Por Fernando Bustos Gorozpe

Raw, última película de la francesa Julia Ducournau, tuvo su estreno en el pasado certamen de Cannes para, de ahí, ser reconocida con el premio de la crítica FIPRESCI. La trama sigue a Justine (Garance Marillier), una chica de 16 años que desde que nació fue criada como vegetariana y que, al ingresar a la facultad de veterinaria, igual que ha hecho toda su familia, se ve sometida, como acto de iniciación, a comer riñón crudo de conejo, que luego de causarle reacciones físicas (comezón y demás) la llevará poco a poco a incrementar su deseo por consumir carne, hasta el punto de despertarse en ella el deseo por la carne humana.

La película ha sido catalogada de horror, y es frecuente escuchar el mito urbano de que ha habido gente que se ha sentido mal mientras la ve, por eso algunas campañas publicitarias, como en México, han dado al público bolsas para vomitar al ingresar a la sala de cine. Frente a esto, Ducournau se siente un poco decepcionada (aun cuando el gesto sea un tanto en broma), no quiere que su película sea reducida a esto, ni que sea entendida como meramente de horror, pues es una película que, según su entendimiento, va más sobre la fragilidad humana y la relación que ésta guarda con el cuerpo. En sus propias palabras, la directora ha dicho que la cinta es un crossover de comedia, drama y body horror (aquí se puede leer una entrevista).

A decir de la directora, es cierto, Raw es una película que se ha intentado vender como porn gore desde el tema del canibalismo, y sobre la que se ha construido la fantasía de que puede hacer sentir mal al espectador por el exceso de sangre. Todo esto parece una exageración, pues no es sólo una película sobre este tema ni las escenas sangrientas son abundantes; al contrario, son contadas. Raw es una película que explora y expone de forma paralela el apetito sexual de Justine (no es casualidad que el nombre nos remita a un personaje del Marqués de Sade) y su gusto por la carne.

La trama no es complicada y las escenas no son excesivamente violentas. Ducournau es muy fina en cuanto al tratamiento y termina por construir una película que –más que horrorizar– te hace sentir incómodo en algunas escenas, como cuando, en pleno bacanal, la hermana de Justine le lame el ojo a su pareja de baile, o cuando, a forma de gato, se ve a Justine vomitar cabello que ha comido con tal de controlar su deseo por carne humana. La violencia de las escenas no radica en la sangre, sino en la escabrosa forma en que retrata la condición humana de esta chica y su hermana.

Raw no es una mera película de terror, y hay que aplaudir esto. Según Freud, la civilización comienza en el momento en que se suprimen los tres deseos destructivos del hombre: el incesto, matar y el canibalismo. Y si bien los dos primeros han sido arduamente trabajados tanto en el cine como en la literatura, el canibalismo se ha desplazado hacia una construcción casi fantástica o mítica: en el cine, generalmente el que consume carne humana siempre es un otro tan radical que ha dejado de ser humano, como los zombies, con excepción, quizá, de Hannibal Lecter. Por esto el interés de Ducournau de hablar sobre el canibalismo como algo que puede estar presente en los sujetos. Si bien los personajes (o personas) que han cometido incesto o que han matado continúan a veces bajo el revestimiento de lo humano, al canibalismo se le ha excluido tajantemente como si éste no existiera en la vida real, como si necesariamente debiera estar anclado a tribus, y sobre todo, a escenarios con una alta dominación masculina.

Así, la cinta cuenta con varias virtudes:  la fotografía, la música, las actuaciones, la forma en que logra poner incómodo al espectador y generar una experiencia colectiva en la sala de cine. Sin embargo, la más importante es el rol que da a la mujer dentro de ese universo escolar y cómo al hacerlo reestructura también el tema del canibalismo: aunque Justine tiene deseo por la carne humana, siempre está escindida en una lucha moral entre el ello y el superyó; es decir, no es un monstruo, es una chica que siente deseos, que se está conociendo, pero que también tiene el poder de decidir.

Me parece exagerado describir a la película como gore o decir que es una gran película de horror. Ni lo uno ni lo otro. Más bien Raw es una película inteligente que viene a abonar a las diferentes formas de construir ese género, y que lo hace al igual que It Follows (David Robert Mitchell, 2015), partiendo de una estructura clásica como lo son los dogmas y la adolescencia, y lo hace bien, aunque el final (malo a mi gusto) la degrada a mera película adolescente. Hay elementos que no se terminaron de aprovechar.

No obstante, es meritorio ver la cinta y, a partir de ésta, reflexionar sobre la fragilidad de lo humano, la condición de la mujer y el poder del deseo no sólo en relación con el canibalismo, sino también con el sexo (o la gula o cualquier dato que pueda registrarse culturalmente como pecado); después de todo, es en la cama donde, a veces, nos reducimos a animales. Después de todo, no es una mala fecha para el estreno de la película en el país, pues recordemos –como dato curioso– que, en algún momento, hubo romanos que condenaron al cristianismo porque la práctica de la eucaristía simbólicamente nos remite a un acto de canibalismo: lo que se consume es el cuerpo y sangre de Cristo.

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Fernando Bustos Gorozpe es filósofo y profesor de la Universidad Anáhuac Norte. Estudia el Doctorado en Filosofía de la UIA y escribe en la revista Nexos.

Twitter: @ferbustos

Fotos: Fernando Bustos y YouTube

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