El noir, como muchos géneros populares, no sólo ha tenido salida en la literatura o el cine, también ha encontrado su camino en los videojuegos y el cómic. Un vistazo a los anaqueles de cualquier tienda de cómics –con su decepcionante eco en las marquesinas del cine espectacular– nos haría creer que el medio ha sido absolutamente cooptado por el infantil mercado de superhéroes. D.C., por ejemplo, es un caso significativo: es una de las más viejas y grandes compañías de cómics norteamericanas (que ahora es subsidiaria de la Warner Brothers); tomó su nombre, precisamente, de una serie que publicaba historias noir (Detective Comics, que se lanzó en 1936); había otras series, por supuesto, dedicadas a la aventura (Adventure Comics) o al humorismo en su cruce con los superhéroes (New Fun: The Big Comic Magazine). Pero con la aparición de sus personajes más populares, Superman, en 1938, y Batman, en 1939, la compañía pronto encontró su senda. Se podría argumentar que Batman es tanto un título noir como de superhéroes –la historia de un vigilante que decide tomar la justicia en sus manos– pero muchos de sus elementos, como ocurre también con Superman, están diseñados para atraer un público infantil o adolescente, como la fantasía de ser justiciero de noche pero playboy de día; de ser un superdotado; de ser un millonario con muchos juguetes y artilugios a su disposición; o que se puede ser un ciudadano al margen de la ley sin problemas morales demasiado profundos (Batman, en la mayoría de sus iteraciones, no asesina); etcétera.
Otra senda popular en el cómic, que colinda con la del noir, es la del detective de lo oculto o lo extraño; Dark Horse Comics (fundada en 1986) tiene varios títulos que exploran este subgénero en sus distintas variantes, con títulos tan populares como Hellboy (con sus muchos satélites, como Joe Golem: Occult Detective, B.P.R.D., Baltimore…), y otros no tan exitosos como Weird Detective. Pero tal vez sea Image (fundada en 1992), a través del trabajo de Ed Brubaker, la casa editorial de cómics que actualmente explora el noir con mayor respeto hacia las restricciones del género, aspirando a alcanzar un público más adulto. Brubaker ha escrito para el género de superhéroes (tiene títulos tanto en D.C. como en Marvel, de Batman, el Capitán América, Gatúbela, Daredevil, etcétera); y probablemente pronto se le conocerá mejor como guionista para cine y la televisión (ha escrito para Westworld, de HBO; prepara Too Old To Die Young, una serie con Nicolas Winding Refn que produce Amazon; escribió el guion para la nueva versión de Maniac Cop, a lanzarse en 2018…); pero es a través de títulos como Criminal, Fatale o The Fade Out, que ha dado cuenta del amplio mundo del noir.
Criminal (2006- ) aborda tropos típicos del género, sin desatender la verosimilitud; Fatale (2012-2014) también lo hizo, pero con guiños al “detective de lo oculto”; The Fade Out (2014-2016) tal vez sea de sus obras más destacadas, un vistazo al mundo del crimen en el Hollywood de la época dorada. Y actualmente se está desarrollando Kill or Be Killed (2016-), que cumplió un año este agosto, cuando también se publicó el primer número de su tercer acto (el onceavo en la serie). Kill or Be Killed no sólo prueba la forma en que Brubaker le ha insuflado nuevos bríos al noir en el cómic sino que muestra su capacidad para darle forma a tropos del género. En este caso, el título cuenta la historia de un justiciero, pero a diferencia de lo que ha ocurrido a lo largo de la historia de otros vigilantes populares del cómic, como Batman o Spiderman, aquí se ha optado por darle la espalda a elementos fantásticos o exagerados: el protagonista es un estudiante de posgrado que podría tener, o no, algún desequilibrio emocional. ¿Imagina? que un demonio le exige sacrificios, así que decide recorrer las calles de la Nueva York actual para encontrar, en el mundo del crimen, a sus víctimas.
Así, Brubaker hace un pacto con el relato hard-boiled para intentar reflejar tanto un momento histórico como las singularidades de una vida cotidiana marcada por el crimen (pues, sí, también el crimen es cotidiano). Los relatos de Brubaker se apoyan fuertemente en el arte de Sean Phillips (su colaborador habitual) y Elizabeth Breitweiser, quienes ofrecen imágenes de la vida urbana –calles oscuras pero también llenas de gente; habitaciones desangeladas y opresivas; etcétera. El trabajo de Phillips y Breitweiser es un homenaje al cine negro, con sus líneas duras, sus ángulos dramáticos, sus atmósferas depresivas; pero también sus “cortes” que oscilan entre los momentos contemplativos y las trepidantes escenas de acción. Claro, los relatos de Brubaker también homenajean tanto a las novelas hard-boiled como al cine negro. Temáticamente, por ejemplo, Kill or be Killed evoca al inquietante justiciero de Death Wish (de 1974; película que este año tendrá una nueva versión). Con un ojo atento al presente, el cómic profundiza en las contradicciones morales de quienes toman la justicia en sus propias manos, obligándose a recorrer los márgenes de lo social.
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Guillermo Núñez Jáuregui es filósofo y escritor. Es jefe de redacción en Caín y colaborador en La Tempestad.
Twitter: @guillermoinj