La Biblioteca Vasconcelos luce espectacular. Este esqueleto de donde todo cuelga no podría ser mejor sede para la celebración de los veinte años de editorial Arquine. Pasada una década de su construcción, lo que hoy se ve entre sus enormes marcos de concreto y su impresionante estructura de acero no es el rastro de las airadas discusiones que lo satanizaran en su momento, sino gente de todas las edades, identidades y procedencias, caminando por sus pasillos, colmando las butacas con sus libros o usando las computadoras. Y al ver esto es difícil no preguntarse cuántos años necesitan pasar para poder ver el éxito de un proyecto o, mejor, si hay un tiempo propio de la arquitectura.
Lo que sí pasa este verano es que la editorial Arquine cumple veinte años, y se posiciona como una de las revistas más longevas de la historia de la arquitectura mexicana. Superada tan sólo por Arquitectura México —que produjera el gran Mario Pani y que entre 1938 y 1978 publicara 119 números—, las 80 ediciones de Arquine, que desde su fundación ha logrado un tiraje trimestral, se antojan como un digno sucesor. Pero Arquine no es sólo eso, como explica su director y fundador Miquel Adrià, primero en tomar la palabra en este evento: Arquine es también 130 libros, un programa de radio, un concurso anual de relevancia internacional, un congreso que cada año reúne en la Ciudad de México a las personalidades más destacadas de la arquitectura mundial, un blog, un par de programas de posgrado y una serie de charlas públicas conocidas como jams, en donde figuras de las más distintas disciplinas participan para activar un debate que es hoy en día tan pertinente como siempre.
Además de la introducción de Adrià hablan, también, Alberto Kalach, autor de la Vasconcelos; Mauricio Pezo, arquitecto chileno y fundador, junto con Sofía von Ellrichshausen, del despacho Pezo von Ellrichshausen; y Carlos Jiménez, profesor de arquitectura en la Universidad de Rice en Houston y jurado del premio Pritzker, el Nobel de la disciplina, de 2001 a 2011. Aunque todos tocan temas distintos, en el centro de todas las charlas hay alguna pregunta común que está escondida entre líneas: ¿cuál es la relación entre el espacio y el tiempo?, parecen querer decirnos. Y luego, ¿cómo proyectamos, qué lanzamos hacia delante? Y aún más, ¿cómo lo recordamos, cómo lo documentamos?
Para responder, Alberto Kalach habla del dibujo como herramienta de diseño y Mauricio Pezo, por su parte, de lo que implica proyectar. Para los dos hay una idea que se convierte en realidad, pero ambos se dan cuenta que ni la idea llega entera al dibujo, ni el dibujo pasa inalterado a la realidad. “La arquitectura es un problema en sí mismo,” dice Pezo, “en donde hay un balance entre lo que se puede controlar y lo que no”. A esta reflexión yo agregaría que es también un problema de traducción entre lo posible y lo factible. Así, más allá de las necesidades particulares de cada espacio, hay una pregunta sobre cómo la materia está atravesada por los discursos. No sólo se trata de preguntar qué dice la arquitectura, sino también qué decires se materializan en ella. ¿Quién hace la arquitectura? y ¿dónde acontece?
Por su parte, Carlos Jiménez busca hacer un paralelismo entre lo que pasaba hace 20 años, en 1997, y hoy. “Hace 20 años se inauguraba el Guggenheim,” dice, “y también moría Aldo Rossi”. Habla Carlos de esto porque, para Rossi, la arquitectura no podía escapar de la tipología; es decir, de su propia historia. La arquitectura es necesariamente una reflexión sobre sí misma, por lo que un museo es, al mismo tiempo, todos los museos. La vastedad de los libreros en los alrededores nos lo confirma: acá en el Chopo están empalmadas desde Alejandría hasta la biblioteca del Trinity College de Dublín, pasando por todas las librerías de viejo, las mesas de novedades y cualquier anaquel en donde haya habido libros.
Lo que vemos, por tanto, no es la materia-en-sí, sino su devenir histórico. Pero, al mismo tiempo, ¿qué es la historia si no el día a día? ¿Y cómo es que el día a día se convierte en historia si no es a través de su documentación? ¿Y entonces no es la documentación, en tanto archivo, la historia misma? El devenir histórico es también la documentación, la generación de su propio archivo. Y las revistas, lo que hacen, es archivo.
En la sesión de preguntas toma la palabra Daniel Goldin, director de la biblioteca. En un comentario breve habla de la multiplicidad de los tiempos que concurren en la biblioteca en todo momento. Está el tiempo inmediato del usuario ocasional y el cíclico del que viene a trabajar a diario, como está también el tiempo perenne de la institución y el completamente histórico de los libros que nos rodean. Está, también, el del edificio —o los edificios— siempre ahí, como mudos e inmóviles testigos de estos distintos aconteceres. Y para que luego nos acordemos de él y de ellos, alguien tiene que discutir esos acontecimientos y edificios, y luego narrarlos. Tal vez para eso están las revistas: para que los acontecimientos se conviertan en historia, y luego eso se discuta y a su vez se proyecte.
Y mientras nos despedimos todos y se van apagando las luces de la biblioteca detrás de nosotros, me doy cuenta de que eso es lo que hay en las páginas de Arquine: fragmentos de historia.
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Joaquín Díez-Canedo N. es arquitecto por la UNAM e historiador de la arquitectura por The Bartlett School of Architecture, UCL.
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