Lo que necesitas saber:
Empresas, medios, políticos, candidatas y cientos de metiches envían mensajes superficiales en el 8M. A ese fenómeno se le conoce como Purplewashing.
Cada 8M vemos que cientos de empresas pintan sus logos de morado, que las tiendas recubren sus estantes de cursis mensajes motivadores o que las marcas ofrecen extrañas promociones para “celebrar” a las mujeres. Ese efecto se le conoce como Purplewashing.
No podemos olvidar a todos y todas las políticas que aprovechan la fecha para decirse “feministas”, aunque no tengan ni una propuesta que impulse la equidad de género.
¿Qué changos es el Purplewashing?
El Purplewashing es un término apropiado del inglés —esa es toda una discusión para otro día— que, literalmente, significa “lavado violeta”.
Se usa para describir una serie de discursos, estrategias de marketing, mensajes políticos o mensajes que buscan capitalizar el 8M pero, en realidad, solo son un sermón superficial. No hacen nada para buscar la equidad de género o realmente detener la violencia contra las mujeres.
Como lo dice su nombre, son discursos que solo buscan “limpiar” la imagen de su emisor.
Curiosamente, el Purplewashing forma parte de todo un fenómeno de mensajes superficiales sobre las causas sociales que se ha hecho presente en otros conceptos. Existen algunas variantes que seguro reconocen:
- Pinkwashing: Un supuesto involucramiento y apoyo con la comunidaad LGBT+
- Greenwashing: Cuando dicen ser respetuosos del medio ambiente, aunque su realidad diga lo contrario.
- Redwashing: Cuando dan un discurso de igualdad social o económica, pero se lo pasan por el arco del triunfo a la hora de aplicarlo.
El término original comenzó con la idea del Whitewashing que es, básicamente lo mismo, pero con las causas de discriminación racial.
Algunos ejemplos de lo superficial del Purplewashing
Como les decíamos, empresas, marcas, medios de comunicación, políticos y gobiernos pueden entrar en discursos de Purplewashing. Algunos ejemplos son dignos de ridículo —otros, de quitarte el sueño.
Uno de los discursos con consecuencias más preocupantes surge en Arabia Saudita cuando anunciaron con bombo y platillo que, por fin, las mujeres iban a poder conducir. Sin embargo, detrás de bambalinas y después de intentar limpiar su imagen ante el mundo, las activistas que habían promovido su libertad a manejar seguían encarceladas.
Otro ejemplo —un poco más mexicano— comienza cuando funcionarias de su propio gobierno bautizaron a AMLO como “el presidente más feminista de la historia”.
La frase se convierte en un emblema del Purplewashing en México cuando el mismo mandatario ha señalado que el movimiento del 8M es conservador, se ha negado a abordar los feminicidios o, en un particular instante oscuro dijo: “ya chole” a las denuncias de violencia de género.
Algunos otros ejemplos, menos preocupantes pero igual de ridículos, surgen en las estrategias de marketing.
Recordemos a la empresa de rastrillos que de buenas a primeras —sin ningún otro mensaje posterior— lanzó una campaña relacionada con MeToo.
O tal vez vean en redes sociales que una cafetería está vendiendo vasos conmemorativos para sus #SirenasDelCampo o que una heladería va a regalar 200 bolas de helado de vainilla a las mujeres que los visiten.
También se puede ver en las revistas que lanzan mensajes de empoderamiento al mismo tiempo que promueven estándares de belleza inalcanzables.
Ejemplos de Purplewashing existen por todos lados y algunos van desde lo ridículo a lo preocupante. Sin embargo, todos tienen un punto en común: se enfocan en el lado superficial de la lucha por el 8M.
Campañas y mensajes vacíos que nomás sirven para “limpiar” la imagen de quien los envía.
¿Las personas pueden hacer Purplewashing en el 8M?
“Voy a decir algo controversial”, escribía una joven en Twitter. “No voy a marchar el 8M porque es un desfile donde se sacan fotos para subirlas a Instagram, se pierde el sentido de lo que representa la lucha feminista”.
Como prometía la autora, el mensaje definitivamente fue polémico. En unas pocas horas recibió cientos de respuestas.
Algunas le recordaban que probablemente no existen formas ‘buenas’ o ‘malas’ de marchar. Otras, opinaban que unas cuántas fotos en Instagram no eran suficientes para desmotivar la lucha política del 8M. Una escritora señalaba que la fiesta es también una forma de protesta.
En las respuestas se apareció, también, una famosa cita atribuida a Emma Goldman. “Si no puedo bailar, no quiero estar en tu revolución”.
¿Ustedes qué opinan? Tal vez no es precisamente que las personas o las mujeres que marchan puedan hacer Purplewashing de la manifestación del 8M, pero es posible que lo superficial tome el control de las discusiones en estos días de protesta.