Antes de que comenten que invitamos a la segregación entre naciones y que estamos cayendo en el mismo discurso xenófobo y de odio que Donald Trump ha expuesto desde el primer día de su campaña rumbo a la Casa Blanca, queremos dejar muy en claro que este es solamente un ejercicio hipotético, de cotorreo, y que no estamos en contra del candidato del Partido Republicano como persona, sino lo que representa su ideología.

La inesperada visita del representante republicano a nuestro país, a invitación expresa del presidente Enrique Peña Nieto, nos parece una vacilada después de todo lo que el empresario ha despotricado en contra de los mexicanos durante el último año. (Nos preguntamos si entre su comitiva no vendrá Tiziano Ferro y Jeremy Clarkson de Top Gear a decir que también aman México).

No se trata de una cuestión de nacionalismo exacerbado ni de tirar carrilla nada más porque sí. La crítica se enfoca en lo que que significa cada palabra que Trump ha dirigido en contra de los inmigrantes y el hecho que hoy sea recibido de buena manera.

Por eso nos dimos a la tarea de enumerar las ideas que nos parecen inaceptables y están encarnadas en el político estadounidense, aquel que hoy algunos reciben con los brazos abiertos.

LA IDEOLOGÍA TRUMP

El pasado 9 de agosto, en un rally realizado en Wilmington, North Carolina, el candidato del Partido Republicano hizo un comentario en contra de Hillary Clinton, su rival en la disputa presidencial, en el cual exhortó —no tan sutilmente— a sus seguidores a agredir a a su adversaria haciendo uso de la Segunda Enmienda.

Los seguidores de Trump son —en gran parte— simpatizantes de la Segunda Enmienda, un derecho constitucional que permite a todo estadounidense poseer armas de fuego; son sus seguidores quienes se oponen a la propuesta de la candidata demócrata de abolir la posibilidad de estar armado.

Ese tipo de ideología es lo que no queremos en México: incitar a la violencia por no estar de acuerdo con alguien. Incluso en Estados Unidos existe un debate sobre el uso de armas de fuego. En el país vecino, mueren tantas personas al año por incidentes que involucran armas como en accidentes automovilísticos.

NO NECESITAMOS MÁS JUNIORS

¿En serio necesitamos otra socialité sin talento que se cree cantante? De esas ya abundan, ¿no? Incluso en nuestro propio país. Su pop es de ese genérico en el que es difícil distinguir el autotune de cualquier otro sonido. Artificial, chafón y chato. Si no nos creen, échenle una oída a su sencilloLike a Bird”, y luego nos cuentan.

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Además, los juniors y mirreyes de la política nacional ya pululan por nuestros lares como para importar los modos de otra modelo swagger y fiestera. La imagen de la heredera del imperio Trump dista de, por ejemplo, la manera en la que se han educado a las hijas de Barack Obama, Natasha y Malia, quienes trabajaron en sus vacaciones en un restaurante de mariscos y como becaria en la producción del programa Girls de Lena Dunham, respectivamente.

Este tipo de actitudes serían más que bienvenidas en nuestro país, igual les falta a muchos hijos de políticos, ¿no?

¿QUIÉN LES VA A CONSTRUIR EL MURO?

En sus discursos, el magnate republicano ha sido enfático en que los inmigrantes indocumentados les quitan el empleo a los ciudadanos estadounidenses, por lo que su plan original de migración consistía en la deportación —a lo largo de dos años— de 11.3 millones de inmigrantes.

A todo esto, ¿quiénes construirían el muro entre México y Estados Unidos —una de las principales propuestas de campaña de Trump— en un país sin inmigrantes? Nosotros estamos seguros que ningún albañil de los nuestros se prestaría a una construcción de esta naturaleza.

La gran valla fronteriza —de 3 mil kilómetros de largo— que propone Trump tiene como objetivo frenar la inmigración ilegal y los cárteles de la droga. En una de esas, mejor nos animamos nosotros para armar una barrera física entre nuestro país y lo que representa el discurso del candidato del Partido Republicano.

QUE NO IMITE NUESTRA COMIDA

Puede que este apartado les parezca frívolo (y lo es) pero es una cuestión que no podemos dejar pasar. El pasado 5 de mayo, Donald Trump festejó —a su manera— lo que creen en el norte que es nuestra fiesta nacional. Lo hizo acompañado de un taco bowl (cualquier cosa que signifique eso) cocinado en Trump Tower Grill. El multimillonario acompañó la imagen con un mensaje en donde decía amar a los hispanos (¡oye, qué buen detalle!).

Todo esto después de llamar —en su primer discurso como candidato— asesinos y violadores a los compatriotas que viven del otro lado de la frontera. Más allá del falso intento por congraciarse con los latinos, lo que nos enoja es la hipocresía con la cual intenta insultar nuestra inteligencia. ¿Alguien se sintió más identificado con Trump porque comió falsa comida mexicana el Día de la Batalla de Puebla?

¿En serio se les antoja el “mexicanísimo” platillo de Trump? Nosotros lo cambiaríamos por un buen plato de auténtica birria, unos originales taquitos al pastor (y no esas aberraciones que llaman tacos por aquellos rumbos) o un chicharrón en salsa verde.

Como las piñatas gringas, la lucha libre norteamericana o el tequila made in U.S.A., los tacos de tortilla rígida son una afrenta en contra de la verdadera cultura mexicana. Producidas en serie y sin la dedicación que necesita esta delicada pieza culinaria.

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