Por Diego Castañeda
Por fin terminaron las negociaciones del TLCAN ahora USMCA (Acuerdo Comercial Estados Unidos, México Canadá) y la felicidad sacude a los analistas de nuestro país (y a mí, porque ya podremos abordar otros temas); no obstante, en el mundo las opiniones de los expertos en comercio internacional no han sido tan positivas.
No es que el acuerdo sea malo por sí mismo, más bien, de acuerdo a la opinión dominante, lo más positivo es que cambió muy poco: por, ejemplo Richard Baldwin uno de los principales expertos en comercio internacional le llamó “NAFTA 0.8” haciendo referencia a que se suponía sería NAFTA 2.0 y terminó más bien en algunos retrocesos respecto al original, más como un rebranding, simbolizado muy bien con el cambio de nombre, que como un cambio sustancial.
Observando la versión final del tratado es verdad que no existen grandes cambios respecto al pasado, aunque los que sí ocurrieron tienden a favorecer a Estados Unidos de forma desproporcionada respecto a México y Canadá. México tuvo que hacer concesiones fuertes en las reglas de origen y contenidos de valor en un cambio que si bien en el corto plazo no tendrá mayores consecuencias, si podría en el mediano y largo plazo darle a México algunos problemas para seguir atrayendo inversión extranjera en las cadenas de valor de la industria automotriz.
Por su parte, Canadá tuvo que terminar dando acceso a Estados Unidos a algunos de los mercados que tenía protegidos, como el de los lácteos. Ambos países tuvieron que aceptar que el tratado se revise cada 16 años, mejor que los 5 que quería Estados Unidos, pero aun así genera una fuente de incertidumbre que no tenía antes el TLCAN.
Veamos con algunos detalles qué cosas cambiaron
Contenidos de valor: TLCAN tenía un requerimiento de contenido de valor de 62.5 por ciento para automóviles, USMCA demanda 75 por ciento, una cantidad muy grande.
El capítulo 11: Los mecanismos de resolución de conflictos entre empresas y gobiernos tuvo cambios significativos, para Canadá y Estados Unidos deja de funcionar; para México y Estados Unidos queda sujeto sólo a sectores estratégicos, como lo es el energético.
Tipos de Cambio: En lo que es a todas luces un mal precedente para los tratados de esta clase en el futuro, el USMCA ahora tiene un capítulo dedicado a la manipulación de tipos de cambio, donde compromete a los signatarios a no incurrir en devaluaciones competitivas. Para el caso de México es irrelevante porque tenemos un tipo de cambio flexible (libre flotación), pero es realmente preocupante cuando se piensa en que Estados Unidos tradicionalmente usa el argumento de la manipulación del tipo de cambio para imponer sanciones a aquellos países que considera “manipuladores”, específico en el caso de China que ha sido víctima recurrente de esas acusaciones. Es un precedente negativo porque puede servir de modelo para que en futuros tratados se busque restringir la independencia de la política monetaria de los signatarios.
Aunque en general las preocupaciones por el tratado ya disminuyeron y se puede dar casi por pasado el asunto, pendiente de que el congreso de Estados Unidos lo apruebe después de sus elecciones de este noviembre, la visión positiva de los expertos parte más porque se logró evitar el daño que se podría hacer y no porque realmente se construyó algo positivo. Los tratados de libre comercio modernos ya ni siquiera pueden ser considerados de libre comercio, más bien son tratados de inversiones y de concesiones en sectores específicos, son acuerdos que buscan expresar los intereses de grupos muy específicos dentro de las economías en cuestión y eso no cambia con el USMCA; al contrario, se profundiza.
Al final estamos felices porque casi no pasó nada, las reglas del juego siguen más o menos intactas.
*****
Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda