Por: Mercedes Martínez Rojas
La Revolución Mexicana de 1910 bien podría llamarse La Revolución de la Muerte, ya que hay tantos finados en este momento histórico y tantos actos de barbarie que revolución y muerte se tornan sinónimos; la muerte pierde pudor y deja de ser tabú. Esto se observa fácilmente en el lenguaje cotidiano de la época, rescatado en canciones, corridos, películas, periódicos y textos literarios.
Basta echar un vistazo a las novelas revolucionarias como Los de abajo de Mariano Azuela, a La Sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán, a Tropa Vieja de Francisco Luis Urquizo o a Mi caballo, mi perro y mi rifle de José Rubén Romero (título que parece estampa de la época), por mencionar algunos, para caer en la cuenta que la gran protagonista de todos estos textos es la muerte.
Los personajes populares parecen de lotería: la bola, el soldado, el traidor, la adelita, el desertor, el usurpador, el asesino. A éstos les acompañan objetos tales como el rifle, la escopeta, el balazo y el cañón. Los verbos matar, torturar, ajusticiar, encañonar, asesinar y enterrar se vuelven el pan nuestro de cada día. En fin, que México se acostumbró a la muerte en la Revolución; la hizo su amiga y la vistió de azúcar y colores para esconder el lado amargo que siempre deja tras de sí.
Hoy nuevamente estamos ante un momento revolucionario, de cambio. Mucho se ha hablado acerca de la postura que deberá asumir México ante el gobierno de Trump y la construcción del muro. Se agradece que las atrocidades del nuevo presidente estadounidense hayan promovido el cuestionamiento y la capacidad de pensar del mundo y particularmente de los mexicanos. Todos los atropellos de nuestros políticos no habían sido capaces de indignarnos al mismo nivel que lo hizo Trump. Como bien dice el refrán: es más fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.
Quizá debido a la costumbre, la resignación o la cotidianidad… por estar tan habituados a la corrupción y a la muerte. Porque no terminamos de enojarnos por el asesinato de los estudiantes cuando ya mataron a periodistas en la Narvarte y desaparecieron otros tantos en Veracruz. Luego resulta que en ese mismo estado se compraron medicamentos falsos y se engañó a quién sabe cuantos respecto a su salud… Quimioterapia pirata que a saber a cuántos habrá llevado a la tumba. Otra vez la muerte; esa sombra que nos ronda desde las guerras floridas y nada más no nos deja tranquilos. Qué decir de los feminicidios, la guerra del narcotráfico, las balaceras, los desaparecidos, los torturados, los encarcelados y los asesinados injustamente….
Será que ahora sí le logramos dar la vuelta y se gesta una revolución distinta; una muerte distinta. Muerte de conceptos caducos, muerte de la corrupción, muerte de la resignación y del malinchismo; muerte del sueño americano que nos mantiene adormilados. Esa muerte que trae vida y renovación después del caos. Ojalá ahora sí nos encontremos con ella y nos sonría… ya nos toca.