Sabemos que ya has visto miles de ensayos sobre la vida de Octavio Paz, de su esposa, de sus amigos, de sus hijos, etc… pero tal vez ni siquiera sabes por dónde empezar a leerlo porque te han dicho que su obra es gigantesca y que sólo algunos la entienden. Pues estás en el lugar adecuado, aquí te guiamos por tu primera vez con Paz.

Para algunos, el poeta más grande de los últimos años: Paz el Premio Nobel, Paz el Hechicero de la Palabra, el embajador, el intelectual mexicano por excelencia. Para otros: Paz el que elogiaba a Zedillo, Paz el de Televisa, el cacique cultural.

Así es que, si ustedes quieren, pueden darse un clavado por las peleas y críticas de los ensayistas de Paz y encontrarse con una galaxia de opiniones pero, la verdad, antes de meterse en esos problemas (o por lo menos al mismo tiempo) deben leer sus obras.

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Octavio Paz posando // Foto de Richard Franck Smith

Sabemos que una figura como la de Paz intimida. Así lo han construido, así nos lo han presentado —finalmente es nuestro único premio Nobel de Literatura—,  y así nos dan sus textos en la secundaria que son los más importantes, para algunos, pero los menos adecuados para ese momento de nuestra vida y terminamos por aventarlos lejos.

Así que, aprovechando los reflectores de Paz, aquí les decimos cómo pueden empezar a leerlo sin hacerse bolas, ya después ustedes sabrán hasta dónde quieren llegar.

Primero que nada, Paz no es incomprensible pero, como todo buen poeta, escribe con una maestría gigantesca, lo cual da como resultados poemas o ensayos de gran profundidad pero, afortunadamente, de sencilla belleza también. Por ejemplo, ese Paz, el mismo Paz que nos pintan como inalcanzable o reservado para algunos escribió este pequeño poema, sencillo y poderoso:

Árbol adentro

Creció en mi frente un árbol.
Creció hacia adentro.
Sus raíces son venas,
nervios son sus ramas,
sus confusos follajes pensamientos.
Tus miradas lo encienden
y sus frutos de sombras
son naranjas de sangre,
son granadas de lumbre.
Amanece
en la noche del cuerpo.
Allá adentro, en mi frente,
el árbol habla.
Acércate, ¿lo oyes?

Podemos ponernos a deshacer el texto y tratar de explicar sus metáforas, relacionarlas con la tradición poética y con los demás trabajos de Paz pero creo, sopicuates, que, más bien, eso que sintieron al terminar de leerlo dice suficiente.

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Paz tirando rostro en su juventud.

Como ven Paz escribió de todo y para todos. A su obra se puede llegar por muchos flancos y conforme avancen, se darán cuenta de los increíbles ecos que los poemas hacen entre ellos. Entre más lean a Paz, más cuenta se darán de sus obsesiones por la dualidades, el lenguaje, lo mexicano o el tiempo cíclico, pero no teman, apenas empezamos.

Empecemos por “Las palabras” un poema que denota, tanto la fuerza expresiva de Paz, como su obsesión (de amor/odio) con el lenguaje. Todos los poetas entablan una relación especial con el verbo, después de todo es su vehículo expresivo, pero sólo los mejores —y entre ellos se encuentra Octavio Paz— logran dominarlo por momentos y darle su propio perfil.

Las Palabras

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.

Después de este poema ya empezamos a darnos cuenta de que el mundo poético de Paz tiene muchas caras, muchas de ellas muy amenas.

Vale la pena, también, entrarle al poema en prosa “¿Águila o Sol?”, el texto que abre la colección es “Trabajos del poeta”. Muchas veces este poeta se dedicó a pensar la poesía desde su propio horizonte cultural, y “Trabajos del poeta”, con su lenguaje plástico y explosivo, es una muestra acabada de ello.

Ya que estamos ahí, podemos conocer una de las dimensiones más interesantes del poeta: su influencia surrealista. En el mismo libro se puede leer “Mi vida con la ola”, una suerte de relato surrealista que nos lleva a un vaivén de imaginación y poesía.

