Nadie habla de ello en las calles. Tampoco se puede apreciar algún tipo de molestia a primera vista, pero una vez que se rompe el hielo y con algunas cervezas encima, es mucho más fácil entablar alguna conversación y preguntar a los rusos sobre el gobierno de Putin.
Las encuestas oficiales le colocan con un 82% de aprobación, pero seamos serios: ¡estamos en Rusia! La realidad es que a primera instancia, la gente evita hablar del tema y no es sino hasta que uno insiste en dos o tres ocasiones que tímidamente los taxistas, meseros o voluntarios que trabajan en la Copa Confederaciones explotan contra la corrupción de “todos los políticos”.
Un rasgo que parece interesante es que aquellas personas mayores de 40 años, son las más resignadas. “Esta mal, pero siempre ha sido así, aquí no sabemos vivir de otra forma”. En cambio los jóvenes son quienes muestran más apertura, no solo para hablar y relacionarse con extranjeros, sino también en cuanto a la percepción de su país.
Nos estamos apartando del mundo, cuenta uno, al tiempo en el que otro habla sobre los problemas que viven diariamente. Tu vienes y estás aquí unos días. Disfrutas de las playas, de los hoteles, de restaurantes o carreteras, pero lo que no sabes es que muchas personas perdieron sus casas, que para construir estas carreteras se destruyeron bosques y sobre todo, que el crecimiento de esta y otras ciudades, beneficia directamente a los empresarios cercanos a Putin, quienes son los que financian, operan y obtienen los recursos que se generan.
Sin embargo, protestar en Rusia es una de esas cosas que puede hacer que termines en la cárcel. En su informe 2016, Amnistía Internacional resaltó el aumento a las restricciones del derecho a la libertad de expresión, así como a la asociación y reunión pacífica. Aquellas personas que participaron en protestas contra el gobierno fueron sometidos a procesos judiciales y en marzo del año pasado, se creó una ley para regular las concentraciones públicas, prohibiendo las caravanas de vehículos no autorizados. Así que es difícil, por no decir imposible, poder manifestarse en contra de Vladimir Putin, y el abogado y activista Alekséi Navalny lo sabe.
Navalny se ha convertido en la principal figura de oposición en Rusia. Bloguero de profesión y activista por convicción, Alexei Navalny se ha encargado de convocar y liderar las principales protestas en contra de lo que el llama “la insoportable corrupción del poder”. Una corrupción que, según narra a través de un documental que ha colgado en YouTube, se extiende por las ramas y las raíces de la Administración de Vladimir Putin.
Apenas el pasado 12 de junio, en pleno día de Rusia, Navalny convocó a una protesta masiva contra la corrupción del régimen, la cual, convocó a miles de personas. Sin embargo, Navalny nunca pudo llegar, pues cuando salía de su casa para dirigirse a la protest fue sometido y detenido por fuerzas policiales, quienes le han condenado a una pena de 30 días de prisión.
La lucha de Navalny no es nueva, pues se trata de una figura que desde el 2008 ha documentado la manera en la que el Primer Ministro de Rusia, Dmitry Medvedev, ha construido un imperio de propiedades, yates y viñedos. Acusaciones que ,como buen político, Medvedev ha negado en repetidas ocasiones.
Han pasado diez años de la irrupción de Navalny en la escena política y si hay algo que esperan los jóvenes rusos en este país, es la llegada del 2018. Y no crean que por el Mundial de Rusia, sino por las trascendentales elecciones que se vivirán en este país.
Navalny está buscando una candidatura, sabiendo que cuenta con el apoyo de los más jóvenes. Y es que según los medios rusos, el 70% de los manifestantes que salieron a las calles el 12 de junio eran menores de treinta años.
El candidato a vencer, se llama Vladimir Putin, quién se ha encargado de realizar toda clase de reformas para reelegirse para un cuarto mandato. De esta forma su mandato se podría extender hasta el 2024, elevándose al nivel de Stalín, como el único gobernante con más tiempo en el poder desde las épocas imperiales.
Así se vive en Rusia y se protesta cuando se puede, mas no cuando se quiere, por que por más simple que parezca, hablar de política en este país podría hacer que termines en la cárcel.