La diputada priista Adriana Fuentes Téllez piensa que la baja productividad del país está directamente relacionada con… los puentes vacacionales. Por este motivo, el día de hoy decidió hacer uso de la palabra en la Cámara para proponer la eliminación de los días de descanso de los trabajadores.
La iniciativa busca acabar con días libres previstos en el artículo 74 de la Ley Federal de Trabajo, como el 1 de enero, el primer lunes de febrero y el tercero de marzo.
La legisladora explicó que estos días se establecieron como “fines de semana largos” de carácter obligatorio en 2006, aunque especificó que:
“no fueron diseñados de origen para vacacionar y beneficiar a las empresas del sector turístico […] y si bien ha significado una amplia derrama económica, debe atenderse a los objetivos económicos planteados en todos los sectores de la producción”.
De acuerdo con la diputada, los fines largos fueron creados para fomentar la “convivencia familiar”, así como activar el turismo interno, sin embargo:
“pese a la modificación realizada al artículo 74 de la Ley Federal del Trabajo en el año 2006, no se han cubierto con certeza las expectativas u objetivos por los cuales fue fundamentada”.
Por esto motivos, Fuentes Téllez piensa que es necesario adoptar una “nueva cultura laboral mexicana” que permita alcanzar la productividad y calidad competitiva “que se desea para nuestra nación” y recobrar la noción de bienestar social “a través del empleo digno”.
“El Estado mexicano debe fortalecer la cultura cívica, la responsabilidad ante las obligaciones en el empleo y reivindicar los valores de conducta que generen la reestructuración del tejido laboral y económico productivo en todos y cada uno de los sectores, englobados entes públicos y privados”.
De esta manera, la diputada del PRI implica que:
1) quitar los días de descanso constituye el primer paso para lograr una cultura cívica de trabajo digno; y
2) la baja productividad del país y el estancamiento económico por el que atravesamos están causados, al menos en cierta medida, por el hecho de que los trabajadores gocen de días de descanso obligatorio.
Sobre el primer argumento, cabe decir que la civilidad está íntimamente ligada con la eficiencia de las instituciones, tanto las del Estado como las sociales. Nos vienen muchas otras mejoras que claramente son necesarias para recobrar la civilidad antes que considerar quitarle los descansos a los trabajadores. Por cierto, cabría preguntar a los legisladores para cuándo podemos esperar una legislación certera en términos de transparencia y al ejecutivo, para cuándo se verá reflejado el trabajo invertido en las reformas estructurales.
Sobre el segundo, cabe pensar que la baja productividad del país está más ligada al bajo crecimiento, resultado de una estrategia económica que hoy se muestra más que errada una propuesta que apostó todo a la renta petrolera. La caída del petróleo y la falta de imaginación por parte de la Secretaría de Hacienda y la de Economía para encontrar un plan alternativo explican más que bien la subida del peso y la necesidad de aplicar planes de austeridad en todos los niveles, así como la bajada dramática en la inversión por parte de las empresas, que prefieren poner a trabajar su dinero en un país con certeza económica y no en uno que, en las propias palabras de Videgaray, apenas sabe cómo sobrevivirá en 2015 y no tiene un panorama claro para 2016.
Por si fuera poco, México es el país con menos días de descanso obligatorio en el mundo. En el otro lado de la balanza encontramos a países como Suecia y Finlandia, con una amplia productividad, y una avanzada “conciencia cívica” (que no consiste en reflexiones morales nacionalistas, sino en la solución de problemas sociales), planes educativos enfocados a la resolución de conflictos y carencias de la comunidad y, por supuesto, certeza económica. En estas naciones, el descanso obligatorio para sus trabajadores es de 36 y 35 días al año, respectivamente.
Un argumento que sostiene que el rescate económico del país comienza recortando los derechos de los trabajadores es, evidentemente, falaz y muy (pero muy) corto de miras.