Cuando dejé aquel mar, una ola se adelanto entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando. No quise decirle nada, porque me daba pena avergonzarla ante sus compañeras. Además, las miradas coléricas de las mayores me paralizaron.

Acá pueden leer el texto completo.

Las palabras obsesionaron a tal punto a Octavio Paz, que incluso lo que entendía sobre el amor estaba manchado de palabras. Para ello podemos leer el breve poema “Tu nombre”, en donde la nominación pesa sobre el poeta casi como un conjuro.

Tu Nombre

Nace de mí, de mi sombra,
amanece por mi piel,
alba de luz somnolienta.

Paloma brava tu nombre,
tímida sobre mi hombro.

No hay mejor forma de conocer la concepción del amor de Paz que con su gran ensayo “La llama doble”. Aquí el poeta explora el amor bajo una de las ideas que nunca pudo sacarse de la cabeza: la dualidad. “El mundo nace cuando dos se besan”. El amor es nacimiento, deseo de vida; pero en su dimensión más intensa y salvaje también es deseo de muerte. Para Paz, el amor y el erotismo resumen la dualidad del mundo (bien y mal, cielo y tierra, vida y muerte, etc.).

Aquí está el ensayo.

Y ya que estamos en la prosa ensayística de Paz, no podemos dejar fuera su libro más conocido: “El laberinto de la soledad”. Este ensayo de estilo magistral se inserta en la tradición de textos que tratan de definir al mexicano. Somos hijos de la guerra, de la discordia y de la conquista; tanto en la llegada de los españoles a Tenochtitlán en 1521, hasta su partida en 1810. Tal vez por ello, pocos pueblos como el nuestro han creado una tradición tan sólida que se pregunta: “¿qué somos?”.

“El laberinto de la soledad” es la respuesta de Paz a esa interrogante.

Leída y combatida por muchos, la visión de Paz no deja de tener un fondo doloroso que cuesta digerir: “La mexicanidad es una manera de no ser nosotros mismos, una reiterada manera de ser y vivir otra cosa”. Se puede decir que su visión es incompleta, o que no hay una sola forma de ser mexicano, pero su ensayo no deja de tener una presencia poderosa en nuestras imaginaciones y concepciones del mundo.

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Octavio Paz recibiendo el Premio Cervantes de la mano del Rey Juan Carlos de España. // Foto de Quim Llenas

El otro lado de la concepción del mexicano y la dualidad sagrada de Octavio Paz se encuentra en el poema largo “Piedra de sol”. Escrito con una maestría insuperable, este extenso y complejo poema rescata imágenes tradicionales de “lo mexicano” para hablar de una sacralidad atemporal —o cíclica— que se desdobla en el verbo y la dualidad.

Lo pueden leer acá.

Para acabar nuestros primeros pasos por la obra de Octavio Paz, vale la pena rescatar lo más experimental de su producción.

Su larga trayectoria como escritor le permitió abarcar muchos géneros y formas poéticas a lo largo de los años. De ahí nace “Blanco” un poema multidimensional que por su estructura editorial permite varias lecturas. Es difícil definir “Blanco”, pues contiene muchos de los elementos más destacables de la poesía de Paz, pero si tuviéramos que hablar de este poema en pocas palabras diríamos que es la muestra más acabada de Paz y su obsesión por el lenguaje y el tiempo cíclico.

Este poema es increíble y Conaculta ha hecho una app súper buena del poema que pueden descargar gratis aquí.

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Captura de pantalla de la app “Blanco”

Entrar a la obra de Octavio Paz es mucho más fácil que salir de ella. Si te da curiosidad saber más sobre el Nobel mexicano no está demás revisar algunos de estos textos. No representan toda la obra del maestro, ni siquiera simbolizan lo que podríamos llamar “lo mejor”; pero sí que construyen una buena ruta para aquellos que se quieren adentrar en la obra de este escritor.

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