Desde el año 2000, en México la palabra populismo comenzó a circular en el vocabulario de los comentaristas políticos. El clímax en el uso de esta palabra se dio en medio del proceso electoral de 2006 para la elección de Presidente de la República. Entonces, fue común escuchar decir que Andrés Manuel López Obrador era tan populista como Hugo Chávez.
En ese momento, hablar de populismo fue sinónimo de hablar del uso irresponsable del dinero público para comprar la conciencia de la gente, es decir, que López Obrador era un populista porque al instaurar la pensión universal para los adultos mayores en el Distrito Federal, compraba su voluntad electoral. Incluso puede asegurarse, que la construcción de la imagen negativa del candidato López Obrador se basó en la idea del peligro que representaba un populista en el poder.
Como se puede observar, estamos ante una amplia gama de populismos, los cuales, como se ha dicho, en su mayoría giran en torno a canalizar las demandas sociales por encima de la institucionalidad, lo cual les ha dado el respaldo de amplios sectores sociales que se asumen a sí mismos en el abandono y el olvido político. Sin embargo, es pertinente decir a sorpresa de muchos, que el populismo, en su origen, nada tiene que ver con lo que se ha mencionado hasta este momento. De hecho, la esencia del populismo, es desconocida por la mayoría de sus críticos.
¿Dónde surgió el populismo?
El populismo se originó en Rusia, cuando luchadores de izquierda se opusieron a la hegemonía zarista en el siglo XIX. Francesco Venturi, señala que el vocablo populismo es una interpretación de narodnichestvo, narod: pueblo. Entonces, a los activistas que enarbolaron las causas del pueblo se les llamó narodnik, populista. El populismo fue una causa ideológica a favor de los campesinos que dio lugar a un movimiento social. Estos hombres, hicieron suyos los ideales democráticos y creían en la justicia e igualdad social.
Sus bases eran morales, había un sentido normativo en su movimiento. Los populistas rusos buscaron la revolución por la vía de la democracia, buscaban la renovación de las conciencias. Según Venturi, la primer organización populista fue la liderada por el italiano Mazzini en 1861, bajo una bandera universal, Tierra y Libertad (Zemlia i Volia). Asimismo, señala que la principal tarea de esta primera generación de populistas fue la de tener una relación cercana con el pueblo. El pueblo era una Utopía.
La metamorfosis del populismo ruso se encuentra en el populismo del siglo XX en Europa, amalgamado con los ideales de la extrema derecha, casos como los de Umberto Bossi en Italia o Le Pen en Francia muestran un nuevo populismo basado en la relación con grandes grupos desfavorecidos económicamente y afectados por las elites políticas, que esconde a su vez el arribo de elites políticas al poder.
¿Por qué se creía entonces que AMLO era populista?
Esta idea desfigurada de lo que hoy es el populismo surge de la llegada de los caudillos carismáticos al poder en América Latina en el siglo XX. Personajes como Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Ollanta Humala en Perú y Evo Morales en Bolivia, desataron las alarmas del fantasma populista por haber expresado su rechazo a las políticas neoliberales y su firme propósito de establecer las bases del Estado de bienestar, es decir, de un sistema distinto de redistribución de la riqueza. Sin embargo, el autoritarismo y los excesos en la disminución de las libertades democráticas, en muchos sentidos fueron el origen del miedo que provocaron. El hecho de hablar de un modelo económico que en los años 70 comenzó su declive, refuerza el discurso neoliberal de que las políticas sociales de transferencia de fondos hacia los más desfavorecidos provocan grandes crisis económicas y, sobre todo, tiene como fin lucrar con la pobreza de la gente.
Hoy, las conductas de los gobernantes latinoamericanos, la búsqueda de una relación cercana con el pueblo, ser portadores de un discurso mesiánico y el hecho de que sus decisiones se tomen sobre la lógica popular más que por la institucional, les ha valido el nombre de neopopulistas.
Este último comportamiento se desarrolla a partir de una supuesta superioridad de la voz del pueblo encarnada en el líder carismático, es decir, el hombre que es capaz de llevar la voluntad popular por encima del orden político, que en este contexto, se presume corrupto y en contra de la sociedad. Este acto político, en la mayor parte de las experiencias contemporáneas ha dado como resultado regímenes políticos autoritarios, capaces de sobreponer los intereses de la elite política “populista,” por encima de la institucionalidad.
Es posible decir entonces que el populismo es una paradoja, por un lado sobrepasa los límites de la institucionalidad, y por el otro, realza los intereses del pueblo oprimido, no escuchado. Es entonces la vía alterna o revolucionaria, que dentro de los cauces de la democracia, las urnas, asume el poder y logra capturar las emociones e ilusiones de la gente.
El populismo así entendido, nos remite al periodo del presidencialismo autoritario en México y a los gobiernos de Juan Domingo Perón en Argentina. Los estudiosos del tema, han señalado que las características de este populismo radican en la falta de un andamiaje institucional que regulara el poder presidencial y una cultura política que era propicia para la instauración del paternalismo. En México, un ejemplo de ello fueron las llamadas facultades metaconstitucionales con las que contaba el presidente, este vacío institucional permitía al primer mandatario convertirse en la propia institucionalidad por la que se procesaban las demandas de la sociedad mexicana. El caso de los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo entre 1970 y 1982, son muestra de de este llamado populismo.
El caso de Perón, ha sido comparado con el de Lázaro Cárdenas, presidente de México de 1934 a 1940. Los dos asumieron una labor de integración nacional a través de la alusión discursiva hacia los sectores populares y obrero más olvidados.
Como hemos podido apreciar, hay distintos tipos de populismo, el hilo conductor es la dirección del pueblo en la lucha por la justicia y la igualdad en situación en las que los grupos políticos han establecido oligarquías. Sin embargo, en los últimos años los modelos populistas han sido criticados por el uso de discursos mesiánicos y arengas contra las instituciones y la disminución de las libertades democráticas, lo cual en sentido real o imaginario, atenta más contra las condiciones del sistema económico mundial, que contra el propio pueblo.
Es necesario decir, que el verdadero populismo, el revolucionario de la Rusia zarista, no tenía como eje la figura del líder carismático, pero sí, tanto entonces como ahora, su más noble y rescatable causa, es la denuncia de la terrible postración de las clases obreras y campesinas frente a un modelo político-económico que promueve los dispositivos necesarios para que los ricos sigan siendo ricos y los pobres sigan siendo pobres.