Por Ricardo Quintana Vallejo

Por motivo de la marcha del orgullo LGBTQ en la Ciudad de México, la semana pasada escribí sobre la dimensión corporativa del #Pride dentro del marco de varios textos sobre temas queer.

En breve, hablé sobre tres razones por las que sectores de la comunidad LGBTQ resisten la participación de corporativos y empresas en la marcha: 1) Porque en ocasiones desplazan a grupos de activistas y organizaciones sin fines de lucro que no tienen los medios para garantizar su espacio, construir carros alegóricos llamativos o ponerle su nombre a las marchas, como en el caso de la EQT en Pensilvania; 2) Porque distraen de temas importantes; 3) porque en muchas ocasiones apoyan un modelo queer heteronormativo que no empata con la forma en que viven muchos miembros de la comunidad. La marcha es, primordialmente, un espacio para defender y celebrar la libertad de vivir y ser de muchas formas; algunas que no encajan con el matrimonio o con el binario de género pero que merecen espacio y visibilidad en la marcha.

Resulta ahora importante introducir algunos matices, porque sería una necedad argüir que los corporativos y empresas que marchan no hacen nada por la comunidad LGBTQ, que no los necesitamos o que sólo se aprovechan del llamado “pink dollar” (o dinero rosa, que se refiere al poder adquisitivo).

En realidad, muchas empresas donan recursos a organizaciones, causas y eventos que no se llevarían a cabo sin su ayuda. Por ejemplo, todos los años empresas como Trojan o Sico donan cientos de miles de condones. Empresas como Apple, American Airlines, Intel o Target son “platinum partners” de la Human Rights Campaign. Cuando Mike Pence (ahora Vicepresidente de Estados Unidos) firmó la Ley de Restauración de la Libertad Religiosa en el estado de Indiana, empresas como Yelp y Angie’s List presionaron al estado para cambiar la decisión a través de un boicot. Yo lo he vivido en carne propia cuando organicé HOTCon, una conferencia LGBTQ en Indiana, que recibió el apoyo invaluable de Charles Schwab. De eventos enormes a modestas conferencias académicas, la comunidad LGBTQ necesita y se nutre del apoyo corporativo, de sus recursos y patrocinio, así como de la visibilidad e impacto que pueden tener en los medios.

Asimismo, Google, American Express y AT&T, entre otras, tienen programas serios de inclusión y diversidad que van más allá del anuncio o el logotipo con la bandera arcoíris. Hay empresas que han hecho un esfuerzo de tal magnitud que ya no se pueden considerar “el otro”. Es decir, no se puede hablar de la empresa como un grupo ajeno que decide dar su apoyo; sino que están conformadas por miembros de la comunidad.

La Federación Mexicana de Empresarios LGBT hace eventos anuales y conferencias en los que participan muchas de las empresas ya mencionadas, así como socios corporativos de origen mexicano.

Muchas de las empresas que marchan hacen esfuerzos en su vida diaria y se suman a la marcha para celebrar y dar visibilidad a lo que hacen todo el año.

Y, si las empresas hacen tanto por la comunidad, ¿es justo criticar su participación en la marcha?

Para muchos miembros de la comunidad, el apoyo corporativo significa la llegada al mainstream y la aceptación por parte de un sector mayoritario de la población. Resulta alentador que sea buena estrategia de marketing poner arcoíris en los aparadores. Pero los tres problemas que señalé en el primer texto persisten y no podemos dejar pasar la oportunidad de analizar y debatir qué ha significado la marcha en el pasado y cómo queremos que sea ahora y en años por venir.

Aunque desde hace décadas ha recibido apoyo corporativo, es un hecho que en los últimos años la participación de empresas ha crecido a tal punto que ocupan la mayor parte de los espacios disponibles en muchas marchas alrededor del mundo, que, por más que duren toda la tarde, no son infinitas.

Pero la marcha es por y para la comunidad y, por lo tanto, es justo criticar su conformación y defender sus improperios. El punto de la marcha es luchar por la libertad de vivir de forma auténtica, con protección formal y respeto. Sin duda, muchas empresas contribuyen a este objetivo durante la marcha y todo el año, pero las razones por las que muchos sectores de la comunidad sienten resistencia también son válidas. El encuentro de distintas opiniones y puntos de vista seguirá transformando a la marcha que, por naturaleza, no puede permanecer estática.

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Ricardo Quintana Vallejo es crítico cultural y traductor. Estudia el doctorado en literatura comparada de la Universidad de Purdue.

Twitter: @realquir

Sobre Alocado y dislocado: Nuestras identidades (condición socioeconómica, género, sexualidad, nacionalidad, raza), tanto individuales como colectivas, están en constante cambio. Los mexicanos somos versátiles; replanteamos el valor de nuestra historia, cultura y literatura constantemente. Nuestras identidades nos dan mucho de qué hablar. En Alocado y Dislocado se ofrece el análisis de temas actuales y de nuestros símbolos, de nuestras posibilidades identitarias en este momento, desde la dis-locada perspectiva de un mexicano queer en el Midwest estadounidense.

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