Afortunadamente, la gran mayoría de los mexicanos hemos visto los toros desde la barrera durante la crisis internacional por el brote de coronavirus. Hemos leído las noticias, escuchado las recomendaciones de la Secretaría de Salud o nos hemos reído de los memes sobre la cuarentena que todavía ni siquiera llega. Sin embargo, la emergencia en el mundo entero es real y algunas personas se han llevado verdaderos sustos por presentar los síntomas o por haber visitado algunas de las zonas de mayor riesgo.
Así conocimos a Regina y platicamos con ella, vía telefónica, unas horas después de que se realizara la prueba para detectar el coronavirus a petición de su médico.
Unos días antes de que se decretara la emergencia internacional en Estados Unidos, Regina estuvo de viaje de trabajo en Nueva York. Cinco días en la Gran Manzana con todas las paradas necesarias: caminó por Times Square, recorrió las tiendas, viajo en Metro, comió en restaurantes y pasó un buen rato en uno de los aeropuertos más congestionados del mundo entero. El 8 de marzo regresó a México con síntomas de resfriado, dolor de cabeza y molestias en la garganta.
Nadie la detuvo en los filtros de control y nadie le preguntó nada. En ninguno de los dos países.
Después de su llegada, Regina no fue a la oficina… pero no porque se sintiera mal: recordarán que el 9 de marzo fue el Paro Nacional de Mujeres en protesta por la violencia de género y los feminicidios en nuestro país. Durante ese día los síntomas y las molestas de garganta aumentaron al grado de preocupación.
“Fui al Centro de Especialidades Respiratorias en Satélite y ahí me atendieron: me dijeron que no era infección. Que lo que tenía era un virus y me mandaron al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) para que me atendieran ahí”, cuenta Regina. “Mi doctor escribió una carta contando que había estado en Nueva York”.
Así emprendió el viaje al INER, en el extremo sur de la CDMX, para encontrarse con decenas de personas preocupadas por lo mismo que ella: tenían sospechas —algunos fundamentadas y otros no— de haberse contagiado de coronavirus.
Regina nos explica que se registró a las 9 de la noche en una sala de espera repleta y espero cerca de dos horas para ser atendida. “Un señor no paraba de sangrar de la nariz y había una señora que acababa de llegar de Roma, que no tenía síntomas, pero pedía que le hicieran la prueba para que sus hijos pudieran regresar a la escuela”, recuerda.
Escuchó su nombre. Se la llevaron a un consultorio adjunto.
Cuando fue atendida le contaron el simple procedimiento de hacerse la prueba para detectar el coronavirus y lo que le esperaría los siguientes días. “Todos se van a su casa por indicación. Quince días en aislamiento y esperar a que nosotros nos pongamos en contacto para conocer los resultados”, le mencionó el médico que la atendía.
Regina firmó una serie de documentos dando permiso para que sus muestras fueran utilizadas para la investigación.
El doctor llegó con tres hisopos para hacerle la prueba de detección de coronavirus: un cotonete en cada orificio nasal y uno más en la garganta.
Toda la prueba fue solamente una ligera molestia. Nada comparado con la preocupación que sentía desde hacía unas horas por la sospecha de haberse contagiado con la enfermedad respiratoria que estaba paralizando el mundo entero y acaparando las portadas de las noticias. Ya era la una de la mañana.
A la salida pagó 205 pesos por la consulta y otros 2 mil pesos por la realización de la prueba. Sin embargo, ahí empezó su segunda inquietud… y no se refería al repentino golpe a la cartera.
Regina cuenta que su doctor le confesó que se sentían abrumados por la cantidad de pacientes que se acercaban al INER. Aunque muchos no presentaran los síntomas ni los factores de riesgo, era su deber atenderlos y eso estaba sobrepasando al personal y la capacidad hospitalaria de la institución.
Sin importar los resultados de Regina ante la prueba de coronavirus, la mandaron a su casa. ¿Su única herramienta? Un tríptico con información básica para entender el proceso de aislamiento.
Nosotros platicamos por teléfono cuando estaba empezando la cuarentena.
Afortunadamente, la preocupación no duró mucho tiempo. Un día después le confirmaron que su prueba resultó negativa y recibimos un mensaje por WhatsApp: “Me recomendaron que acuda a mi médico familiar para que me de el tratamiento necesario y me pueda reincorporar a mis actividades”.
La situación del INER
El Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) es una de las principales instituciones para atender la importación de coronavirus (COVID-19) en México. Sin embargo, algunos acusan que la situación en su interior no es la ideal.
Ante la cantidad anormal de pacientes —insistimos: algunos fundamentados y otros no—, el personal sindicalizado se manifestó públicamente contra las condiciones de trabajo. En pocas palabras: acusan que les faltan mascarillas, equipo de protección y que solo tres de los seis cubículos de aislamiento funcionan correctamente.
Por su parte, las autoridades aseguraron que ya están trabajando en ello.
Jorge Salas, el director general del INER, mencionó que ya está buscando un acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para conseguir los recursos necesarios y comentó que también están pensando en utilizar donaciones.