Participar en una guerra cambia la existencia de cualquiera. El modo de ver la vida, la manera en la que se afrontan los problemas y cómo se piensa. ¿De qué forma el convivir diario con la tragedia y la muerte se marca en un rostro humano?
Esta pregunta siempre fascinó a Claire Felicie, fotógrafa holandesa que retrató los rostros de 20 infantes de marina que participaron en la guerra de Afganistán. Las imágenes corresponden a su participación antes, durante y después del conflicto armado.
Felicie tuvo la idea de este proyecto cuando su hijo de 18 años se unió a la Infantería de Marina, pues tenía deseos de ir a Afganistán. Al final su vástago nunca viajó a la zona de conflicto, pero ese tiempo de duda sirvió para que la fotógrafa se planteara qué tanto puede cambiar nuestra vida el vivir una experiencia guerra.
De la primera a la tercera foto de estos soldados holandeses sólo pasaron 12 meses, sin embargo, los cambios en los rostros de algunos son evidentes.
El primer contacto de la cámara de Felicie con los infantes fue en una base en Holanda. Seis meses después volvió a encontrarlos en Afganistán, cuando volvían de un patrullaje empapados de sudor y sólo unas semanas después de haber perdido a dos de sus compañeros a causa de una explosión.
En estas fotos es evidente el bronceado y el surgimiento de pecas a causa del abrasador sol afgano.
Ya en la tercera toma, tres meses después en Holanda, los rostros cambiaron. Quizá no con la aparición de nuevas arrugas o alteración en los rasgos, pero algo en los gestos es diferente.
¿Madurez? ¿El peso de haber visto de cerca el infierno de una guerra?
“Ellos decían que estaban bien, pero luego los miré a través de la cámara. Cuando se sentaron, no dijeron nada, y yo tampoco dije nada, fue entonces cuando vi que sus caras habían cambiado”, comentó la fotógrafa.
Aquí algunas imágenes de este proyecto que formará parte del libro Here are the Young Men, por publicarse en el 2013:
