En el panteón de las bandas que han dejado huella indeleble en el Rock, son muchos los nombres que a través de las décadas siguen resonando de una u otra manera. Dentro del mundo de los pioneros de la música pesada hay un puñado de titanes que le dieron forma a una nueva manera de hacer música por medio del volumen, la distorsión y el ataque literal a los instrumentos como una forma de hacer cimbrar nuestros instintos más básicos y primitivos.

Led Zeppelin, Deep Purple, Grand Funk Railroad, Jimi Hendrix, Cream son los nombres de estos artífices de lo que hoy se conoce como Heavy Metal. Su estatus de leyendas hoy en día es innegable y su música sigue vigente. Ayer en México tuvimos ante nosotros a una banda de ese calibre, una de esas entidades mitológicas que remueven sentimientos oscuros y los convierten en una forma de expresión que conecta con millones de personas: Black Sabbath

Este fue el concierto de Metal más importante de la historia de México. De ese tamaño era el deber cívico y patriótico de no faltar a este compromiso indiscutible con el Rock.

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Me explico: Black Sabbath había posado sus alas tenebrosas en México en tres ocasiones. La primera en 1989 en un momento nada bueno para la banda, con una alineación en la que el único miembro original era Tony Iommi y para colmo las autoridades de las ciudades de León y San Luis Potosí, con una mentalidad arcaica y retrograda, propia de los años ochenta mexicanos, cancelaron el show argumentando que si Black Sabbath tocaba “la ciudad quedaría Satanizada”. La segunda vez regresaron en 1992 al Palacio de los Deportes, ya con Geezer Butler de regreso en el bajo, pero con Ronnie James Dio en la voz y Vinny Appice en la batería, en la cual sólo interpretaron cuatro temas emblemáticos de la época inicial de su carrera, lo demás se restringió a los discos grabados por esta alineación. La misma alineación estaría de nuevo en el Auditorio Nacional en 2007, ahora bajo el nombre de Heaven & Hell, show en el cual las canciones de la era de Ozzy Osbourne fueron ignoradas olímpicamente. Por su parte el Príncipe de las Tinieblas en las ocasiones que nos ha visitado las canciones más socorridas y las que más prendían al público eran justamente las que había cantado junto a Black Sabbath.

Por lo tanto desde el anuncio de la reunión de la alineación original de Black Sabbath (truncada después por la salida-despido del baterista Bill Ward), la emoción por verlos sacudió al mundo entero. Aun más cuando se anunció que habría gira por Latinoamérica y que México estaría dentro de los shows contemplados. El hecho de tener a Ozzy, Tony Iommi y Geezer Butler en un mismo escenario, en tierra nacional, tocando las canciones que los han convertido en los Padres del Heavy Metal, por supuesto que es un hecho histórico en los anales de los conciertos en México y del género metalero.

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Generaciones enteras se dieron cita en esta comunión de música pesada. Jóvenes de todas las edades biológicas y mentales quienes en menos de 20 minutos antes de la hora pactada ya habían llenado el Foro Sol. Hoy más que nunca el color negro oscureció el atuendo de los asistentes, fue uniforme de gala.

En punto de las ocho de la noche, bajo un cielo ennegrecido y aire frío, Megadeth serían los encargados de calentar el ambiente de una noche inolvidable . Un público que mayoritariamente iba a ver a Black Sabbath (y que además ha tenido la visita de Megadeth casi cada año ya) recibió a la banda respetuosamente, a pesar del mal sonido durante los tres primeros temas. “Hangar 18” estaba estrenando afinación más grave, para darle oportunidad a la voz de Dave Mustaine de no desafinar ni esforzarse tanto. El baterista Shawn Drover hizo una gran demostración de principio a fin de lo que es estar en la mejor chamba del mundo, pues estaba echando la güeva de la manera más sabrosa, con unos golpes suaves ayudados desde consola con volumen, y esto se reflejaba en que la gente no estaba conectando con el grupo, aún en tracks como “Wake Up Dead” e “In My Darkest Hour”. “Hello México” dice Dave Mustaine antes de comenzar con uno de sus nuevos temas, “Kingmaker” del polémico Supercollider, la cual estuvo acompañada de buenas gráficas en pantallas. Curiosamente el único que estaba vestido de blanco en todo el coso era el propio Mustaine. Dave Ellefson y Chris Broderick intercambiaban lugares con una perfección casi coreográfica. Así fueron sonando “Sweating Bullets”, “Tornado of Souls” (en la que Drover encima se dio el lujo de equivocarse y hacer un break completamente atropellado en la batería), “She-Wolf” y la aclamada “Symphony of Destruction” con ese coro argentino ahora mexicanizado como “Megadeth, a güevo, Megadeth”. El grupo se despidió con “Peace Sells…But Who’s Buying” y “Holy Wars…The Punishment Due” en apenas una hora de show que pasó casi desapercibido para los fans que ya aguardaban ansiosos la llegada de Black Sabbath, mas no así para quienes Megadeth se convirtió en un valor agregado en este histórico show.

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15 minutos antes de la hora que se había anunciado oficialmente, Ozzy Osbourne, detrás de una manta oscura en la que brillaban dos demonios que han sido parte del logo de Black Sabbath, invitaba a la gente a gritar mientras sonaban las sirenas que anunciaban el arribo de “War Pigs”, crucial tema antibélico que serviría para incrementar la emoción del público. Ahí estaban ellos, los dioses míticos, los progenitores de todo lo pesado: Ozzy, Tony, Geezer, acompañados de Tommy Clufetos en la batería. El tema hizo cimbrar todo el Foro Sol y la piel se enchinaba al escuchar a miles de personas corear la parte final del tema. “Nos tomó mucho tiempo estar aquí pero finalmente llegamos” nos decía Ozzy al finalizar la canción.

Los fans de la banda tendrían dos tremendos regalos en bandeja de plata cuando continuaron con “Into the Void” (en la cual Ozzy nunca le encontró el tono correcto a la voz) y “Under the Sun/Every Day Comes and Goes”, considerados dos de los temas más pesados de su discografía, así lo demuestras las decenas de covers grabados por las bandas más oscuras del género. Imágenes blasfemas, aparecen en pantalla: monjas semidesnudas, enloquecidos dementes lastimando Cristos, imágenes sacras y cruces ardiendo; sí, aquello en verdad se estaba convirtiendo en un Aquelarre. Proseguían con “Snowblind”, tema alusivo al estado de “pérdida de la vista” por la inhalación masiva de cocaína, compuesta durante esa era de la banda en la que el polvo blanco contaba como parte del presupuesto discográfico. Imágenes de la droga desfilaban en la pantalla así como de un enloquecido Ozzy. Para los atentos, en una fracción de segundos, la cara de Bill Ward, baterista original, se asomó en esas imágenes de un clip tomado del video de “Sabbath Bloody Sabbath”. Quizás un guiño hacia el señor o un escarnio hacia su condición “inadecuada” que le “impidió” estar presente en esta gira.

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Tommy daba la indicación en los tambores y Ozzy anunciaba que tocarían algo de su nuevo álbum, “Age of Reason”. Álbum que los regresaría a los primeros lugares de ventas después de 42 años. A pesar de ello, el público nacional parece no responder a los riffs del tema. Ozzy intenta prender a la gente haciendo que muevan los brazos o griten, flanqueado por Geezer y sus enormes manos, y Iommi enfundado en su gabardina de piel negra. Uno zurdo y otro diestro hacen un gran conjunto visual. Durante el sólo del guitarrista Ozzy se arrodilla ante él y le hace reverencias, mismas que arrancan sonrisas del Riff Lord. No suficiente con ello Osbourne gatea hasta donde está Geezer quien no puede contener la risa de ver a su compañero ahí a rastras y haciéndole muecas, quien además tras anunciar los títulos de algunas canciones hacía un “cu-cu” como denotando su propia demencia.

Uno de los momentos cumbres de la noche fue cuando Ozzy anuncia que tocarán un tema “escrito hace muchísimos años, cuando todo esto comenzó”. Campanas, lluvia y truenos anunciaban el inicio de la misa negra, el Sabbath Negro que iniciaría todo con el tritono maldito, tres notas que cambiarían la historia de la música para siempre: “Black Sabbath”. Durante los versos, el silencio era casi fúnebre. Toda la gente estaba atenta al ritual que se estaba oficiando desde el escenario. En la parte final por fin la gente enloqueció; saltaban, gritaban y volaban las matas por doquier. Tony Iommi haciendo un estupendo solo que además se extendió más de lo habitual, dejando escuchar a la vez a Geezer Butler lucirse en el bajo, con una precisión y maestría que sólo los grandes poseen.

