Estados Unidos y China vienen cantando desde hace cierto tiempo la inminencia de una supuesta revolución energética dependiente de la extracción de gas de esquisto, también conocido como shale gas o simplemente shale. Sin embargo, recientemente la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) echó para atrás tales esperanzas al avisar que las reservas de shale en el mundo se agotarán más pronto de lo esperado. Si la reforma energética mexicana depende ampliamente de la presión estadounidense y las promesas de la explotación de la producción de shale, la advertencia de la OPEP resulta urgente para nuestro país.
En su columna para la Jornada de hoy, Alfredo Jalife insiste en una de sus sospechas más fecundas: Estados Unidos está interesado en el petróleo mexicano porque conoce el cercano final de sus propias reservas de shale. Algo similar confirman múltiples investigaciones y artículos publicados por el multimedia Russia Today. Según el medio ruso, en 2018 “sólo quedarán ilusiones [sobre] la revolución energética.” En efecto, la producción de este hidrocarburo ha disminuido ya en las primeras reservas que fueran explotadas en Estados Unidos. En algunos lugares, ha bajado al 50%. La OPEP confirma que las fuentes no tradicionales de hidrocarburos darán al país americano “5 millones de barriles adicionales diarios” para luego comenzar a declinar.
Según analistas como Jalife, el interés estadounidense en el shale es transitorio en dos sentidos. En el que podemos llamar sentido real, el interés consiste en abandonar la dependencia del crudo de Medio Oriente por los conflictos políticos en la región y la baja en su producción. Su objetivo, en este sentido, es concentrar su nueva fuente de petróleo en América Latina. Al segundo sentido, acorde con este plan, podemos llamarlo especulativo y consiste en vender la idea de la longevidad del shale a los propios países latinoamericanos quienes, en efecto, poseen reservas de este heterodoxo hidrocarburo.
Para explotar estas reservas hace falta la avanzada tecnología cuya versión más rentable se encuentra tan sólo en manos estadounidenses y chinas. De esta manera, el país norteamericano logra hacer atractivo un plan que obliga al país cliente a hacer modificaciones legislativas con el fin de dar entrada a transnacionales petroleras capaces de extraer el shale de sus reservas. Una vez logrados los contratos, estas empresas buscarán dirigir sus esfuerzos a la explotación no de gas de esquisto sino de crudo tradicional, garantizando una reserva, esta sí, larga y próspera para Estados Unidos.
Debemos tener en cuenta, no obstante, que la emisión de información en torno al desplome de la revolución energética por parte de Rusia obedece también a su fiera batalla por mantener la hegemonía energética que hoy ostenta. China y Estados Unidos son sus principales adversarios. Por un lado, el país oriental promete establecer un imperio de hidrocarburos a través de la explotación de sus yacimientos de shale y el establecimiento de nexos mercantiles con otros países de Asia del Este. Estados Unidos, por su parte, resulta amenazante por sus prometedores nexos con América Latina, entre ellos, México. Rusia pudo bien lograr una victoria política sobre la Casa Blanca en el conflicto sirio, pero con seguridad tiene sus nerviosos ojos sobre el desarrollo de los nexos petroleros que Estados Unidos establecerá con América Latina. Los únicos aliado del Kremlin en la región parecen dirigirse a una crisis económica incontrolable encabezada por Venezuela, de quién ya se desentendió. En efecto, la política económica de Nicolás Maduro tan sólo ha logrado malbaratar los barriles provenientes de una de las reservas más ricas del mundo.
Para saber más en torno a la perforación horizontal, la decadencia de la hegemonía energética rusa y sus efectos sobre México, da click aquí.
México no debería, en opinión de algunos analistas que tienen en mente las advertencias de la OPEP y de la OTAN, dejar entrar a las grandes petroleras. Debería, en contraste, seguir explotando sus propias reservar de crudo tradicional y mantener sin tocar por el momento las de shale, por tratarse de un producto que sólo se encarecerá conforme pase el tiempo y del que podría sacar un provecho mucho mayor a largo plazo. México podría, bajo la hipótesis del futuro escaseo de shale, lograr mejores y más lucrativos negocios con Estados Unidos funcionando directamente como vendedor de crudo que como socio en la extracción.
De esta manera, comienzan a encajar en un mismo rompecabezas el crecimiento chino, los intereses internacionales estadounidenses y rusos, el conflicto en Medio Oriente y la reforma energética de México, los elementos más importantes de la agenda política de 2013.
Si la información de la OPEP resulta ser verdad (y todo apunta a que así es), resultaría aún más sospechosa la reforma energética impulsada por Enrique Peña Nieto y su fácil entreguismo. ¿Qué hay detrás?