Por Diego Castañeda
El inicio de las campañas a la presidencia de México casi coinciden con el inicio del proceso presupuestal para 2019 con la entrega del documento de precriterios de política económica. Este paquete económico, que desde estos días comienza a plantearse, es de mucha importancia porque a final de cuentas es un paquete que debe ser lo suficientemente flexible para permitir que una parte se negocie con quien sea que gane las elecciones y al mismo tiempo es el cierre de los planes y programas del gobierno en curso.
Fiel a la costumbre del sexenio, este paquete económico es sumamente optimista, espera un crecimiento entre 2.5 y 3.5 puntos porcentuales del PIB, lo cual para efectos prácticos es una estimación puntual de 3 por ciento, un nivel en que en todo el sexenio no se ha logrado superar y que si no llega al menos a 3 por ciento en 2018 sería la primera vez desde que tenemos sexenios que la economía no crece al menos 3 por ciento en alguno de los seis años, se antoja complicado que en 2019 la inercia de la economía permita una aceleración de esa magnitud, cuando el PIB potencial se estima alrededor del 2.6 por ciento.
También parece muy optimista que se espere que el balance presupuestario se mantenga en 2.5 puntos cuando la mayor parte del tiempo el gasto gubernamental supera al gasto autorizado por el congreso. Esto mismo hace aún más optimista que los saldos históricos de requerimientos financieros del sector público (la medida más amplia de la deuda pública) disminuya tanto como lo estiman en el documento.
Para cerrar con más optimismo los precriterios estiman que el TLCAN se logre terminar de renegociar sin contratiempos (cosa que es creíble, pero cada vez menos probable para este año por los tiempos electorales en México y en Estados Unidos), esperan que el tipo de cambio se recupere hasta los niveles de alrededor de 18 pesos (algo posible pero aún incierto) y una inflación de 3 por ciento (creíble, pero con la posibilidad de estar un poco arriba de eso, dependiendo del comportamiento de los precios de los energéticos). Estas estimaciones del documento de precriterios son más creíbles que las anteriores sobre el crecimiento o el déficit fiscal, pero dependen poco de lo que haga el gobierno y más de lo que ocurre en Estados Unidos, la economía global y sucesos coyunturales.
Cualquiera de los candidatos que gane la presidencia el primero de julio va encontrar muy poco margen de maniobra en las finanzas públicas, estimaciones tan optimistas hacen que en papel el panorama aparente ser menos preocupante, pero si ocurre lo mismo que ha ocurrido en los últimos años y la economía mexicana se desvía significativamente sobre lo planeado en el proceso presupuestal es posible que encontremos un nuevo gobierno todavía con menos márgenes.
Es por esta razón que las propuestas que comenzaremos a escuchar en los próximas días deben ser pensadas con mucho cuidado, en 2019 es muy posible que la sostenibilidad fiscal haga muy difícil ejecutar ciertos tipos de programas, como lo sería, por ejemplo, un ingreso básico universal que podría presionar al límite las finanzas públicas. El presupuesto 2019 en su mayoría va a ser un presupuesto heredado y, por lo tanto, cualquier tipo de política pública de gran escala probablemente no será vista hasta 2020, una vez que el nuevo gobierno tenga total control del presupuesto.
Por esta razón y teniendo en mente estas limitaciones fiscales de inicio y la evolución del proceso presupuestal en los siguientes meses (en especial las presupuestas que se presenten en los próximos noventa días), este espacio hará un esfuerzo por evaluar las propuestas por sus méritos, en el contexto del espacio fiscal en el que tendrían que habitar y ver qué tan sólidas son respecto a lo que la literatura especializada nos dice y lo que el contexto del país nos revela.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda