Este lunes 1º de abril, amanecimos con la triste noticia del deceso de Armando Vega Gil, integrante de la banda mexicana Botellita de Jerez, quien tomó por su propia voluntad la decisión de quitarse la vida tras unas acusaciones en su contra que se hicieron públicas a través del movimiento #MeToo.
Si bien la muerte fue anunciada como producto de la persecución en redes sociales por la denuncia que ponía a Armando Vega como presunto acosador, así como temor a que sus actividades laborales se vieran frustradas por la misma razón, es necesario decir que no fue el movimiento #MeToo el culpable de su muerte.
El movimiento #MeToo en México surgió de la necesidad de erradicar la violencia de género y de darle voz a las mujeres que por mucho tiempo han tenido que callar casos de acoso y abuso sexual. Su paso a redes sociales y a hacer de las denuncias un tema de asunto público, fue motivado por las altas tasas de impunidad que golpean al Sistema de Justicia Penal Acusatorio (México Evalúa concluyó que el nivel de impunidad super el 90 por ciento), las cuales provocan que casos como el de Yaneth González, defensora de derechos humanos de Oaxaca y funcionaria pública, quien fue asesinada en 2018, continúen sin resolverse.
¿El anonimato es el problema?
Entre la polémica y ola de críticas que se han desatado contra el movimiento #MeToo, se destaca el hecho de que la mayoría de las denuncias publicadas son anónimas, lo que abre paso a que personas ajenas al movimiento y motivadas por el odio o venganza, utilicen el anonimato como un puente para el escarnio público contra una persona.
Sin embargo, el anonimato es una herramienta de poder para las víctimas, ya que es una medida de seguridad contra sus agresores. Desestimar y juzgar a las víctimas por velar por su bienestar provoca de nueva cuenta que las historias de violencia no sean contadas. (Vale la pena que le echen un ojo a los comentarios del siguiente tuit).
#MeToo pic.twitter.com/0np4H1hUyH
— MeTooMúsicosMexicanos (@metoomusicamx) April 1, 2019
#MeToo es un movimiento que apoya a las mujeres para tener el coraje y valentía suficiente para destapar actitudes y situaciones que por años han pasado por alto debido a la normalización de la violencia de género. Por ello, es esencial contar con esta opción de anonimato para las víctimas, para que se sientan respaldadas, apoyadas y sin temor a ser revictimizadas.
¿Apuntar las balas a MeToo o al gran número de denuncias de acoso y abuso?
Entender que es necesario visibilizar que existe la violencia de género es fundamental para no arrojar piedras al movimiento #MeToo o a cualquier otro. Como sociedad debemos ser conscientes del nuevo panorama que está frente a nosotros, uno donde el machismo o la “masculinidad tóxica” se ha convertido en un tema alarmante y que incluso acaba con la vida de 9 mujeres al día.
Sin embargo, en nuestras manos también está la responsabilidad mediática. Tanto de lo que consumimos como noticia así como lo que emitimos a juicio público. Así, es justo señalar los fallos sistemáticos del #MeToo, que si bien ha destapado los rostros de culpables, al mismo tiempo se ha bañado en las presuntas falsedades de personas cuyas caras no conocemos.