Por Mariana Pedroza

Soy esa clase de persona aburrida que no entiende por qué a todo mundo le encantan los memes. Quizá sólo me siento segregada: a veces quiero participar y nada más no entiendo de lo que están hablando, no sé a qué serie o película pertenece tal o cual gif, soy malísima identificando actores y tengo que googlear las abreviaturas en turno.

Sin embargo, los memes como fenómeno social tienen toda mi atención: me resulta fascinante ver cómo una fórmula se va repitiendo con variantes, una fórmula que le pertenece a todos y a nadie. Una vez que entra en el imaginario, se juega con ella y se exploran sus posibilidades a través de repeticiones, imitaciones, parodias, hipérboles, etcétera. ¿No es eso la cultura?

Richard Dawkins, autor de El gen egoísta, diría que sí. Es en este libro, publicado en 1976, en donde Dawkins acuña por primera vez el término «meme», haciendo un juego entre la palabra gen (por su similitud fonética en inglés gene, meme), y memoria o Mímeme, del griego mímesis, imitación.

Para Dawkins es claro que los memes funcionan como los genes en la medida en la que éstos también se replican y buscan su supervivencia. Al igual que los genes se propagan al saltar de un cuerpo a otro mediante los espermatozoides o los óvulos, así los memes se propagan al saltar de un cerebro a otro mediante un proceso de imitación.

Dawkins no está pensando en el fenómeno del Internet —de hecho, en el momento en el que publica todavía no había internet—; para él, un meme puede ser cualquier cosa: tonadas o sones, ideas, consignas, modas en cuanto a vestimenta, mitos urbanos o remedios caseros.

Lo interesante de la propuesta de este biólogo evolutivo es que para él los memes son estructuras vivas, no metafórica sino técnicamente. En la medida en la que son capaces de propagarse viralmente, son relativamente autónomos: no le pertenecen a nadie en específico, no requieren ni siquiera ser verdaderos y las diferencias en su representación forman, por definición, parte del meme.

Los memes del internet tienen, además, otro elemento del que dependen para ser graciosos: la tensión entre el contexto y su descontextualización. Para que entiendas, por ejemplo, por qué es gracioso ver una imagen de Trump con la leyenda Orange is The New Black, no sólo tienes que saber un mínimo de política (quién es Trump, quién es Obama y cuál es el color de tez de cada uno), sino también conocer esa serie, entender el juego de palabras que lleva su nombre y cruzar la información.

Como humanos, estamos cambiando todo el tiempo de marco de referencia; de eso se vale el humor, de un cambio súbito e inesperado en las expectativas. Cuando uno se encuentra en una nueva situación, explica el psicólogo Marvin Minsky, uno selecciona una estructura prefijada (marco de referencia) basándose en las experiencias previas, lo que nos permite intuir, por ejemplo, la mejor manera de actuar en un velorio o en una fiesta infantil; sin embargo, cuando llega un nuevo elemento que no cuadra con la expectativa (como si te encuentras un payaso en el velorio), el cerebro experimenta una especie de corto circuito que deviene en risa.

Los memes incrementan la velocidad con la que cambiamos de marco de referencia, haciendo que el ciudadano del internet tenga que estar manejando distintos códigos simultáneamente para identificar más de una capa de sentido en la información que recibe: ¿Es literal lo que está leyendo? ¿Es una readaptación de una noticia nueva? ¿Qué elemento se cambió en tal o cual fórmula prediseñada y por qué?

Si consideramos que esta habilidad es la que nos distingue de las máquinas (cuya programación depende del principio de identidad y no contradicción si dices A te refieres a A–), entonces no es exagerado decir que los memes nos invitan a ejercer nuestra humanidad. Entre mayor es nuestra diversidad de códigos y nuestra flexibilidad para movernos entre ellos, mayor es nuestra capacidad para entender la complejidad de las cosas, ver tonalidades de grises, acceder a otros lenguajes y ejercer nuestra creatividad.

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Mariana Pedroza es filósofa y psicoanalista.

Twitter: @nereisima

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