Por Esteban Illades

Difícil de creerlo, querido sopilector, pero la primera semana de Andrés Manuel López Obrador como presidente electo pasó bastante rápida, y, más impresionante aún, en orden. No sólo sorprendente por él y por su equipo de transición, sino por el actuar del gobierno saliente y demás políticos.

Bien podrá ser porque en el PRI y en el PAN tienen largo trecho por recorrer tras la tunda que recibieron por parte de los votantes mexicanos, que los relegaron a estatus de partidos chicos mientras que Morena se convirtió en un equivalente del PRI de hace décadas. En las cámaras, por sí solo, el partido que lidera Andrés Manuel López Obrador ronda el 40% del total de curules de cada una; a esto hay que sumarle su partido satélite, el PT, y los integrantes del PES, que perderá registro a pesar de haber llegado a cerca de 55 diputados.

(Vale aquí una aclaración importante: contrario a lo que circula en redes, sólo dos partidos están bajo la línea de pérdida de registro: Nueva Alianza y el PES. Tanto PRD como Verde y PT, al rebasar el 3% en uno de los tres totales federales –diputados, senadores o presidente–, están salvados.)

Si sumamos los legisladores de la coalición Juntos Haremos Historia, encontraremos que están muy cerca de poder reformar la Constitución. Con unos cuantos diputados y senadores que rompan filas (ejem, ejem, del PRD), podrán hacer grandes cambios estructurales.

Ante esto todavía no hay respuesta del PAN ni del PRI. En el PRI todavía no entienden por qué perdieron; según ellos, o lo que han declarado sus representantes más prominentes, como Emilio Gamboa, fue porque nominaron a un candidato externo. En el PAN andan candidateándose todos, como se esperaba, para remplazar a un Ricardo Anaya que obtuvo menos votos que Josefina Vázquez Mota (con todo y que Vázquez Mota iba sola en la candidatura y Anaya traía otros dos partidos de apoyo).  Entonces queda nada más Morena en el panorama nacional, y el partido anda bastante terso bajo AMLO. Salvo algunas declaraciones por ahí, camina la línea que dicta su líder.

Mientras eso se sostenga, todo tranquilo. El dólar anda bajo, la Bolsa de Valores está respondiendo bien. Es como cualquier otra transición presidencial.

Foto: Presidencia

Hay que agregar que el gobierno actual ha ayudado. A pesar de que todavía no se llevaban a cabo los cómputos distritales –el conteo oficial de votos–, Enrique Peña Nieto ya estaba recibiendo a AMLO en sus oficinas. Las fotos mostraron cooperación clara, lo cual también llamó la atención.

Aunque a algunos no les gustó nada, pues varios votantes de Morena se fueron con ellos por un cambio, no por la continuidad. Y esto último es importante, pues si bien la imagen en general es una de cordialidad y tranquilidad, ya empiezan a mostrarse ciertas fricciones dentro del partido. No en la cúpula, que, como decíamos, está alineada casi al 100 con López Obrador, pero sí entre el electorado, por dos temas en particular.

El primero es la Fiscalía General de la República. Como bien recordarás, querido sopilector, varias organizaciones de la sociedad civil empujaron la propuesta de #NoAlFiscalCarnal el año pasado. La idea era bloquear el así llamado pase automático del Procurador General de ese entonces, Raúl Cervantes, a la Fiscalía, que ocuparía durante nueve años.

Las organizaciones también buscaban independencia total: que la Fiscalía fuese autónoma y no respondiera a órdenes del presidente. Sin embargo, AMLO ya dijo que él no está de acuerdo con la propuesta alterna. Que para él las cosas van bien como se pactaron durante este sexenio. El problema es que, si la gente votó por hartazgo, y dentro de ese hartazgo se incluyen instituciones que no funcionan y deben modificarse, no cae bien que el nuevo presidente diga que eso no es necesario.

El segundo es la invitación a Manuel Mondragón al equipo de seguridad pública de AMLO. Mondragón fue secretario de Seguridad Pública bajo Marcelo Ebrard en el gobierno del entonces Distrito Federal, y posterior Comisionado Nacional de Seguridad federal.

De 82 años, es recordado por el mal manejo de la Policía durante las múltiples manifestaciones de 2014 contra el gobierno de Enrique Peña Nieto. Por lo mismo es un símbolo de una administración que, si somos amables, no supo llevar el tema de seguridad. Y, si no lo somos, digamos que fue todo lo contrario. Que se equivocó una y otra vez.

Hoy uno de sus personajes emblemáticos tiene puerta abierta para entrar a un gobierno que se distinguió durante las campañas por ser el único que prometió algo distinto. Empiezan a aparecer señas –esperadas, obviamente– de que López Obrador no hará grandes cambios en ciertos temas, a pesar de ser necesarios.

No obstante, la transición está funcionando relativamente bien. Para lo que esperaban –esperábamos– muchos, sobre cómo actuarían desde ambos bandos los políticos, es extraño que las cosas vayan por buen curso. Sin duda con sobresaltos, pero con vigilancia milimétrica de quienes prometieron ser oposición crítica. Ya desde la primera semana se le está llamando la atención sobre cosas que no agradan. Falta un pequeño detalle crucial, eso sí: que escuche esas críticas.

A pesar de ello, ya pasó una semana desde la elección. Y el país, querido sopilector, sigue en pie. Es una barra muy baja la que se acaba de superar, pero para nuestra historia reciente y no tan reciente, no es un paso despreciable.

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Esteban Illades

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