Continuaban con “Behind the Wall of Sleep” de esa misma época inicial la cual tampoco pareció prender a muchos, pero complació a los fans de hueso colorado. El tema dio paso a que la banda se retirara del escenario para dejar a Geezer haciendo un solo que demostró por que es uno de los mejores bajistas del mundo. La enormes manos del músico con gran destreza aporreaban las gruesas cuerdas, a la vez que comenzaba con las primeras e inconfundibles de “N.I.B.”, erróneamente llamada “Nativity In Black”. De nuevo el público respondía en gran forma ante los riffs y el poder de esta rola sobre un Satán enamorado.

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El set continúa con otro de sus nuevos temas “End of the Beginning”, extrañamente la guitarra de Iommi se llena de efectos, como octavador, chorus y flanger, algo poco habitual a su costumbre de simple guitarra distorsionada. Ozzy hace muecas hacia la cara que lo toma, parece estar poseído en verdad por el Gran Astado. Aunque en cada tema todo el tiempo dice que nos ama. Una más para los fans “Fairies Wear Boots” que al anunciarse no tuvo mas que unos cuantos aplausos, a pesar de ser una de las rolas más emblemáticas del grupo. El grupo deja el escenario por un momento y sólo regresan Tony, Geezer y Clufetos para interpretar la gran y olvidada instrumental “Rat Salad” misma que ligan a un solo por parte de Clufetos, quien demuestra gran poder y precisión en los golpes los cuales alborotan al cavernícola que todos llevamos dentro.

Otro momento cumbre llegaba: “Iron Man” el tema del hombre de hierro, la historia de venganza del adolescente maltratado que ahora hace pagar a todos los que se cruzaron en su camino. Ozzy señala a Tony al tiempo que suenan las notas iniciales y proclama “He is Iron Man!”. Todo el mundo canta el memorable riff e incluso el de la parte final, cosa que al parecer Iommi no se esperaba pues muestra sorpresa, hace una señal de aprobación con la cabeza y se dibuja una sonrisa en su rostro al escuchar el coro mientras hace su solo.

Era momento de una más del nuevo repertorio, “God Is Dead?”, quizás la canción más popular del álbum 13. Las mentes más retrógradas y persignadas del país debieron estar sintiendo el tridente de Satanás en sus espaldas al escuchar a miles de personas proclamar que Dios estaba muerto. La cosa se puso candente cuando “Dirty Women” hizo sonar su melodía en las bocinas y en pantallas tuvimos un suculento desfile de mujeres desnudas, con pechos turgentes, caderas pronunciadas y hasta Bettie Page hizo su aparición con eróticos bailes.

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El ritual estaba por culminar. Ozzy agradecía a todos los asistentes y preguntaba si querían que el grupo regresara. El “Yeah” afirmativo fue pronunciado por cada uno de los asistentes. Así que el cantante condicionó el hecho a cambio de que los partícipes del show nos volviéramos locos como nunca en nuestras vidas. Con los riffs de “Children of the Grave” era imposible no hacerlo, aquello ya era una hecatombe, una masa de cuerpos agitándose como átomos en una bomba nuclear, la locura contagiada por estos cuatro sacerdotes del mal. La banda se despide y Ozzy se hinca a besar el suelo del escenario, satanizándolo desde su negro corazón.

Por supuesto el encore tendría que llegar y muchos casi lloramos de emoción al escuchar los riffs de “Sabbath Bloody Sabbath”, sin embargo, antes de que la canción tomara forma, los riffs fueron interrumpidos para transformarse en los de “Paranoid”, la canción que ha sido carta de presentación de Black Sabbath alrededor del mundo, el eslabón entre generaciones, el virus maldito que una vez contagiado no tiene cura. El Foro Sol estuvo a punto de caerse, no había una sola persona sin corear y levantar cuernos con la mano; era el orgasmo sonoro de esta gran orgía de distorsión a cargo de sus máximos representantes.

Con cierto dejo de tristeza despedimos a Black Sabbath, quizás a sabiendas de que los hemos visto por última vez pues las enfermedades propias de la edad de estos veteranos comienzan a hacer merma en sus cuerpos. Pero si los míticos pactos con el Diablo aún tienen cierta validez, estamos seguros que volverán a oficiar un nuevo ritual en nuestro país y dejar satanizada la ciudad una vez más.

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Por @ivannieblas
Fotos por: Óscar Villanueva @theozcorp

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Fundé Sopitas como hobby y terminó siendo el trabajo de mis sueños. Emprendedor, amante de la música, los deportes, la comida y tecnología. También comparto rolas, noticias y chisma en programas...

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