Después de la detención del hombre acusado del feminicidio de una joven de 17 años en Iztacalco, la Fiscalía de la Ciudad de México cateó las casas que rentaba y encontró el escenario de un probable feminicida serial.
En redes sociales la noticia se viralizó causando conmoción pero, como en muchos otros, el acusado se pone en el centro de la conversación.
Lo que se sabe es que encontraron restos humanos que pertenecerían a varias personas, así como identificaciones, distintos instrumentos y demás.
Se habla de a qué se dedicaba, de cuántos idiomas hablaba, de los viajes que hizo, de su comportamiento social e incluso el nuevo apodo relacionado con un asesino serial de Estados Unidos.
Pero ¿y las víctimas? ¿cuánto tiempo llevaban desaparecidas? ¿todas eran mujeres? ¿quiénes eran? ¿alguien las estaba buscando? ¿hubo irregularidades en sus casos? ¿habrá justicia para todas las víctimas?
El tremendo nivel de impunidad en México: el feminicidio en Iztacalco
No solo medios nacionales, sino también internacionales, han hablado sobre lo fácil que es matar en nuestro país. Todo relacionado con los impresionantes y alarmantes niveles de impunidad, con la correspondiente impunidad que la abriga.
De acuerdo con la organización Impunidad Cero, en México de cada 100 delitos que se cometen, solo 6.4 se denuncian. Entonces de cada 100 delitos que se denuncian, solo 14 se resuelven.
Todo esto quiere decir que la probabilidad de que un delito sea resuelto en México es de tan solo el 0.9%.
Impunidad Cero y Jurimetría crearon un ranking usando información sobre niveles de denuncia, gasto en procuración de justicia, efectividad en la resolución de investigaciones, así como averiguaciones previas para clasificar la calidad del sistema de impartición de justicia.
Los estados peores calificados son Guerrero, Michoacán, Puebla, el Estado de México y Tabasco. En el caso de la CDMX, de acuerdo a estas cifras, el 93.8% de los delitos no fueron denunciados y solo el 0.77% fueron resueltos.
Si la cosa no es distinta cuando se trata de víctimas mujeres. Una investigación de Valeria Durán, de México contra la Corrupción, explica que en los últimos 10 años se han registrado más de 7 mil feminicidios, pero solo se iniciaron 5 mil 700 investigaciones previas o carpetas de investigación.
Al final solo de dictaron mil 690 condenas irrevocables por el delito de feminicidio y 262 sentencias absolutorias. Lo que nos deja con un 23.32% de los feminicidios que terminan con una sentencia con condena.
Y eso solo cuando la investigación avanza. Hay miles y miles de mujeres desaparecidas cuyos casos nunca avanzan, funcionarios públicos que culpan a las mamás o a las familias por no cuidarlas, mujeres desaparecidas que salieron del registro de personas desaparecidas, etc.
Por que sí, matar en México resulta muy sencillo y también muy barato. Si el caso no se viraliza, es poco probable que avance.
¿Por qué los feminicidas o asesinos se vuelven el centro de la atención?
Y no solo en este caso, también en muchos otros. En redes sociales ya encontramos que a Miguel “N”, acusado del feminicidio de María José y probablemente de muchas otras mujeres, lo llaman el ‘Dahmer mexicano’ o el ‘Dahmer de Iztacalco’.
En otros casos hemos escuchado del “monstruo de…”, el “asesino de…” y miles otros apodos que alimentan el morbo y ponen al feminicida en el centro de la atención. Se hacen documentales sobre los asesinos, los entrevistan, salen detalles sobre su estilo de vida, se filtran fotografías, etc.
El asunto es que atrapar al feminicida en serie y darle 500 años de prisión no evitará que aparezcan más en el futuro. Lo que provocó que las víctimas desaparecieran, en primera instancia, sigue ahí. También las fallas en las investigaciones y en su búsqueda.
Cada una de las víctimas tiene un nombre, una mamá, tal vez hijos, tenía un trabajo, una historia. Por qué esas historias no se cuentan y se quedan debajo de las estadísticas generales, de los números de más víctimas o de las historias de sus feminicidas o asesinos.