En un primer plano, podría parecer una locura comparar la propaganda actual con la propaganda del partido nacionalsocialista, sin embargo, no están del todo alejados.
Indudablemente los principales intereses de los partidos son, primero, ganar la elección y, segundo, contar con ingresos presentes que les otorga un presupuesto holgado extraído del erario público. Con esto en mente, es pertinente reflexionar qué es lo que nos están ofreciendo, porque pareciera que los partidos confunden propaganda política con publicidad política, y, en lugar de difundir planes y programas de campaña, buscan lograr que el electorado se sienta identificado con un producto: el candidato.
Propaganda nazi vs Propaganda electoralLa fórmula para ganar la aprobación de la gente no ha cambiado: discursos vacíos pero muy conmovedores.
Posted by Plumas Atómicas on Martes, 19 de mayo de 2015
La palabra propaganda tiene su origen en el latín propagare que significa: sembrar, propagarse, extender; catequizar viene del griego katekheim que significaba provocar un eco. La propaganda como se conoce hoy en día, aparece en el siglo XX, con la masa moderna, y nuevas técnicas de información y comunicación.
En el caso del régimen nazi, la propaganda sirvió como una herramienta importante para obtener el respaldo de la gente, ante un panorama desolador,se predicaba un mensaje de unidad nacional y un futuro promisorio.
El 13 de marzo de 1933 se creó el Ministerio de Propaganda e Instrucción Popular, donde se utilizaba la información generada en el Reich, para servir a los intereses del Führer y del Partido Nazi. La propaganda dejó de estar ligada a una profesión táctica para convertirse en una táctica en sí, es una verdadera “artillería psicologica”.
Los líderes nazis también utilizaba una propaganda engañosa que ocultaba detalles específicos de los campos de concentración. Uno de los engaños más conocidos fue el gueto de Varsovia, donde se difundió el rumor de que las autoridades alemanas habían puesto a trabajar a los judíos, habían construido hospitales, habían establecido comedores comunitarios para los judíos, les habían repartido periódicos y ofrecido capacitación vocacional. Más dramático fue el engaño planificado del campo de concentración: Theresienstadt. Realizaron una película con la intención de terminar con el rumor de que se trataba mal a los judíos, en dicha filmación se muestra a los prisioneros asistiendo a conciertos, jugando al fútbol, trabajando en huertos familiares y descansando bajo el sol.
Recientemente, una exposición en el Museo del Objeto nos mostraba la transformación de las campañas políticas en el último siglo en México. A diferencia de la República de Weimar, ahora los lemas que se emplean en las campañas son intercambiables, se usan con un slogan, pero no hay diferencias significativas en el propósito principal de la propaganda política entre las actuales campañas y las del pasado; la propaganda nazi contaba con un sustento político, la publicidad electoral actual, sólo retoma símbolos emblemáticos de la propaganda de guerra: como la figura del líder desde una toma en contrapicada, los lemas simples, concretos y conmovedores. Sobre todo, el poder de la oratoria y la imagen.
Antes se emitían mensajes de corte cívico que incitaban al ciudadano a tomar acción en actividades que contribuirían al bienestar social. Después de las elecciones de 1994 detonó el potencial de internet, como medio para transmitir mensajes contrapropagandísticos. A partir del año 2000 ocurrió un giro en el uso de la propaganda en México, que paradójicamente remite al uso de la propaganda en la Segunda Guerra Mundial, se aprovechó el uso de los medios masivos de comunicación para desprestigiar a los rivales y posicionar la imagen del candidato.
Las campañas de hoy se han profesionalizado, buscan posicionar al candidato como una marca. El slogan crea la imagen del candidato, no solo confiriéndole atributos emocionales que posibilitan la identificación social, también es la pauta a la narrativa que se construye en torno al candidato que conlleva promesas que apelan a las expectativas de los ciudadanos y provocar con ello el deseo por alcanzar un estado de bienestar social superior.
La propaganda intenta forzar una doctrina sobre la gente… “La propaganda opera sobre el público general desde el punto de vista de una idea y los prepara para la victoria de esta idea”, escribía Hitler en “Mi lucha” en aquel lejano 1926. Fiel a este pensamiento, el Führer del Tercer Reich estableció una voraz maquinaria propagandística, tan efectiva como estremecedora, que se convertiría en un parteaguas en lo que a estrategias de comunicación se refiere.
Hoy, en pleno siglo XXI, un poco más maduros, con mayor malicia en los ojos, sabemos distinguir bien entre propaganda efectiva y la que no lo es. En pocas palabras, la buena propaganda no se basa en el engaño oculto, sino en un acuerdo bien asumido con el receptor que dice “Esto es lo que ofrezco: lo quieres, lo necesitas”.
Por supuesto, no se trata de extrañar aquellos tiempos en los que la comunicación unidireccional del Estado establecía agenda en los muros de las calles, sino de exigir comunicación efectiva en lugar de remedos de trucos, es lamentable que en lugar de que los políticos busquen mecanismos para allegarse o difundir verdaderas propuestas en bienestar de los mexicanos, busquen mecanismos más fáciles para seguir con su guerra sucia.
En este periodo electoral seguimos en una batalla propagandística en lugar de un debate político entre los candidatos. A medio camino del periodo de campaña y hartos de la ineficiente y estorbosa propaganda electoral, no sobra recordar a los candidatos de todos los partidos: basta de vergonzosa demagogia, queremos saber de una vez qué es lo que proponen y exigirles que lo cumplan.
@plumasatomicas