.
Tal como sucedió con Sutil, el MR03 de Marussia tuvo aquaplanning y perdió el control total del mismo; para su mala fortuna no pudo con la inercia misma y terminó a gran velocidad debajo de la grúa, golpeando su cabeza contra ella y dejándolo con un estado de salud crítico.
Parece que todo esto pudo evitarse, aunque Niki Lauda diga lo contrario. La carrera empezó mal y terminó peor. Desde las condiciones climáticas hasta las malas decisiones de parte de los de pantalón largo, todo, todo estuvo mal en Japón y gracias a los contratos millonarios, a la televisión, al dinero.
Hoy la categoría reina del automovilismo tiene un problema del cual parece no saldrá muy fácil. La vida de un piloto está en la cuerda floja y parece nada importar. El equipo ha preferido mantenerse al margen, aunque se sabe que el presente es poco alentador para el francés.
#FuerzaJules
