Aquí en México, el anuncio más anticipado del año por el público general en el ámbito musical siempre gira alrededor de un evento en particular: La Feria del Caballo el Corona Capital. No hay ningún otro espectáculo capaz de generar tanta euforia colectiva como este festival desde que fue establecido en 2010 por OCESA. Claro, hay festivales que por su escala son más grandes, como el Vive Latino, o que abarcan más días, como el MUTEK.MX, aunque a lo largo de cinco ediciones, nuestro querido CC se ha posicionado como el show marquee ante los ojos del mundo. No son pocos los artistas que nos han expresado su interés por tocar algún día en la curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez.
¿Pero qué ha hecho bien el Corona Capital donde otros eventos fracasaron? Pienso en los extintos Motorokr Fest, Coca-Cola Zero Fest, el Goliath (jaja), o Sonorama, por mencionar unos pocos entre los muchos que no sobrevivieron las exigencias del mercado. En una entrevista que Sopitas.com realizó hace un año con Guillermo Parra, el Director de Eventos Internacionales de OCESA le dio al clavo con su fórmula: “El proceso de curación desde la primera edición del festival es tratar de traer grupos que nunca han venido a México, o grupos que no se han presentado desde hace mucho.” Creo que cualquiera puede comprender esa lógica. Uno se va a emocionar más ante la idea de ver a New Order por primera vez en México que a los Enanitos Verdes por enésima ocasión en un Vive (sin ánimo de ofender a los argentinos).
El punto clave aquí es el empleo de la palabra “curación” de parte de un alto ejecutivo de OCESA. Mientras que en el pasado solo existía un interés por pescar grandes nombres como headliners (¡NIN! ¡The Mars Volta! ¡Black Eyed Peas!) los renglones bajos eran rellenados por actos locales o latinoamericanos sin ninguna “relación” aparente con los actos estelares. Con el Corona Capital había existido un interés en armar un line-up que en su conjunto fuera congruente, atractivo, y sin precedente, ingredientes necesarios para que un festival tenga identidad propia. Es por eso que -ante las quejas de la comunidad artística de habla hispana- el Corona Capital se volvió 100% anglo. “Ningún festival de Latinoamérica cumple con eso,” dijo Parra. “Eso es una parte, y la otra es el balance del cartel, en lo que nos basamos para la curación. No están los artistas obvios y siempre damos una sorpresa.”
Aparte de los headliners, todo festival que aspira a ser uno de los grandes debe contar con una fuerte propuesta media en la programación. No me refiero a incluir actos que sirvan de relleno para ocupar los bloques no deseados en los horarios, sino bandas que fortalecen el line-up y puedan alcanzar a un público que con los mismos headliners no tenían contemplado. Eso no quiere decir que nunca cuestionamos todas sus decisiones (Iceage y Deafheaven ¡YEY! A la 1 de la tarde –WTF!?), pero sí podemos comprender el razonamiento por excluir actos latinos. En realidad no vas a encontrar otro festival como el CC en todo el país, de la misma manera que no vas a encontrar otro MUTEK u otro NRMAL. La historia nos ha mostrado que aquellos que aspiran a diferenciarse de los demás a través de su elenco de artistas no solo sobreviven, también crecen y se forjan una imagen en la mente del fan.
Su énfasis sobre la curaduría ha sido uno de los puntos claves en el crecimiento del Corona Capital, si no es que el más fundamental. Es el factor que todos pasan por alto, pero sin este importantísimo detalle, el evento pierde forma y se convierte en un monstruo de cien cabezas que ofrece un poco de todo para un demográfico ambiguo (coff*ViveLatino*coff). Por eso miro con preocupación la presencia de tendencias poperas en el CC15 y lamento la ausencia de 8106 en la producción. En el pasado ellos se habían encargado de la curaduría de un escenario en particular: la carpa Bizco Club, mismo lugar en el que vimos actos que van desde M.I.A., Grimes y The Rapture hasta Blondie, Savages, y Fuck Buttons. Esperemos que OCESA sepa rellenar ese hueco o de lo contrario podrían perder una de sus facetas más únicas.
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La curaduría parece ser un trabajo de ensueño. Muchos de ustedes se han visto discutiendo, imaginando, o barajeando nombres para crear su alineación perfecta. Pero en el mundo real, no es tan sencillo como hacer una lista de todas las bandas que quieres ver en un solo día y que por la fuerza del destino estén disponibles para tocar en tu festival mágico. Un buen curador tiene un pulso sobre lo que en términos generales se conoce como “la escena” musical actual y es capaz de ver más allá de sus gustos personales. De alguna manera debe encontrar un balance entre una propuesta artística y el interés de mercado, ya que después de todo, el festival es un negocio y para que existan más ediciones en el futuro, debe ser un negocio rentable. Hay que escuchar cientos de grupos, contactar a los representantes de la bandas, revisar calendarios, negociar con los agencias, armar itinerarios, y demás asuntos administrativos en los que no entraré en detalle pero que son cruciales para armar alineaciones como los magníficos carteles que vemos aquí.
Hay festivales en los que la curaduría es un trabajo de tiempo completo, asignándole una importancia que va más allá de una función adicional en la agenda de los organizadores. A diferencia del curador de arte o de cine, el curador del festival de música es un un concepto relativamente nuevo, popularizado a partir de las invitaciones del festival All Tomorrow’s Parties a músicos para curar su line-up. El curador básicamente lo que hace es que debe encontrar la manera para que el asistente no compre su boleto con la intención de ver una banda “y me voy a mi casa”. Por ejemplo, si tus headliners son The Hives, Zoé, Andrés Calamaro, y Editors, estas bookeando un show para tres o incluso cuatro audiencias distintas. Un asistente satisfecho es el que siente que le sacó mayor provecho a su boleto.
¿Por qué es tan importante una buena curaduría? Bueno, primero debemos comprender que todo festival se vende ahora como una “experiencia”. Así como se dijo en el Razzmatazz pasado, más allá de ver a tus bandas favoritas, estás pagando por convivir con tus amigos en un ambiente receptivo a las necesidades del consumidor y -en las palabras de cualquiera- pasártela bien, con chela de 100 pesos en mano. La música se convierte en uno de los tantos atractivos en un territorio controlado por marcas, cuyo único objetivo consiste en venderte productos y servicios mientras te diviertes en un entorno social que se autodenomina como “la experiencia”.
La curaduría es la última esperanza que tienen los puristas para volver a dirigir la atención sobre el artista en el escenario, y alejarnos de todas las distracciones que son ajenas a la música, como los ridículos juegos temáticos y todas las demás actividades típicas de los festivales “boutique”. Los curadores juegan bajo las mismas reglas impuestas por el mercado con el fin de proporcionar una “experiencia” al asistente, pero lo hacen a través de una experiencia sonora, con buenas bandas que te mantienen pegado a un escenario desde el momento que abren las puertas hasta el toque de queda.
T: @ShyTurista.
P.D.: ¡Hey! Escuchen la playlist mal curada del CC15. Quizás algún día lo actualice.